Con menos de 2.000 contagios al día, un porcentaje de vacunados con pauta completa superior al 80% y la mayoría de las restricciones —salvo la dichosa mascarilla en interiores— desapareciendo poco a poco, en España cunde cada vez más la sensación de que el covid es cosa del pasado. No somos los únicos, nuestros vecinos mediterráneos también están experimentando ese ansiado retorno a la normalidad. Sin embargo, basta cruzar la montañosa frontera noreste de Italia hacia Eslovenia para que la incidencia diaria del virus se multiplique por 15, deshaciendo así el espejismo de la Europa pospandémica.
El contraste a ambos lados de esta frontera es solo uno de los múltiples ejemplos de cómo el éxito de la Unión Europea a la hora de garantizar la distribución equitativa de vacunas no ha bastado para eliminar las discrepancias de los efectos de la pandemia entre los Veintisiete. A día de hoy, en ningún lugar resulta esto más evidente que en el trío de países bálticos —Estonia, Letonia y Lituania—, donde la incidencia diaria del covid supera los 1.000 casos por cada millón de habitantes, mientras que en España esa cifra no supera los 50. De la ‘pax’ mediterránea (occidental) a la guerra báltica contra el virus hay una diferencia drástica propia de una Europa en la que ninguna aspiración de igualdad ha podido evitar que haya dos velocidades distintas.
Emergencia báltica
Ante el reciente estallido de las infecciones, los tres países bálticos se han visto obligados a imponer medidas desesperadas para tratar de impedir que su sanidad pública se vea desbordada. Escasas semanas después de haber optado por liberar de todo tipo de restricciones a las personas vacunadas con pauta completa y a pacientes recuperados, las autoridades están dando un giro de 180 grados, decretando confinamientos estrictos y toques de queda nocturnos, restringiendo reuniones públicas y encuentros privados y limitando la actividad comercial a la venta de productos esenciales y de primera necesidad. En este contexto, Letonia ha dado el grito de auxilio a otros países de la Unión Europea (UE), el cual ha sido respondido por varios Estados miembros, que se han comprometido a enviar equipos de cuidados intensivos y otros productos sanitarios.
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Ningún experto duda del motivo principal de esta nueva ola de contagios. Letonia, Estonia y Lituania, tres países con mucho en común, también están unidos en su tasa de vacunación inferior a la media europea —aunque con considerables diferencias entre ellas y con una importante mejora en las últimas semanas—. Con un 53,4%, 59,7% y 61%, respectivamente, de población con la pauta completa frente al 65% de la Unión Europea en conjunto, las naciones bálticas continúan siendo muy vulnerables a los grandes brotes. “Que tengan una vacunación tan pequeña, alrededor del 60%, provoca que haya todavía muchas personas que puedan hacer de propagadores. Ya lo vimos en España con la quinta ola: si hay un grupo importante y posible transmisor sin vacunar, puede contagiar a las personas más vulnerables, en algunos casos incluso vacunadas”, explica Estanislao Nistal-Villán, virólogo y profesor en la Universidad CEU San Pablo, en entrevista con El Confidencial.
Los números hablan por sí mismos. En Letonia, el país más afectado de los tres (y también con el menor número de inyecciones per cápita), cerca del 90% de los fallecidos por el covid-19 el mes pasado fueron personas sin la pauta completa, y más del 88% de los pacientes hospitalizados actualmente a raíz del virus no está vacunado, según revelan cifras oficiales del país. Aleksandra Palkova, investigadora en el Instituto Letón de Asuntos Internacionales, considera que la desinformación es la principal responsable de la reticencia de una importante parte de la población a la hora de vacunarse. “Esto afecta sobre todo a las personas mayores. Muchos ancianos no están dispuestos a vacunarse ni a cumplir las restricciones. El propio Gobierno fue el primero en desinformar sobre el virus al comienzo de la pandemia, al compararlo con una gripe normal. Casi dos años después, la gente sigue creyendo teorías conspiranoicas”, lamenta.
Una comparativa de los nuevos contagios de covid entre los países de la Unión Europea y su tasa de vacunación confirma la relación que apuntan los expertos. Los Estados miembros con mayor proporción de ciudadanos con la pauta completa, por norma general, cuentan con una incidencia de contagios más baja.
No obstante, los recientes brotes de covid-19 en los países bálticos bien podrían ser una advertencia de lo que está por venir conforme la temporada de invierno recluya a la gente en espacios interiores, donde el virus se propaga con mayor facilidad. “En estos países nórdicos, el invierno llega antes y aumenta la convivencia en espacios interiores, que junto a la menor cantidad de horas de luz, el frío y la humedad, hace que la transmisión de virus respiratorios sea más fácil. En estos países, por ejemplo, la epidemia de gripe suele llegar también antes que a España“, considera Nistal-Villán. “Al terminar el verano, se ha juntado el comienzo de la temporada de frío y gripe con la vuelta de la gente a las ciudades, los niños a las escuelas… La vida más o menos normal, como antes de la pandemia. Y, como por efecto bola de nieve, los casos han empezado a subir”, coincide Palkova.
La sombra de Rusia (y la URSS)
Las crisis en Estonia, Letonia y Lituania son solo tres de tantas en una Europa Oriental que está experimentando un repunte generalizado de la pandemia. Rumanía es el peor de la clase en cuanto a fallecidos, seguido de cerca por Bulgaria: son los dos únicos países del mundo con más de 100 fallecidos por millón de habitantes en la última semana. Rumanía acaba de alcanzar el 30% de vacunación, mientras que Bulgaria apenas llega al 20% y es el agujero negro del plan de vacunación europeo. Ambos han aprobado toques de queda y prohibiciones a la desesperada, que afectan sobre todo a quienes no disponen del pasaporte covid. Moldavia, Armenia, Ucrania o Georgia completan junto a los bálticos el ‘top’ de países con más muertes ahora mismo y terminan de teñir de rojo en los mapas covid el camino desde Europa del Este hacia Rusia.
Gran parte de la desconfianza generalizada de los países de Europa Oriental hacia el Gobierno y las políticas impulsadas a nivel estatal, la cual explica la indecisión respecto las vacunas y la negativa a aceptar restricciones, se remonta al final de la era soviética. Las consecuencias de esta reticencia han sido dramáticas: nueve de los 15 países con mayor tasa de mortalidad durante la pandemia pertenecen a esta región.
En este sentido, la sombra de la actual Rusia es tan alargada como la de la antigua URSS. El ejemplo de Letonia, un país donde más de una cuarta parte de sus 2,2 millones de habitantes son de etnia rusa, vuelve a ser emblemático. “La primera encuesta sobre la vacuna en Letonia mostró que el 45% estaba dispuesto a vacunarse. Cuando preguntaban qué vacuna querrían ponerse, el 50% se decantaba por Sputnik, la vacuna rusa. Hay mucha desinformación que llega desde Rusia y afecta sobre todo a la minoría rusoparlante: el 80% de los ancianos hospitalizados sin vacunar son rusoparlantes”, explica Palkova.
Las altas tasas de contagio y el estancamiento de las vacunaciones en niveles bajos han disparado la alarmas en Bruselas. La semana pasada, durante una cumbre del Consejo Europeo, los líderes políticos se comprometieron a combatir las causas de la nueva ola. “Deben intensificarse los esfuerzos para superar las dudas sobre las vacunas, incluyendo la lucha contra la desinformación, especialmente en las plataformas de redes sociales”, manifestaron en un comunicado. La primera ministra de Estonia, Kaja Kallas, acusó recientemente a los movimientos antivacunas y a los autoproclamados ‘luchadores por la libertad’ de estar impidiendo el retorno a la normalidad.
source Del cielo del Mediterráneo al infierno del Báltico: las dos velocidades del covid en la UE