Del Biden victorioso al Biden quejumbroso, en cuatro meses: ¿qué le ha pasado al tío Joe?

El Joe Biden que ha aterrizado en Europa, con parada hoy en la cumbre del G20 de Roma y el domingo en la cumbre climática de Glasgow, ya no luce la imagen de restaurador del poder americano que tenía hace seis meses. El Joe Biden que ha aterrizado en Europa viene cargado de contradicciones y sombras. Como consecuencia de su gestión, del natural desgaste del cargo y de los incurables desacuerdos internos que lastran el funcionamiento de Estados Unidos, sea quien sea el presidente, el capital político del Biden no pasa por su mejor momento.

Para empezar, el plan socio-climático que tenía previsto traerse bajo el brazo, como signo de fortaleza y credibilidad política se ha quedado lastrado en Washington: presa de las luchas intestinas de su propio partido. “Necesitamos desesperadamente un voto”, dijo Biden a sus correligionarios, según ‘The New York Times‘, este jueves. Pero el ala progresista no estaba convencida; para ella, el plan había quedado aguado. Desprovisto de muchas de las prestaciones sociales prometidas.

Porque, más que la fecha de su aprobación, que puede ocurrir hoy o en los próximos días, lo importante del plan es su contenido. El hecho de que el pilar central de la parte climática, las multas a las empresas contaminantes que no produzcan anualmente la suficiente energía limpia, ha sido desechada. El senador Joe Manchin, de la carbonífera Virginia Occidental, ha dicho no. Y ha liquidado así la principal baza para reducir las emisiones un 50% para 2030 respecto a niveles de 2005.

Europa Press

Los países aliados son sensibles a la política interna de EEUU. En 2015, la cumbre del clima de París había logrado un aparente cuórum entre prácticamente todas las naciones del mundo, incluidas EEUU y China. Pero había truco. La opinión pública estadounidense, y por ende sus representantes políticos, están profundamente divididos respecto a los planes climáticos. ¿Y si, al año siguiente, ganaba las elecciones un republicano? Con esta circunstancia en mente, el equipo de Barack Obama incluyó una cláusula en el acuerdo que retrasaría cuatro años la salida de un firmante. Esto permitió que EEUU solo abandonase París pocos días antes de que Joe Biden jurase el cargo. Luego este volvió al acuerdo. Como si nada hubiera pasado.

Desde círculos demócratas se insiste en que Joe Biden puede resucitar el espíritu de aquella cumbre, antes de que Donald Trump fuese elegido presidente. “Después de toda la fastuosidad de Barack Obama, John Kerry, y de repente pasó a ser la última de las prioridades”, dice a El Confidencial Felipe Benítez, director ejecutivo de la oenegé Corazón Latino y veterano de otras cumbres del clima. “El hecho de que Biden esté presente en Glasgow va a inyectar optimismo en las negociaciones”.

“Después de toda la fastuosidad de Barack Obama, John Kerry, y de repente pasó a ser la última de las prioridades”

Otros factores empañan la perspectiva, sin embargo. China y Rusia, que suman un tercio de las emisiones contaminantes del planeta, no estarán presentes. Y China y la India no han mostrado interés en actualizar los objetivos de recortes de gases del efecto invernadero, tal y como habían prometido en París.

Hay otros problemas. La recuperación económica de Estados Unidos, a tenor de los últimos datos de crecimiento, se ha ralentizado. Hay una palpable escasez de trabajadores, una inflación que no se veía en décadas y unos problemas de suministro que, según la Casa Blanca, pueden durar un año. Además, una proporción de la población mucho más elevada que en las naciones europeas sigue negándose a vacunarse, lo cual deja margen de acción a las nuevas variantes del covid-19.

Estos y otros factores pesan en la popularidad del presidente. El índice de aprobación de Joe Biden, que empezó con un saludable 57%, según la agencia Gallup, ha caído hasta un 42%. Solo Donald Trump y Gerald Ford eran más impopulares que Biden en este punto de sus mandatos.

Luego están las vicisitudes de la política exterior. La retirada de Afganistán, ejecutada de forma unilateral y apresurada, pese a los consejos de sus generales, causó numerosas escenas de dolor y caos, que fueron retransmitidas durante semanas a las pantallas del mundo. La operación dio al traste con los planes de Biden de clausurar las guerras en Oriente Próximo el día del 20 aniversario del 11-S, con una ordenada ceremonia en EEUU y un arriado solemne de la bandera en Kabul. Los líderes europeos, testigos del fiasco, tomaron nota.

Cotizalia

Más nota tomaron aún, sobre todo Francia, cuando se enteraron por la prensa de que Estados Unidos y Reino Unido habían firmado una alianza militar con Australia, que permitiría a este país obtener submarinos nucleares. Camberra desechó así el acuerdo de compra de submarinos tradicionales franceses. A Francia, que además es el único país de la Unión Europea con presencia militar en el Indo-Pacífico, le sentó tan mal que llamó a consultas a su embajador en Washington.

“Eso no se le hace a un aliado”, dijo a ‘The New Republic‘ el exembajador francés Gérard Araud, y añadió que Biden ni siquiera tenía una política para Europa. “¿Sabes? A Obama no le importaba Europa. Trump era hostil con Europa. Y aquí tienes a Biden. Y Biden, de momento, francamente, es una gran decepción por toda Europa”.

Sean o no acertados los pasos del presidente, su interés en el Lejano Oriente es inevitable. A medida que el eje económico del planeta se desplaza al Pacífico, los europeos tienen dificultades en mantener su posición en la agenda estadounidense. El orden mundial formado en 1945 se va quedando vetusto y a Washington le salen nuevas prioridades: otros adversarios que contener y otros aliados que contentar.

Poco antes de partir hacia Roma, el presidente de EEUU participó de forma virtual en la cumbre de la ASEAN, la organización que reúne a 10 países del Sudeste Asiático. Su administración, como apunta los ‘Angeles Times’, está dedicando tiempo y esfuerzo a consolidar sus alianzas regionales frente a China. Más incluso que Donald Trump, que se saltó la cumbre de la ASEAN tres años consecutivos.

Joe Biden. (Reuters)Joe Biden. (Reuters) Joe Biden. (Reuters)

Las apuestas son altas, como indica, además de la escalada arancelaria, la militarización del mar de la China Meridional y el espionaje tecnológico, las tensiones en Taiwán. La presidenta taiwanesa, Tsai Ing-wen, reconoció en la CNN que Estados Unidos tiene marines en su país entrenando a las tropas nacionales. Tanto Washington como Taipéi calculan que China podría invadir la isla en torno a 2025. Joe Biden, en comentarios desmentidos luego por su Gobierno, ha sugerido en al menos una ocasión que Estados Unidos apoyaría a Taiwán en caso de conflicto. Una indicación que los presidentes anteriores se habían cuidado de hacer.

Lo que para Europa, sin embargo, puede resultar decepcionante, tal y como han expresado los franceses de manera tan vehemente, no parece preocupar sobremanera al ‘establishment’ diplomático-militar de Washington. Una encuesta entre 700 expertos en política exterior, realizada por el Chicago Council of Global Affairs y varias universidades, refleja que los “aliados de tratado”, como los miembros de la OTAN o de la UE, gozan de trato de favor, pero no incondicional. Antes, siempre, los “intereses de seguridad nacional”. Una categoría que puede abarcar dimensiones infinitas. EEUU tiene 750 bases militares en 80 países.

Así es como Biden llegará a Glasgow este domingo. La COP26 (acrónimo de Conferencia de Socios número 26, pues este evento se empezó a celebrar en 1995) tiene previsto actualizar los objetivos de París y empezar a dar pasos concretos. Porque la coyuntura ha empeorado estos últimos seis años. Según Naciones Unidas, a este ritmo, estamos camino de subir las emisiones contaminantes un 16% para 2030. Y se supone que había que bajarlas en 50%. A ese ritmo, el aumento de las temperaturas a finales de siglo puede llegar a los tres grados centígrados.

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