El control del relato del ‘procés’ fuera de España: ¿un monólogo?

El control del relato internacional ha estado siempre en el punto de mira del independentismo catalán, no tanto, parece, de los diversos gobiernos españoles que han pretendido enterrar el conflicto en el jardín de casa.

España desde el extranjero es la misma cosa que todos los países y conflictos de los que los españoles se forman una opinión, con ideas vagas que en muchas ocasiones se basan sobre todo en elementos visuales. Expertos en política internacional hay pocos, así que ahí fuera, entre no catedráticos y diplomáticos, sino televidentes de 20 minutos de telediario, la opinión pública se forma con “certezas”. Dos evidentes son que ver a policías pegar a manifestantes pacíficos genera simpatía por los manifestantes y que ver gente quemando contenedores y lanzando piedras genera antipatía por los alborotadores.

Carles Puigdemont, lejos de las pasiones hispano-catalanas, es un señor con gafas, de aspecto tranquilo, que deambula por Europa luchando por la causa de su pueblo. Para algunos es un ultranacionalista caduco y para otros un idealista en el exilio. No todos creen que su lucha sea justa, ni todos creen que Europa pueda permitirse abrir el melón nacionalista que puede hacer saltar por los aires el proyecto común. Sin embargo, el batiburrillo ideológico ha llevado a posturas extrañas de quien en casa defiende a la vez más Europa frente a su extrema derecha, a la que acusa de ultranacionalista, y a la vez abraza la causa catalana como una lucha de identidad.

EFE

El control del relato en un mundo globalizado es clave. El portazo europeo al independentismo parece haber sido la pieza decisiva con la que ha contado el Gobierno de Madrid para desinflar el plan soberanista. Pero los portazos políticos ni son definitivos ni inamovibles, se construyen con la opinión de quien ostenta la soberanía de cada nación, y esa, hasta hoy en las democracias, la tiene el pueblo. ¿Cómo se cuenta el conflicto catalán en el extranjero?

Italia: ¿el Mandela catalán?

El alcalde de Alguer, Mario Conoci, del Partido Sardo d’Azione, formación regionalista de centroderecha, declaró tras conocerse la detención en su ciudad del expresidente catalán que daba su “máximo apoyo al presidente Puigdemont”, agregando que “ninguna manifestación pacifista puede tener consecuencias judiciales”.Empezaba en ese momento el enésimo suflé catalán, esta vez en Italia, donde ha habido voces como la del líder de la Lega, Matteo Salvini, formación de extrema derecha que nació como proyecto independentista en el norte de Italia con su eslogan ‘Roma ladrona’, que se han posicionado a favor de Puigdemont: “Italia no se presta a venganzas”, dijo recientemente.

Mucho más claros en su apoyo a la causa independentista fueron otros miembros de la Lega, formación política que hoy encabeza las encuestas de intención de voto en Italia y que dentro de unos años podría estar sentada en un sillón preferencial en Bruselas discutiendo la posición de la UE sobre este asunto. “A favor del Gobierno catalán y de su legítimo presidente Carles Puigdemont. Las ideas no se procesan y el principio de autodeterminación de los pueblos no será nunca derrotado”, dijo la eurodiputada Gianna Gancia. “En Cataluña hubo un referéndum, no una guerra civil. Se han producido detenciones por una consulta democrática. ¿Violencia? Recuerdo que quienes recibieron los golpes fueron los manifestantes, incluidas mujeres y niños”, ha dicho Roberto Marcato, asesor del presidente del Véneto, Luca Zaia, y uno de los fundadores de la Lega Véneta.

Javier Brandoli. Roma

La posición de la Lega, una formación que pese al giro que le ha dado Salvini de convertirla en baluarte del nacionalismo italiano tiene en su seno una importante impronta independentista, parece lógica. De hecho, si el plan Salvini no funciona y en 2023 ganan las elecciones la izquierda y los populistas, ¿se mantendrá esta euforia italianista de la Lega o regresará a sus orígenes independentistas?

Pero también desde la izquierda italiana hay apoyos a la causa independentista. “Los grilletes sobre Puigdemont son un hecho grave y una imagen contraria a la patria de la ley”, dijo la senadora del izquierdista Partido Democrático (PD), Tatjana Rojc. “Me parece increíble este arresto. Yo soy un antinacionalista, pero estoy a favor de una Europa de los pueblos. Las posiciones políticas, aunque sean contrarias a la mía, no deben acabar en la cárcel (…). No hemos detenido a una figura peligrosa, sino a alguien que hace una lucha pacífica defendida por su pueblo”, dijo por su parte Roberto Rampi, otro senador del PD.

El Gobierno italiano ha querido desmarcarse del arresto de Puigdemont

Y ese sentir de parte de la extrema derecha e izquierda italiana es el único con voz en este conflicto, que hoy lunes sumará un nuevo episodio en el juzgado de Sassari. El Gobierno italiano, al que le cayó una patata caliente con esta detención, ha querido desmarcarse del arresto de forma similar a la del Gobierno español. La detención de Puigdemont, muy seguida en todos los medios italianos, pasó dos horas llenas de entrecomillados, críticas e ideas de todo tipo sin contar con una sola explicación de las autoridades españolas. Esa es una máxima que ha ocurrido siempre: frente a la apertura, disponibilidad y concesión de entrevistas del independentismo, se encuentra el (¿obligatorio?) silencio de gran parte de España. ¿Hablar es meter leña al fuego y no hacerlo es generar un monólogo?

Sin embargo, no todos los analistas y políticos apoyan el independentismo catalán y compran su mensaje. En la ‘Revista Rolling Stones’, el joven historiador italiano Steven Forti, escribe una pieza que se titula “Puigdemont no es Mandela, sino un Bossi posmoderno”. Umberto Bossi fue el polémico creador de la independentista y extremista Lega Norte. El texto, que es un tirón de orejas a la izquierda de su país, comienza diciendo: “Debo decir que no entiendo el error que ha cometido una parte de la izquierda italiana con Carles Puigdemont”.

El artículo ataca la visión que tienen algunos del movimiento independentista catalán y en un párrafo dice: “Para resumir y ser claros: Puigdemont no es Mandela, su partido no es de izquierda y Cataluña no es Palestina. Si realmente tuviéramos que buscar comparaciones y definiciones, el líder independentista catalán, que huyó a Bélgica tras la fallida declaración unilateral de independencia en octubre de 2017, es más bien una especie de Bossi posmoderno. Junts per Catalunya (JxCAT) es un revoltijo nacional-populista con muchas similitudes con la nueva ultraderecha europea; y Cataluña no es un pueblo oprimido, sino un ejemplo de lo que Gianfranco Viesti llamó ‘la secesión de los ricos’ (su PIB vale el 20% del de España)”.

Javier Brandoli. Roma

El 1-O, un desastre mediático para el Gobierno de España

La previa al famoso 1 de octubre de 2017 se convirtió, a nivel global, en un debate de intenciones. La prensa extranjera en España tuvo todo tipo de visiones sobre un conflicto que fue generando intensidad y llamando la atención de los corresponsales desde 2012. Desde fuera de España, las conversaciones sobre el país siempre versaban sobre la rivalidad entre Real Madrid y FC Barcelona. Después de todo, esta era, a principios de la década de 2010, la única información de España que solía llegar a los medios locales de Sudáfrica y Mozambique, donde yo residía. Pero para 2015, cuando me trasladé a vivir a México, ya habíamos pasado al monotema catalán. En dos años, la tradicional tertulia de fútbol de los encuentros con españoles se había convertido en un tema tabú, porque se empezaba hablando de Messi y CR7 y se acababa siempre en el ‘procés’.

En general, el ‘procés’ en el extranjero se fue contando como un diálogo de sordos. El ‘New York Times’ fue uno de los medios que se acercó a las posturas independentistas y el 23 de junio de 2017 publicó un editorial que se titulaba “Cataluña, un desafío para España”. El rotativo estadounidense comparaba Cataluña con Escocia y Quebec y pedía que hubiera un referéndum pactado. El ‘Financial Times’, por su parte, mantenía en otro editorial que “No hay base legal para un estado catalán”. En general, los análisis mostraban una cierta incredulidad y expectativa sobre si iba a explotar todo. Y lo hizo.

El 1 de octubre de 2017, a las siete de la mañana en Chicago, dos de la tarde en España, al encender la televisión del hotel había una única imagen en todos los canales de noticias que uno zapeaba: una multitud de personas que eran golpeadas por policías. El resto de factores ya no importaban. La ilegalidad e ilegitimidad del proceso de la que hablaba el Gobierno español no era lo que veían los televidentes estadounidenses, por mucho que desde Madrid se vendiera que la actuación policial había sido la normal ante un acto ilícito. Aquellas imágenes, que recorrieron el planeta entero, se convirtieron en la base de la llamada “revolución de las sonrisas”. Al día siguiente, en el aeropuerto de Chicago todos los grandes periódicos del país llevaban en la portada la foto de esos enfrentamientos en las que señores con casco pegaban a personas sin bates ni pasamontañas. Mediáticamente, el independentismo se apuntó ese día en el exterior su mayor éxito.

A. Fernández. Barcelona

Aquel 1 de octubre, la CNN tituló una pieza en la que se veía a un manifestante golpeado en el suelo “The Shame of Europe” (la vergüenza de Europa). El ‘Washington Post’ hablaba de disparos de pelotas de goma a personas pacíficas y personalidades como la escritora J. K. Rowling, la autora de ‘Harry Potter’, con millones de seguidores, hacía retuit a un usuario que decía “sabes que estás en el lado equivocado de un debate, o cuestión nacional de importancia, cuando acabas pegando a una abuela para tener razón”. En ese momento, la portada de ‘The Guardian’ era una mujer mayor en primer plano sangrando por la frente.

La ficción de la declaración unilateral

La respuesta al relato independentista llegó al exterior por primera vez desde las calles. Hasta el 8 de octubre, la Cataluña proespañola no existía fuera de las fronteras y socialmente las únicas imágenes que se habían visto eran las de inmensas manifestaciones independentistas. Ese día, por primera vez, el proconstitucionalismo salió del armario. La BBC titulaba así: “Independencia en Cataluña: inmensa manifestación por la unidad de España en Barcelona”.

Por su parte, France 24 decía que “cientos de miles de personas salieron el domingo a las calles de Barcelona, ​​la capital de Cataluña, para expresar su oposición a cualquier declaración de independencia de España, mostrando lo dividida que está la región sobre el tema”.

De alguna manera, los constitucionalistas dieron ahí su primer golpe de efecto y se hizo visible lo que hasta entonces había sido una oposición silenciosa y carente de imágenes. Sin imágenes, sin una larga avenida llena de gente, el resto del planeta solo veía ese 50% independentista catalán abarrotando plazas. “Vaya, no sabía yo que en Cataluña había tanta gente que apoyaba a España”, recuerdo que me llamó aquel día un amigo periodista mexicano.

Javier Bocanegra

La posterior declaración unilateral de independencia llegó ya de la mano de algunos artículos, como este de la BBC del mismo 27 de octubre, donde ya se cuestionaba si la violencia policial del 1 de octubre fue la que se dijo las primeras horas, se rebatían bulos y cifras dadas de heridos por el entorno independentista y se comparaba la supuesta brutalidad policial con lo ocurrido en otros países europeos.

Cuando, finalmente, el Parlamento catalán votó a favor de la declaración unilateral de independencia, la prensa internacional occidental en general vio como una “locura” una medida que se hizo sin el apoyo de la mitad de los parlamentarios y mitad de la población. ‘The Guardian’ recordaba esa falta de mayoría, tiraba de las orejas a Rajoy y Puigdemont por su falta de diálogo y se adentraba en el problema de fondo que preocupaba a Europa: “El dilema catalán es una ilustración dramática de un problema mayor para los muchos estados nacionales europeos que enfrentan presiones secesionistas y la cuestión no resuelta del derecho a la autodeterminación”, recordaba el rotativo. Una cosa es que uno vea con simpatía al pueblo catalán y su ejercicio del derecho de autodeterminación, y otra cosa aceptar una declaración unilateral de independencia que pueda sentar un precedente en tu país, poniendo a Córcega, Escocia, Alta Silesia, Flandes, Sud Tirol… a la futurible cola.

El periódico francés ‘Le Monde’ recordaba en su editorial que “La República Independiente proclamada por un Parlamento catalán sin casi la mitad de sus parlamentarios es una ficción que solo habrá durado unas horas. Ningún estado extranjero la ha reconocido. La Unión Europea y sus principales Estados miembros reafirmaron de inmediato su apoyo al Estado español”.

Barcelona, en llamas

En octubre de 2019, con el envío a prisión de los principales líderes que intervinieron en la declaración unilateral de independencia, la “revolución de las sonrisas” salta por los aires y la ciudad acaba en llamas ante un planeta que asistía a otro capítulo del conflicto. Algunos medios, como el polémico canal turco TRT World, se preguntaban si era “¿violencia o autodefensa?”.

A. Fernández. Barcelona

Las imágenes en llamas de una de las ciudades más turísticas del planeta esta vez enseñaban una masa de gente joven muy agresiva que atacaba con furia a los agentes y al mobiliario urbano. “Estamos hartos, este es un clima irrespirable”, me dice por entonces una pareja italiana que vivía en la Ciudad Condal. Pese a que una parte del propio independentismo intenta alejarse de unas imágenes que hacen daño a su afán de aparecer como movimiento pacífico, los altercados tienen imágenes explícitas que no ayudan a ganar apoyos de la opinión pública internacional.

Hay un análisis que publica el ‘Washington Post’ de diciembre de 2019 que se titula “Cómo el impulso por la independencia de Cataluña ha revuelto la política española”. El informe, que firman conjuntamente tres investigadores de universidades de Londres, Nueva York y Barcelona tras decenas de entrevistas y años de trabajo de campo, explica que “los moderados en Cataluña se están polarizando” y señala dos cambios importantes. El primero, que “los independentistas han pasado de apoyar Europa a no identificarse con ella ante la falta de apoyos”; el segundo, que, “en 2014, los independentistas integraban a los inmigrantes como prueba del identidad inclusiva catalana (…), mientras que actualmente (2019) los que apoyan la independencia creen que la identidad catalana no se puede adquirir si no se tiene sangre catalana”.

La investigación concluye con un palo a la estrategia adoptada desde Madrid: “El Gobierno de España ha negado durante mucho tiempo las solicitudes de diálogo de los líderes independentistas con la esperanza de desgastar el movimiento. Nuestra investigación sugiere que esta estrategia no ha funcionado. Con los moderados de Cataluña cada vez más polarizados, los partidarios de la independencia se han vuelto cada vez más excluyentes en sus identidades y más dispuestos a aceptar la violencia política en su búsqueda de la independencia. Estas tendencias, junto con la creciente evidencia de una reacción nacionalista de la extrema derecha española, podrían conducir a una fragmentación social a largo plazo tanto dentro de España como en su relación más amplia con Europa”.

Hong Kong, Crimea…

¿Qué le queda al relato independentista catalán? Por ahora parece contar con la simpatía de ciertos sectores progresistas internacionales, algunos grupos de extrema derecha soberanistas, grupos desestabilizadores y el apoyo de movimientos independentistas y regionalistas que hay por todo el globo. En contra, tiene a prácticamente la totalidad de los gobiernos de la comunidad internacional.

Europa Press

El Partido Independentista de Baviera en Alemania se subió al carro catalán para dar a conocer mejor su incipiente y minoritaria lucha. Hay fotos en 2018 de sus dirigentes políticos sujetando pancartas en las que se lee “Llibertat Presos Politics” con el símbolo del lazo amarillo.

En Letonia, la situación es aún más compleja. Por un lado, el primer ministro letón, Valdis Dombrovskis, dijo en 2013, al ser interpelado sobre si su país reconocería una Cataluña independiente, que, “si hay legitimidad en el proceso diría, teóricamente hablando, ¿por qué no?”. Sus palabras fueran usadas por los independentistas catalanes como un primer respaldo europeo a la causa y generaron una disputa diplomática entre España y Estonia. El problema para Letonia es que ellos tienen su propia minoría dentro —un 25% de población rusa formada en gran parte por apátridas— que también puede invocar en alguna zona donde son mayoría un referéndum de autodeterminación. Un artículo de la JamesTown Foundation que se titula “Manifestaciones prorrusas en Riga: el rastro español y sus posibles repercusiones”, ahonda en esa idea de los lazos entre el separatismo español y las autoridades y comunidad rusa.

El 24 de octubre de 2019, la agencia Reuters publicaba una nota que se titulaba “Protestantes pro democracia de Hong Kong se manifiestan a favor de los separatistas catalanes”. En el vídeo se pueden ver cientos de banderas catalanas independentistas bajo los rascacielos de la ciudad ahora bajo dominio chino.

A. Fernández. Barcelona

El ejemplo de Hong Kong puede servir para explicar cómo se entiende desde fuera la autodeterminación de los demás. ¿Quiénes de ustedes se calificarían como simpatizantes de la causa independentista de Hong Kong respecto a China? Cuando en televisión salieron imágenes de estudiantes a los que la policía pegaba con porras, ¿del lado de quién se pusieron? ¿Cuánto saben ustedes sobre la historia, derechos y grupos sociales de Hong Kong? ¿Y del zapatismo mexicano? ¿El movimiento independentista en Escocia? ¿Los derechos del Frente Polisario? ¿El conflicto de Crimea?…

En todos esos ejemplos, pregúntense del lado de quién están, por qué y con qué nivel de información se han formado su opinión. En los artículos internacionales sobre conflictos actuales de autodeterminación, Cataluña es hoy una destacada protagonista.

Contrarrestar o potenciar fuera de España —cada bando busca una cosa— ese poderoso mensaje maniqueo de mayoría opresora y minoría oprimida es una parte importante del devenir, al menos desde el punto de vista internacional, de este conflicto. Hasta ahora, el Gobierno español parece haber tenido un micro pequeño frente al altavoz independentista, como ha podido verse con la detención en Cerdeña del expresidente catalán. En el momento de acabar este artículo, se puede leer una entrevista de Puigdemont a una página en el periódico italiano ‘La Stampa’. El titular dice: “Me han espiado desde Madrid. Pronto regresaré a Cataluña”.

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