Hoy se ven muchos futbolistas con supuestas tobilleras. Un fake total. Las medias del equipo están cortadas y lo que se ve es el calcetín blanco inferior. Neeskens sólo ha habido uno, y ha muerto.
La llegada por recomendación
Johan Neeskens fue un fichaje a instancias de Rinus Michels y Johan Cruyff, expupilo y excompañero en el Ajax, y una pieza relevante también en la selección de Países Bajos, subcampeona mundial en 1974 y luego en 1978. La llegada al Barça era una operación estratégica por cuanto se iba a nacionalizar a Hugo Sotil y quedaba una plaza de extranjero liberada para el centrocampista.
Neeskens tenía 22 años en aquel verano de 1974 (cumplía 23 el 15 de septiembre) y era una fuerza de la naturaleza. Las mayores dificultades para su adaptación al fútbol español procedían de sus entradas a ras de suelo a los contrarios para quitarles el balón. Los árbitros consideraban como falta los ‘tackles’ que eran comunes en Europa.
Los penaltis y las tobilleras
El arrojo y la valentía le granjearon de inmediato el cariño de la afición, que vibraba con aquel portento físico. Neeskens se convirtió en un elemento icónico por el contraste con los demás. Ninguno de sus compañeros tenía el mismo ímpetu. Nadie lanzaba los penaltis como él. Carles Rexach, por ejemplo, los chutaba hacia alguno de los lados, con paradinha, suave y colocado. Neeskens, no. Neeskens soltaba un zambombazo que impedía reaccionar a tiempo a cualquier portero por la velocidad que imprimía a la pelota con su poderoso disparo.
La melena y las patillas fueron objeto de imitación por los jóvenes hinchas barcelonistas -los neerlandeses ya lucían así- pero nada como sus tobilleras blancas. Fue el primero en jugar con las protecciones por encima de las medias azulgranas. La venta de tobilleras blancas, no las de color carne, se disparó en Barcelona.
Doblete en la presentación
Su primer partido en el Camp Nou fue ante el Málaga, en la segunda jornada de la Liga 1974-75. Venció el Barça por 5-0 y Neeskens se apuntó un doblete de goles. De penalti, por supuesto. Pese a que estaba Rexach en el campo.
Llegó al Barça con tres Copas de Europa, una Supercopa y una Intercontinental conseguidas con el Ajax, pero su actitud fue la contraria a la que se supone de un futbolista con semejante palmarés. Ni una pizca de vedetismo. Fue un obrero al lado de Asensi y Marcial, sus compañeros del centro del campo, o de Juan Carlos, relegado a la suplencia. Fue el más amonestado del equipo después de Quique Costas, y empatado con Johan Cruyff; la mayoría de las tarjetas de este último eran por protestar.
Una roja y una lesión
Neeskens entraba fuerte, pero entraba noble. Solo fue expulsado una vez en cinco temporadas. En Balaídos, en el Celta Barça de la Liga 76-77. Una coincidencia macabra le emparentó con Gregorio Benito, un central violento y agresivo del Madrid. Fueron operados el mismo día en diciembre de 1977. A Benito le intervinieron de menisco y por una dolencia que arrastraba. A Neeskens le tuvieron que reparar una rotura de ligamentos de rodilla que se había producido en el Burgos-Barça (0-0) dos días antes.
Fue la única temporada en la que el centrocampista desapareció del once titular. Era ya uno de los fijos. Al trabajo defensivo encomiable, le añadía una valiosa aportación de goles. En el curso 75-76 aportó 12 tantos, uno menos que Asensi (13), pero el doble que delanteros como Rexach y Cruyff (6). En la siguiente (76-77) jugó completos 33 de los 34 partidos de Liga, fue el tercer máximo goleador después de Clares y Cruyff. Un rendimiento fuera de toda duda. Las tobilleras eran un exitazo en el proto-merchandising, de venta solo en las farmacias.
“Neeskens sí, Núñez no”
En su última temporada con el Barça (78-79), trascendió que Josep Lluís Núñez pensaba darle de baja para que su lugar lo ocupara Allan Simonsen, el menudo y delicado delantero danés. Neeskens ya no tenía a Cruyff a su lado -se había marchado el año anterior- ni a Michels, y el nuevo presidente azulgrana elegido en las urnas quería borrar los rastros del pasado.
Neeskens disputó la final de la Recopa de Europa en Basilea con la determinación y el pundonor característicos pese a que se sabía sentenciado. El barça ganó el partido por 4-3 en la prórroga. “Neeskens sí, Núñez no” fue un cántico que empezó a cundir en la grada y que se elevó a atronador en la Plaça Sant Jaume con la llegada del Barça campeón. Neeskens, descompuesto y lloroso, ofreció la imagen de un hombre derrotado, justo la antítesis de lo que había sido. La animadversión contra Núñez creció, y el eco del cántico tardó en apagarse.
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