“Comprar cuando suenan los cañones”: así se han comportado las bolsas en los conflictos bélicos

“Comprar cuando suenan los cañones y vender cuando suenan las trompetas” Esta cita se atribuye al financiero Nathan Rothschild Y aunque parece que nunca la dijo, como lo de Einstein y la Octava Maravilla del mundo, ha quedado grabada a fuego en la imaginería popular de los inversores.

¿Pero realmente es así? Nos vamos a centrar sólo en los conflictos desde la primera guerra mundial, cuando ya existía el índice Dow Jones de Industriales y era ampliamente seguido.

Aquel verano de 1914 el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria provocó un estallido de tensión que terminó a finales de julio en el inicio de la guerra, que llevó llevó al cierre de la bolsa de Nueva York durante 4 meses.

El Dow Jones se llegó a desplomar hasta casi mínimos desde su nacimiento y, aunque en 2015 se recuperó, se mantuvo unos años con mucha volatilidad. Cuando se firmó el armisticio, sí tuvo una fuerte subida. Aunque no fue hasta el inicio de la década de los 20 cuando empezó a dispararse… Hasta el crack del 29.

Subida del 100% desde mínimos al final de la II Guerra Mundial

La segunda gran prueba llegó en 1940, cuando en los prolegómenos de la Segunda Guerra Mundial, Hitler desató el pánico en los mercados. La invasión de Países Bajos propició uno de los mayores episodios de histeria en los mercados.

Juan Ramón Rallo

El Dow Jones perdió un 23% en dos semanas, por el temor a que los nazis invadieran también Inglaterra. Pero lo peor para el Dow Jones vino el año siguiente, cuando las tropas japonesas bombardearon la base estadounidense de Pearl Harbour y EEUU respondió entrando con todo en la contienda.

Las caídas de la bolsa siguieron hasta abril de 1942, cuando tocaron mínimos y empezaron a recuperarse. En diciembre de 1945, cuatro meses después de Hiroshima y Nagasaki, el Dow Jones ya había duplicado su valor.

Los 50, una década ‘fría’, pero caliente en los mercados

Otro punto de tensión se produjo en 1950, cuando un 25 de junio Corea del Norte invadió Corea del Sur e inició la Guerra de Corea. De nuevo, los índices sufrieron a corto plazo, con un desplome del 12% en 3 semanas, aunque la rápida reacción de los occidentales en apoyo de Corea del Sur generó un nuevo estado de optimismo, que llevó a nuevos máximos al Dow Jones.

Carlos Rodríguez

A mediados de la década, la tensión se volvió a dispersar por el planeta, coincidiendo con un periodo de nuevo de debilidad en los mercados. Por un lado, empezó la dura guerra de Vietnam. Por otro, “el 4 de noviembre de 1956 las tropa rusas invadieron Hungría y también en la noche del 20 al 21 de agosto de 1968 el mismo ejército de la Unión Soviética ocupaba Praga, en lo que podría considerarse una invasión de Checoslovaquia”, como recordaba esta semana Juan Ignacio Crespo en su newsletter.

“La Bolsa de Nueva York, en 1956, perdió un -18% en todo el proceso, previo y posterior, a la invasión de Hungría. Y en 1957 se produjo una recesión de la economía norteamericana”, apuntaba Crespo. En 1958 volvió el optimismo a los índices en un claro avance, que tuvo un pequeño frenazo en la década de los 60, con la crisis de los misiles.

La crisis de los misiles y el shock energético

Aquella escalada hizo temer una nueva confrontación global, con EEUU y la Unión Soviética en tensión máxima, y el Dow Jones llegó a perder un 24% desde máximos del año. La pesadilla acabó cuando Nikita Kruschev accedió a retirar los cohetes y la euforia se disparó. Un año después, la bolsa americana había subido casi un 40% hasta marcar nuevos máximos. Y la euforia persistir los años siguientes.

En 1972 el Dow Jones llegó a superar por primera vez los 1.000 puntos, pero poco después empezó un importante mercado bajista, en el que llegó a perder un 40% en sólo dos años. Coincidió con la crisis energética y con el ataque de Egipto y Siria sobre Israel en la Guerra del Yom Kippur. Los embargos energéticos agravaron la situación del mercado energético y dispararon la inflación… Unos ingredientes que suenan al menú actual.

Marcos Lema

De Sadam al 11-S, pasando por la burbuja

Ya en fechas más cercanas, la invasión de Kuwait por Iraq el verano de 1990 provocó una caída superior al 20% del Dow Jones, pero para inicios de 1991, ante las perspectivas favorables a la victoria aliada, los mercados se volvieron a disparar.

Ni las guerras de los balcanes pudieron alterar el clima de optimismo en los mercados que se prolongó hasta la burbuja puntocom.

En el nuevo milenio, la guerra más sonada se inició a partir del ataque de Al Qaeda sobre las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001, que dio pie a la ofensiva sobre Afganistán. Aquel acontecimiento castigó a unos mercados que ya venían golpeados por el pinchazo tecnológico.

Las bolsas siguieron cayendo hasta 2003, cuando empezó un espectacular rebote que llevó a los máximos de 2008, antes de que la caída de Lehman Brothers iniciara una nueva época financiera. Desde entonces, la guerra en Siria, la tensión generada por las primaveras árabes y el eterno conflicto en Afganistán han venido protagonizando los titulares bélicos, pero sin un impacto muy evidente en los mercados.

Como tampoco se notó mucho la nueva escalada que supuso la invasión rusa de Crimea en 2014 y el inicio de la Guerra del Donbás… Apenas inquietó unos días, pero después vovleron las subidas. ¿Se repetirá la historia esta vez?

De momento, éstas serían las lecciones que nos deja la historia:

Cuando el conflicto es global, suele generar una fuerte caída inicial, que normalmente dura unas semanas o meses, aunque también se ha extendido varios años en algunos casos.

Cuando terminan las guerras, puede ser un buen momento para vender, porque los índices marcan máximos al final del conflicto…

… Pero ahí no siempre es la mejor idea vender. Muchas veces, el periodo de paz que sigue a un conflicto da pie a un comportamiento espectacular para el mercado… Que se pierden quienes venden con el sonido de las trompetas.

Eso sí, a la hora de aumentar o reducir posiciones, siempre de acuerdo al perfil de riesgo de cada inversor y su tolerancia a las pérdidas. Especialmente con tanta volatilidad en los mercados.

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