“Estaba cenando tranquilamente, y ahora en cinco minutos tengo edición especial del telediario en la ORF”. El analista político preferido de los austríacos, Peter Filzmaier, hacía bromas con el presentador del noticiero ZIB, Martin Thür, sobre un sábado que “nos habíamos imaginado de otra forma”. Sobre las 18:00 horas de la tarde, circulaba en la Viena política el rumor de una rueda de prensa de Sebastian Kurz. Poco antes de las 20:00 horas, el hasta hace poco ‘Wunderkind’ (niño prodigio) de la derecha europea anunciaba su dimisión como Canciller Federal. Fue una breve comparecencia, sin turno de preguntas, en la que el político conservador defendía su inocencia respecto a los presuntos casos de corrupción por los que se investiga, aunque reconocía haber escrito SMS “en el fragor de la batalla; algunos de ellos son mensajes que no volvería a formular del mismo modo. Pero soy solo una persona; con emociones, y con errores”.
En 2017, en el momento de su primera ‘Angelobung’ o investidura en el estándar austríaco de la lengua, Kurz era el canciller más joven de la historia de su país y de la UE. En diciembre de 2013, con 27 años y sin acabar la carrera de derecho, había sido nombrado ministro de Exteriores en el segundo Gobierno del socialdemócrata Werner Faymann. En ese 2017 y con un grupo de personas de confianza —ahora implicadas en el presunto caso de corrupción que se investiga—, Kurz ideó la llamada ‘Operación Ballhausplatz’, con la que consiguió arrebatar la dirección del partido a Reinhold Mitterlehner, hacer implosionar la coalición de Gobierno con el socialdemócrata Christian Kern —sucesor de Faymann en el SPÖ— y provocar elecciones, con las que se proclamó canciller y devolvió la llave del poder a los conservadores. Según el dicho, “el parqué vienés resbala mucho”, y el secreto de Kurz para evitar percances sería, más allá de sus cualidades y su juventud, haberse sabido rodear de un equipo de asesores de todas las edades.
Kurz dimite como canciller de Austria tras las acusaciones por corrupción
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Precisamente, se vio favorecido por un resbalón ajeno; la publicación de filtraciones sobre el ‘Asunto Silberstein’ en Die Presse y Profil dos semanas antes de los comicios. Según esos medios, el asesor del SPÖ Tal Silberstein y su equipo habrían utilizado técnicas de “campaña sucia” y “bandera falsa” a través de cuentas falsas de Facebook, dirigidas a desprestigiar a sus adversarios políticos.
Rompiendo tabús
Siendo su ministro de Exteriores, la relación de Kurz con Kern se había ido deteriorando. De ello daban fe los crecientes aspavientos en las comparecencias ante la prensa. Ahora, había conseguido situar las expectativas de su partido en máximos históricos, y además echaba a los socialdemócratas del Gobierno. La noche de la victoria, los simpatizantes del partido le esperaban en el céntrico Kursalon de Viena, un palacete situado en el Stadtpark, al lado del Ring. Sus asesores estaban eufóricos. Este era un proyecto de “refundación de la derecha europea”, con visión “para una década”. Kurz osaría reeditar la coalición con el partido populista FPÖ, dirigido por Heinz-Christian Strache.
La última mayoría absoluta en Austria se remonta a 1979, en plena guerra fría y bajo la batuta del histórico dirigente del SPÖ Bruno Kreisky. Desde entonces, se han probado casi todas las combinaciones. En el año 2000, el país tuvo que hacer frente a una fuerte campaña de aislamiento internacional cuando el conservador Wolfgang Schüssel decidió pactar con el antecesor de Strache, el polémico Jörg Haider. Bajo la dirección del hoy Secretario General de las Naciones Unidas y entonces primer ministro de Portugal, António Guterres, la UE acordaba “medidas bilaterales” en contra de la coalición austríaca, en el marco de la presidencia de turno portuguesa. Un comité de expertos llegó a calificar al FPÖ como “partido de derecha populista con elementos radicales” y “expresiones xenófobas”, pero las sanciones aguantaron poco tiempo. “Nueve meses con mucho drama”, resumía a Kurier la entonces ministra de Exteriores Benita Ferrero-Waldner (ÖVP).
Investigado por desfalco y soborno el canciller austriaco, Sebastian Kurz
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En 2017, Kurz lo tuvo más fácil. Strache había conseguido moderar hacia el centro el lenguaje del FPÖ. Un año antes, el representante del ala moderada del partido, Norbert Hofer perdía por los pelos la segunda vuelta de la elección a la Presidencia de la República ante el verde Alexander Van der Bellen —hoy presidente— quien ganaba en mayo por 50,3% contra 49,7% (53,79% contra 46,21% en la repetición de diciembre). El FPÖ era aceptado como partido de Gobierno en el país y Kurz cambiaba el logo y el color de su partido —ahora azul turquesa— y anunciaba con su equipo el nacimiento de una nueva derecha. Se intensificaba el flirteo con los países de Visegrád, históricamente próximos a Austria, y especialmente con la Hungría de Viktor Orbán. En los Estados Unidos, el republicano Donald Trump era el nuevo presidente. En Italia, Steve Bannon había montado una academia y el populista Matteo Salvini alcanzaba en 2018 sus cotas más altas de poder, como vicepresidente de un Gobierno presidido por Giuseppe Conte. En Israel, un país crucial en la política exterior austríaca, seguía gobernando Benjamin Netanyahu.
El FPÖ, un socio que flirteaba con Rusia
Con Kurz, Austria siguió siendo un país neutral, uno de los pocos de la UE que no es miembro de la OTAN. En 2016, Die Presse anunciaba el acuerdo de colaboración entre el FPÖ y el partido de Vladimir Putin, ‘Jedinaja Rossija’ (Rusia Unida). Ese año, Marine Le Pen celebraba con Strache la “primavera patriótica” en un acto cerca de Viena y el eurodiputado verde Michel Reimon publicaba el libro ‘Los amigos de derechas de Putin’, en el que quería alertar sobre el supuesto “objetivo” de los rusos: “Mantener a la UE debilitada”. En junio, un Reino Unido gobernado por el conservador David Cameron, había decidido en un ajustado referéndum abandonar la UE. Algunos expertos sitúan años antes el preludio de esa decisión. En 2009, los Tories dejaban el Partido Popular Europeo y se alejaban paulatinamente del centroderecha. Sin embargo, otro gran país gobernado por los conservadores contemplaba con escepticismo esos movimientos. Angela Merkel podía acordar con Putin la construcción del gaseoducto Nord Stream 2, pero la Institución Federal para la Formación Política, dependiente de su Ministerio del Interior, alertaba sobre “cómo Rusia inspira y promueve el borde derecho [de la sociedad] en Europa: unidos contra los valores liberales”. En la CDU Merkeliana, un pacto con los extremos (la izquierda poscomunista de Die Linke o la derecha populista de la AfD —Alternativa por Alemania—) era un tabú infranqueable.
El 18 de agosto de 2018, Merkel esperaba a Putin en el castillo de Meseberg, en Brandemburgo, para un encuentro bilateral. Su invitado llegó más de media hora tarde. Había decidido hacer una parada previa en el sur de Austria, para asistir, durante poco más de una hora, a la boda de su amiga y ministra de Exteriores Karin Kneissl, que ocupaba una cartera del FPÖ. La ORF filtró que Kurz mantuvo un breve encuentro con el mandatario ruso —y por tanto antes que Merkel—, en el camino hacia el aeropuerto de Graz.
Ibiza
Meses antes de las elecciones de octubre de 2017, que le llevarían a la alianza con Kurz y su partido turquesa, Strache y su lugarteniente Johann Gudenus viajaban a Ibiza. Allí se verían con la supuesta hija de un oligarca ruso, con la que se habían conocido en Viena y visto varias veces, a través de un abogado que quería mediar en la venta de unos terrenos de Gudenus. Se había generado confianza entre ellos, era verano en el paraíso, Strache y Gudenus habían consumido alcohol.. y quizás algo más. En un ambiente festivo, fanfarronearon con la ’party girl’ y fantasearon sobre posibles negocios turbios —entre ellos la compra de un conocido medio de comunicación para conseguir influencia política—, así como formas ‘creativas’ de financiación de partidos.
No se supo nada hasta un viernes por la tarde de 2019. El 17 de mayo, dos medios alemanes, Der Spiegel y Süddeutsche Zeitung (SZ), publicaban extractos de unos vídeos de la velada. Faltaban nueve días para las elecciones al Parlamento Europeo, que se celebraban el domingo 26 de mayo. La campaña electoral se hizo eterna y la coalición acabó saltando por los aires, el 22 de mayo, cuando Kurz planteó un gobierno en minoría. El día 27, la oposición ganó una cuestión de confianza y se convocaron elecciones. Entretanto, la constitución permitía la investidura de un gobierno de expertos, que dirigió la magistrada Brigitte Bierlein, la primera mujer en la historia del país. El goteo de filtraciones a la prensa y las luchas internas acabaron con las opciones de gobernabilidad del FPÖ, mientras que Kurz se mantenía con su ÖVP en máximos por encima del 35%, ante el desgaste de sus dos socios anteriores, los socialdemócratas del SPÖ y los populistas del FPÖ.
Pacto con los Verdes
Hasta 2020, el partido verde no había ostentado responsabilidades en el ejecutivo austríaco, pero había conseguido colocar a uno de sus líderes en la Presidencia de la República. Austria no es una república presidencialista como Francia; sin embargo, la constitución brinda al presidente determinadas prerrogativas que suponen ciertas diferencias respecto a presidencias más simbólicas como la alemana. Formalmente, el presidente es independiente, aunque sea de todos conocido su historial político.
En mayo de 2019, la visita de Greta Thunberg a Viena causó furor y brindó un considerable apoyo al movimiento juvenil de los ‘Fridays for Future’. La consciencia sobre el cambio climático era cada vez más creciente, los socialdemócratas estaban en horas bajas con una candidata, Pamela Rendi-Wagner, que no conseguía conectar con el electorado, y los verdes aprovecharon el tirón. Recuerdo el ágape con uno de los asesores más veteranos de Kurz, en un restaurante tradicional próximo al llamado Museumsquartier. “Sebastian ya no nos hace caso”, me confesaba.
El nuevo Vicecanciller, el verde Werner Kogler, consiguió imponer una “agenda ecosocial” en el contrato de coalición entre ambos partidos, basada en medidas impositivas y en un fomento de la sostenibilidad, en ámbitos como la reducción de plásticos o un ambicioso plan de fomento del transporte público llamado ’Klimaticket’, cuyo inicio de operaciones sigue anunciado para la fiesta nacional del 26 de octubre, y que supone una revolución en el uso de los medios de transporte en todo el país mediante un esquema de tarifas planas, que ha requerido además de la colaboración de todas las Administraciones públicas y consorcios de transporte, representando a los diversos colores políticos del país.
Kurz vuelve a ser favorito en legislativas anticipadas por el “caso Ibiza”
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En política exterior, Kurz se significaba como uno de los líderes de los países frugales, una coalición de países nórdicos que ponían en duda la conveniencia de mancomunar la deuda europea para crear los fondos de relanzamiento de la UE, también conocidos como EU Next Generation.
“House of Kurz”
En abril de 2021, Político Europe dedicaba su polémica portada al canciller austríaco, con referencia a la serie estadounidense, y el adendum “cómo Sebastian Kurz perdió su brillo”. También otros medios como el suizo Neue Zürcher Zeitung (NZZ) se sumaban a las críticas. En Bruselas hablaban de una “amplia investigación por corrupción” que habría “destruido” la imagen de frescor, de “chico afable y bondadoso” del Jefe del Ejecutivo, que “caía bien a jóvenes y a mayores (..). El escándalo saltaba después de la filtración de una serie de SMS y mensajes de móvil entre altos cargos de su Gobierno. Algunos de los chats involucrarían al ministro de Finanzas, Gernot Blümel, en asuntos relacionados con donaciones de empresas o colocación de amigos en puestos relevantes. Poco después, la Fiscalía anticorrupción iniciaba investigaciones contra Kurz por un posible perjurio cometido ante una comisión de investigación parlamentaria relacionada con el caso Ibiza. En mayo, saltaban a la luz las primeras noticias sobre supuestas prácticas entorno a la publicidad en prensa, con un incremento notable en el gasto en tabloides y prensa amarilla, mientras que un cambio normativo perjudicaba al Wiener Zeitung, periódico público crítico con la Administración. El analista Peter Filzmaier hablaría de la “increíble banalidad de la gente que nos gobierna”.
Según Politico, todo ello mostraría a Kurz “no como el ‘yerno favorito de la nación’, sino más bien como una persona inteligente que actúa detrás del escenario, que está dispuesta a hacer cualquier cosa para llevar a cabo su agenda (..). Tales tácticas no son sorprendentes en los círculos políticos (..). Pero Kurz (…) no solo prometió revolucionar la política del país: convenció a los austriacos de que hablaba en serio. Y se lo compraron”.
“No fue hace mucho que muchos en Bruselas veían a Kurz (..) como un futuro para los conservadores en Europa. El Partido popular europeo, el bloque político dominante en el Parlamento Europeo, estaba entusiasmado con el descarado joven austríaco, cuya dura postura sobre la inmigración era vista por muchos como un modelo a seguir para los partidos conservadores en todo el continente. Fue particularmente popular en Alemania, donde Kurz cortejó a los medios de comunicación, especialmente al influyente tabloide Bild. Algunos incluso vieron en Kurz el abanderado de la era posterior a Merkel. Bueno, ya no”.
Los conservadores de Kurz pactan con los verdes un Gobierno de coalición en Austria
EFE
Poco después, el cómico alemán Jan Böhmermann dedicaba un programa completo de su ‘Magazine Royale’ en la noche del viernes del canal público ZDF a criticar a Kurz y lo que él calificaba de creciente autoritarismo y estrategia para debilitar al estado de derecho. Böhmermann había ocasionado en el pasado incluso una crisis diplomática con Turquía por sus críticas a Recep Tayyip Erdoğan.
En septiembre, Kurz declaraba ante el juez en el marco de las investigaciones anteriores, pero su comparecencia no se daba a conocer hasta semanas más tarde. Sin embargo, el 3 de octubre y después de la debacle de la CDU en las elecciones alemanas, su diputado Christoph Ploss alababa a Kurz y lo veía como un “ejemplo a seguir” y antídoto a la disgregación de los partidos conservadores-liberales en otros países. “Hay buenos ejemplos, como en Austria”, decía, alabando el “claro rumbo” de la ÖVP.
El 6 de octubre, la policía realizaba un registro por primera vez en la historia en la sede de la Cancillería Federal y en el Ministerio de Finanzas. En cuestión de horas, Profil publicaba un documento de 140 páginas de la Fiscalía, en el que se hablaba de una investigación por la malversación de centenares de miles de euros, en un presunto esquema de anuncios en tabloides para comprar editoriales y reportajes, junto con la publicación de encuestas manipuladas, realizadas por un centro de opinión al que se le pagaría con estudios no realizados. “¿Dónde están los estudios?”, se preguntaba Der Standard. Los encargos serían por parte del Ministerio de Finanzas, que se gastó presuntamente “más de medio millón” en estudios no publicados.
Kurz gana en Austria y debe elegir: ¿más ultraderecha o abrazar a Los Verdes?
Antonio Martínez. Berlín
En cuestión de horas, el escándalo saltaba a la prensa internacional. Bloomberg involucraba al “círculo interior” de Kurz, el Financial Times mostraba su “sospecha”. La Asociación de Directores de prensa de Austria publicaba una editorial conjunta, en la que sus miembros reiteraban que “no hay ningún tipo de compensación por recibir un anuncio” y que “mantenemos nuestra distancia y no nos dejamos manipular”. El director del Wiener Zeitung, Walter Hämmerle, escribía que “esto no va solamente de Kurz y la ÖVP; está en juego la credibilidad de los medios independientes”. Sin embargo esa noche Horst Picker, CEO de Verlagsgruppe News, afirmaba en el canal Puls 24 que “hay que ser justos con Kurz. Este sistema existe desde hace tiempo”.
La pérdida de la capacidad de gobernar
El 7 de octubre, el presentador estrella de la ORF, Armin Wolf se levantó con el artículo de Daniela Kittner en el Kurier: “Austria está en modo de crisis”. La ÖVP “no puede ir con Kurz a unas nuevas elecciones”. Hasta entonces, el socio de coalición había estado a la expectativa. Pero el verde Kogler había basado su anterior campaña electoral en la lucha contra la corrupción, y nuevas filtraciones de SMS implicaban directamente al canciller, quien parecería estar informado directamente de algunos pormenores. Una parte importante de las pesquisas se centraban en la época de la ‘Operación Ballhausplatz’.
“La capacidad de actuar del canciller [en ejercicio de su mandato] ha sido puesta en duda”, fueron las palabras de Kogler. Con esto, se iniciaba el principio del fin para Sebastian Kurz. Durante el día, los Verdes se esforzaron en hacer circular una propuesta de solución: si Kurz dimitía, el Gobierno podría seguir con otro líder conservador. Sin ir más lejos, el miércoles siguiente se tenía que iniciar el debate de los presupuestos, esenciales para finalizar la legislatura. Sin embargo, los barones del partido seguían, inicialmente, apegados a su líder. Después de una ronda de conversaciones con los partidos, quedó clara la opción de la oposición. La socialdemócrata Pamela Rendi-Wagner se ofrecía para liderar un gobierno de concentración nacional, que incluiría al FPÖ de Herbert Kickl. Si no fuera que después de la salida de Strache y de ganar el pulso contra Hofer, el partido populista se convirtió en antivacunas. Kickl mismo negaba en septiembre haberse vacunado, y la pandemia sigue.
Este viernes, el presidente Van der Bellen hablaba finalmente. “En Austria existe el derecho a la presunción de inocencia. Pero también existe el derecho de los ciudadanos a contar con un gobierno que tenga la capacidad de gobernar”. Los titulares seguían. El corresponsal de la ORF en España, Josef Manola, destacaba el ‘collage’ de Der Standard, con Kogler y Kurz en una carta de poker, Kurz boca abajo, y el título “final de la partida”. Der Spiegel titulaba ‘Asunto de Estado’ y se preguntaba por el grado de implicación del canciller. A última hora, Melissa Eddy resumía lo ocurrido para el New York Times y hablaba de un “futuro cada vez más incierto” para Kurz. El sábado llegaba la dimisión.
¿Y ahora qué?
El verde Kogler ha aceptado la dimisión de Kurz y la continuidad en un gobierno liderado por Alexander Schallenberg, en aras de la estabilidad necesaria para el país. Sin embargo, Kurz continuará como jefe del Grupo parlamentario de la ÖVP, lo que le garantiza inmunidad, y le convierte en palabras de la socialdemócrata Rendi-Wagner en un “canciller en la sombra”. La líder liberal, Beate Meinl-Reisinger, se preguntaba si “bastará” con eso. Charlando con Thür, el analista Filzmaier ponía el dedo en la llaga: “a más tardar, cuando la oposición exija una comisión de investigación en el parlamento, tendremos la primera crisis del nuevo gobierno”. Desde Suiza, en el NZZ calificaba como “desilusionante” el balance del paso de Kurz por la política y valoraba un posible retorno a la Cancillería como “poco realista”. Eso sí, le quedan muchos años por delante, y buena parte de la legislatura al gobierno para garantizar la estabilidad.
source Dimite Kurz, cae el ‘Wunderkind’ de la derecha europea