No todos los puntos valen lo mismo y tienen el mismo significado. El Celta sacó ayer uno de esos empates de los que se hablan durante años enteros. El Barcelona ganaba 0-2 en Balaídos tras aprovechar dos regalos infantiles del Celta (terrible Mingueza) y parecía tranquilo porque los de Giráldez parecían inofensivos por su nulidad en el remate. Pero se quedó con diez el Barcelona (media hora después de lo que merecía) y llegó un terremoto. Dos goles de Alfon y Hugo Alvarez dieron el empate a un equipo que nunca se resignó y que empujó luego hasta el último aliento para conseguir un tercer gol que no llegó. Pero el punto es oro puro.
El fuera de juego de Flick, ese “prodigio” que tenía hechizado al fútbol español fue un juguete en manos del Celta que siempre encontró la forma de correr a la espalda de los defensas del Barcelona. Claudio hizo entender a su gente de la necesidad de no precipitarse, de buscar un pase más antes de poner al delantero a correr. Beltrán y Moriba lo interpretaron de maravilla y sobre todo a través de Bamba el Celta generó situaciones muy claras en el área del Barcelona. Pero como le sucedió ante el Atlético de Madrid o el Real Madrid, el partido lo marcó su escasa eficacia.
Todo lo contrario en el caso del Barcelona que acertó en la primera que tuvo para castigar la extraña vuelta de Mingueza al lateral izquierdo. Fue la solución más novedosa de Giráldez y en el primer balón a su espalda todo se desmoronó. Porque midió mal el bote y la dirección del balón y luego cayó como un juvenil en el recorte de Raphinha que le sentó antes de ajustar el remate junto al palo derecho de Guaita.
Pero el gol no lastimó el ánimo del Celta que siguió fiel al plan. Casi siempre aprovechando las entradas de Bamba fueron llegando las ocasiones que malograron de manera lastimosa. Errores de puntería y alguna mano milagrosa de Iñaki Peña como en aquel disparo de Ilaix Moriba. Y entonces apareció en escena Soto Grado, el árbitro riojano que se hizo en sueco en un claro empujón a Iago Aspas dentro del área y poco antes del descanso perdonó la segunda amarilla al joven Gerard Martín. Aquello provocó la explosión de Balaídos y la inmediata decisión de Flick de cambiar al lateral izquierdo y evitar el evidente problema.
En el segundo tiempo al Celta le costó entrar en el partido y generar situaciones claras. Pero no era un mal plan para el equipo de Giráldez que estaba a un buen pase de nivelar la tarde. Porque Guaita estaba en paz, en absoluto exigido por el rival. Pero el Celta se enredó de nuevo sin necesidad. Lewandowski aprovechó un regalo monstruoso primero de Mingueza (penalizado con su posición en la izquierda) y luego de Starfelt, muy blando en un cruce. Parecía todo medio decidido, pero el Celta insistió sin suerte durante un buen trecho. La tuvo Hugo Alvarez en un claro mano a mano con Iñaki Peña y pareció la última ocasión para meterse en el partido. Pero llegó la expulsión de Casadó por frenar a Ilaix en un desmarque y aquello enloqueció al Barcelona. Koundé se enredó con un balón y Alfon aprovechó para anotar a placer en el minuto 83. Se abría un nuevo escenario. En medio de la locura el Celta fabricó otra magnífica jugada que Hugo Alvarez acabó de forma primorosa tras sentar a un rival y batir por bajo a Peña. Balaídos no se lo creía hasta el punto de que el 2-2 parecía poco y la grada reclamaba una carga más. Llegó, pero el taconazo de Borja Iglesias se quedó en las manos del portero azulgrana.
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