Dos horas al día, durante meses: así son los últimos juicios por crímenes del Holocausto

Irmgard Furchner tiene 96 años. Se calza un pañuelo sobre la cabeza, gafas de sol y una mascarilla FFP2, y nadie reconoce el rostro que hay debajo. Así llegaba esta anciana ante la Audiencia Provincial de Itzehoe, en el norte de Alemania, para escuchar los cargos que pesan sobre ella, en lo que podría ser uno de los últimos juicios de este tipo. Furchner, cuando tenía 18 años, había sido secretaria del campo de concentración de Stutthof (Polonia), en el que se estima que murieron unas 65.000 personas. A las pocas horas de comenzar su juicio, el pasado 30 de septiembre, Furchner desapareció: salió de la residencia de Quickborn-Heide (Hamburgo) por la mañana, se subió a un taxi y desapareció, por lo que su caso tuvo que ser aplazado.

Horas después de que la ambulancia que la tenía que recoger no se la encontrara, fue arrestada, y aunque en un principio quedó bajo custodia policial hasta la fecha de la vista, el 19 de octubre, finalmente fue liberada al asumir que existían garantías de que comparecería ante la Justicia. Esas garantías pasaban por estar obligada a llevar, en todo momento, una pulsera tobillera identificadora, que, en su caso, está unida a la muñeca.

Entretanto, Berlín se preparaba para dar comienzo, el 7 de octubre, a otro juicio diferente, aunque similar: Josef Schütz, de 100 años, se sentaba para declarar (o no hacerlo) con respecto a su paso por el campo de concentración de Sachsenhausen, a las afueras de la capital alemana, donde había sido guardia de las Schutzstaffel (SS). Lo hacía sentado en una silla de ruedas y agarrando, en todo momento, una carpeta azul para cubrirse el rostro. La acusación contra Schütz está compuesta por un total de 134 páginas.

Schütz, con una carpeta cubriéndose el rostro, durante la primera vista de su juicio. (Reuters)Schütz, con una carpeta cubriéndose el rostro, durante la primera vista de su juicio. (Reuters) Schütz, con una carpeta cubriéndose el rostro, durante la primera vista de su juicio. (Reuters)

Los de Furchner y Schütz podrían ser de los últimos juicios que se puedan celebrar por crímenes del Holocausto. Así lo considera el juez Dominik Groß, quien ha permitido filmar, por razones históricas, el juicio contra la anciana de 96 años, al calificarlo como “uno de los últimos juicios penales en el mundo relacionados con los crímenes de la era nazi”.

¿Por qué se les juzga ahora?

El caso que ha llevado ante la Justicia a Furchner y Schütz se remonta a 2009. En aquel año, John Demjankuk, apátrida de origen ucraniano pero con nacionalidad estadounidense, fue acusado de ser el criminal de guerra nazi Iván, el terrible. Después de la Segunda Guerra Mundial, ocultó su participación durante el Holocausto y en los años cincuenta emigró a Estados Unidos. A finales de los sesenta se conoció su vinculación con la Alemania nazi, en 1986 fue extraditado a Israel para ser juzgado y allí, en 1988, fue condenado a muerte en primera instancia. Sin embargo, el Supremo israelí anuló su condena años más tarde al considerar que no estaba suficientemente probado que Demjanjuk y el nazi conocido como Iván el terrible fueran la misma persona.

Jordi Corominas i Julián

En 2009, no obstante, volvió a ser juzgado, ahora en Alemania. La Justicia determinó que, efectivamente, no había manera de demostrar que Demjanjuk fuera Iván el terrible, pero sí de que fue cómplice de muchos de los asesinatos que tuvieron lugar en el campo de concentración de Sobibor, en lo que actualmente es Lublin (Polonia). Tras muchos meses, en 2011 fue declarado culpable y condenado a cinco años de prisión, aunque se presentó una apelación a la sentencia y al año siguiente, Demjanjuk murió, en una residencia de ancianos, antes de que culminase su caso. Desde este momento, el juez dijo que siempre que se pudiera probar que una persona había formado parte del ‘engranaje’ de la “maquinaria de destrucción” de la Alemania nazi, por muy pequeño que hubiera sido su papel, habría de ser considerado responsable de los crímenes allí cometidos.

Esto abrió la puerta a nuevos juicios, entre ellos el que tiene lugar en el norte de Alemania contra Furchner y el de Berlín contra Schütz. La primera, actualmente de 96 años, ejerció cuando tenía entre 18 y 19 años de taquígrafa y mecanógrafa en la oficina del comandante del campo de concentración de Stutthof (Polonia), donde durante el nazismo se estima que fueron asesinadas unas 65.000 personas. Por su parte, Josef Schütz, ahora de 100 años, tenía 21 cuando fue cabo principal de la división Totenkopf de las Waffen-SS, ejerciendo de guarda en el campo de concentración de Sachesenhausen, cerca de Berlín, entre 1942 y 1945.

¿De qué se los acusa?

Aunque en Stutthof murieron muchos más, a Furchner se le acusa de complicidad en el asesinato de 11.412 personas, entre junio de 1943 y abril de 1945, tiempo que pasó como secretaria en el campo de concentración. Además, sobre ella pesan otros cargos de complicidad en el intento de asesinato de otras 18. El caso de Furchner es llamativo, ya que es la primera mujer en ser juzgada en varias décadas por crímenes relacionados con el Tercer Reich.

Furchner, durante su primera vista del juicio. (EFE)Furchner, durante su primera vista del juicio. (EFE) Furchner, durante su primera vista del juicio. (EFE)

Sobre Schütz, por su parte, pesan las acusaciones de complicidad en la muerte de 3.518 prisioneros, pero también de haber facilitado que se disparara contra presos soviéticos, de ayudar y ser cómplice en asesinatos sistemáticos con Zyklon B, el gas que se inoculaba a los reos en las cámaras de gas de los campos de concentración nazis, y por la detención de prisioneros en condiciones hostiles. La portavoz de la Fiscalía de Neuruppin, Iris le Claire, recordó que las acusaciones que pesan sobre él no son por haber “disparado contra alguien en particular”, sino por “haber contribuido a estos actos”, en su trabajo como guardia, y por “estar al tanto” de lo que ocurría en Sachsenhausen, por donde entre 1936 y 1945 pasaron unos 200.000 prisioneros, entre judíos, homosexuales y opositores políticos.

¿Cómo están siendo los juicios?

Irmgard Furchner solicitó, antes del procedimiento, no comparecer de manera presencial en su caso y que pudiera estar representada por su abogado, apelando a las limitaciones físicas y a su avanzada edad; sin embargo, el día que tenía que comenzar el juicio se aplazó la vista dado que, al tratarse de un juicio penal, la procesada debía estar presente en la lectura de cargos. La fiscal, Maxi Wantzen, le leyó los cargos en la primera vista: cooperación en el asesinato de 11.412 personas y cómplice de intento de asesinato en otros 18. Desde entonces, las vistas solo pueden alargarse, como máximo, dos horas diarias, debido a su condición médica. Eso sí, se prevé que el juicio se alargue durante varios meses.

El juicio contra Irmgard Furchner. (EFE)El juicio contra Irmgard Furchner. (EFE) El juicio contra Irmgard Furchner. (EFE)

La procesada está representada por un abogado de oficio, mientras que otros 14 letrados representan a la parte civil, con un total de 30 testigos, entre ellos supervivientes del campo de concentración de Stutthof llegados desde Polonia e Israel. En el caso de Schütz el juicio estaba programado para que durara 22 audiencias, con sesiones de un máximo de dos horas y media, pero la primera duró algo menos de una hora debido al estado de salud del acusado, a pocas semanas de cumplir los 101 años. Precisamente a raíz de su edad varios médicos han asegurado que está solo “parcialmente apto” para ser juzgado. En este juicio, al menos en la primera audiencia, acudieron 16 testigos, siete de los cuales eran supervivientes de Sachsenhausen, mientras que los otros nueve son familiares de víctimas.

Sus propios testimonios: ¿inocentes o culpables?

Irmgard Furchner ya había declarado en el pasado varias veces, aunque siempre como testigo; en 1954 aseguró que toda la correspondencia con la oficina central de las SS pasaba por sus manos y que el comandante del campo, Paul Werner Hoppe, le dictaba diariamente escritos y mensajes de radio. Aun así, siempre insistió en que no era consciente de lo que ocurría allí, mucho menos de lo que ocurría dentro de las cámaras de gas; testificó en el proceso contra Hoppe, condenado en 1957 a nueve años de cárcel que no cumplió de manera íntegra. Ahora, después de su pequeña fuga previa al juicio, recuerda que en una carta que envió a los juzgados había pedido no comparecer en persona: entre otras cosas, teme el desprecio de los asistentes.

La fiscal del caso de Furchner, Maxi Wantzen, asegura que dado su papel en el campo —”una de sus tareas era la grabación, clasificación, preparación y redacción de toda la correspondencia del comandante del campo”, asegurando el “buen funcionamiento” del mismo— tenía que tener, al menos, “conocimiento parcial” de lo que ocurría en Stutthof: los 65.000 presos de aquel campo fueron ejecutados con un disparo, ahorcados o gaseados con Zyklon B; torturados, congelados hasta la muerte, muertos por inanición. Según Wantzen, a los presos se les hacía creer que iban a ser sometidos a un examen médico, pero acababan en la cámara de gas; o se les pedía que se apoyaran contra una pared para medirles la altura, momento en el cual recibían un disparo.

“Irmgard no niega los crímenes del Holocausto, no es como Ursula Haverbeck”

Furchner estuvo en Sutthof de manera absolutamente voluntaria, nadie la había obligado a trabajar allí, después de haber hecho lo propio en Dresdner Bank. Su abogado, Wolf Molkentin, asegura que su clienta no responderá a ninguna pregunta, y asegura que ella no es Ursula Haverbeck —condenada con 89 años por negar que Auschwitz fuera un campo de exterminio, así como lo que ocurrió en el Holocausto en general—: “No niega los crímenes de la ‘shoah’ (Holocausto), ni siquiera todos esos actos horribles que vuelven a nuestros ojos al leer la acusación”. Sin embargo sí niega la acusación en torno a la cual gira el juicio: que ella es, personalmente, culpable de algún delito, tal y como recoge ‘Spiegel‘.

Uno de los abogados de la acusación, Christoph Rückel, ha pedido al tribunal que reconsidere su negativa a acudir presencialmente a Stutthof, para que puedan ver realmente el lugar: “Una inspección visual del lugar les permitiría ver que lo que habría hecho la acusada: tanto en su camino diario hacia su puesto de trabajo, como su vista desde el edificio del comandante de campo, donde tenía su oficina… Tuvo que observar la existencia de una cámara de gas, un crematorio, una horca y el omnipresente trato cotidiano inhumano de los detenidos… tanto acústica como visualmente”, señaló. La acusación ha pedido, además, que se intente completar el juicio: “A los que yo represento tienen la misma edad que Irmgard Furchner (…). Necesitan cerrar esto”.

Schwarzbaum, superviviente del Holocausto, durante el juicio contra Josef Schütz. (Reuters)Schwarzbaum, superviviente del Holocausto, durante el juicio contra Josef Schütz. (Reuters) Schwarzbaum, superviviente del Holocausto, durante el juicio contra Josef Schütz. (Reuters)

Schütz, por su parte, tampoco ha hecho ningún comentario aún sobre los hechos que se le imputan, aunque este viernes podría declarar acerca de su situación personal, siempre y cuando no esté relacionado con las acusaciones. La Fiscalía abrió su juicio con la lectura de parte de la acusación, conformada por 134 páginas, y el fiscal encargado del caso, Cyrill Klement, afirmó que el acusado “apoyó de manera consciente y deliberada” todo lo que ocurrió dentro de Sachsenhausen —asesinato de prisioneros, fusilamientos en masa, exterminio en cámaras de gas, muerte por enfermedades o inanición….—, al menos “con el meticuloso” desempeño de su papel de vigilante como parte de la “maquinaria” asesina, tal y como recoge France24.

El abogado de once de los 16 testigos en el caso de Schütz, Thomas Walther, sostiene que el hecho de que el acusado esté siendo procesado y que haya comparecido en el juicio ya es una “señal positiva”, por lo que se muestran optimistas ante la posibilidad de que “algo” pueda pasar. “Quizás este hombre decida, al final, antes de última hora, explicar algo sobre su pasado”. Por ahora, Schütz tampoco ha querido hablar sobre su paso por el campo de concentración de Sachsenhausen.

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