Todo comenzó en Vilafranca, cuando Francisca Íñigo propuso a su marido, Celestino Aznar, invertir sus ganancias como comerciante de caballerías en un negocio. Así, fijándose en el éxito de su hermana con una fábrica de mantas, nació el mito de la fabricanta, con una pequeña factoría de medias de apenas 15 personas, que desde el principio ofreció buen producto a costes competitivos. Los esperanzadores inicios dieron paso a una etapa dorada en los años 20.

La Guerra Civil y su posterior penuria hicieron mella. La mayoría de fábricas textiles de la zona desaparecieron, pero la empresa de medias logró mantenerse. La siguiente generación de los Aznar, con el hijo Celestino al frente, mostró su olfato para captar las nuevas tendencias. “En los años 50 descubrió que el futuro estaba en el nylon, un material que aportaba grandes mejoras en el producto”, recuerdan desde la familia. 

Cambio de marca

Una modernización que también llegó a la denominación. De Lencería Eugenia de Montijo se pasó a Marie Claire en 1960. “Se tuvo la visión de dar un nombre más internacional”, comentan, en consonancia con los aires de la moda europea. Posteriormente llegaría su hermano pequeño, Calcetines Kler, en la línea de ampliar su catálogo de productos con una marca de gran parecido fonético.

La segunda mitad del siglo fue el momento de mayor esplendor. “Apostamos por la publicidad, incluso algunos años fue el primer anuncio del año en la televisión, cuando solo había una cadena que ver”, detallan desde la familia. Los tiempos en los que se hizo popular el lema de Un panty para cada mujer, con una estética dirigida a las mujeres más jóvenes. También reseñan la colaboración mantenida con diseñadoras como Ágatha Ruiz de la Prada.

Continuar en el pueblo

En los años 70 se dio el paso de trasladar parte de la actividad a Castelló, pero con la voluntad de Celestino Aznar de mantener el grueso de la fabricación en Vilafranca. “Tuvo clara la estrecha relación de la industria con el pueblo, y por eso consideró que tenía que seguir allí”, defienden.

Liderar una empresa familiar con asentadas raíces en un pueblo no está reñido con ser de los primeros en adoptar novedades en la gestión. Como la venta a una compañía británica, Harston. Según los herederos de la familia fundadora, “España estaba a punto de entrar en el Mercado Común Europeo, y había que disponer de capital suficiente para hacer frente a la competencia y poder tener peso en el exterior”. El nieto del fundador, también llamado Celestino, siguió en la dirección.

Otras decisiones fueron la adopción del emplazamiento publicitario en la incipiente televisión privada, la creación de tiendas propias o la venta dentro de los establecimientos de El Corte Inglés. Durante la pandemia también se dedicaron a fabricar material sanitario.

El nuevo desafío

Marie Claire era la fábrica de ropa interior más importante de Europa. Si la posguerra causó estragos, posteriormente lidió con la fuerte competencia de Asia y la deslocalización. Una medida que adoptaron casi todos los grandes de la moda, pero que no entraba en el ADN de la factoría fundada por Francisca Íñigo. Para intentar salvar el temporal se realizó un cambio de propiedad. El grupo B2Tex, dedicado a la logística textil, se estrenaba hace dos años en la producción con ayudas económicas de la Generalitat de hasta 12 millones de euros. Una inyección que buscaba mantener los más de 400 empleos y el futuro económico de un municipio de apenas 2.200 habitantes, que necesitaba de Marie Claire para tratar de seguir adelante.

Sin embargo, todas estas ayudas pueden no haber sido suficientes. La textil, con sede en Vilafranca, comunicó a los representantes de los trabajadores a primera hora de este martes que baja la persiana. El cierre es inminente, ya que la mercantil tiene intención de acabar con su actividad el próximo 20 de junio. Sólo un milagro, en forma de inversor, podría salvarla.