Cuando fallece uno de los suyos, en los pensamientos de cualquier buceador surge siempre la obsesión por encontrar, y rápido, una lógica a lo que pudo haberle ocurrido. “En el buceo sabes que te expones a riesgos”, resaltaba un veterano buzo a propósito de la muerte de José Luis González durante una inmersión el pasado domingo en Moaña.
Esta es una alerta que quien practica submarinismo con botella lleva activada desde el minuto uno al último de la inmersión. Con miles de horas bajo el agua, el reputado fotógrafo subacuático sabía cuando se cargó a la espalda la bombona de aire frente a la costa de Meira que también podría ser la última vez. A sus 70 años, “el Asturias” –así lo llamaban cariñosamente por su origen ovetense– jamás se confiaba. Como buen experto, para él nunca había buceos fáciles, ni siquiera a 15 metros de profundidad. Cuando gateas por el fondo del mar, el menor de los imprevistos puede derivar en un fatal desenlace. Y eso ocurrió en la maldita tarde del domingo.
La autopsia ha descartado lo que todos quienes le conocían negaban rotundamente: un error en la configuración de la inmersión o un mal funcionamiento del equipo. La posición en la que apareció el cuerpo ya hacía presuponer que lo que fuera que le ocurriese a José Luis poco tendría que ver con esa primera hipótesis. Además de agarrado al ancla de la embarcación, a su lado tenía la boya desplegada, dos aspectos que revelaban su disposición inmediata a iniciar el ascenso a superficie.
Boya a medio hinchar
Esta pequeña boya se infla inyectándole aire de la propia botella a través del regulador por donde respira el buceador. Tiene una doble función: como cabo guía para conducirte directo hacia la superficie o para hacer ver al barquero la zona donde emergerás, justo lo que aparentemente se proponía José Luis. Tras desclavar del fondo rocoso el ancla de la lancha, el fotógrafo se puso a inflar la boya y todo hace sospechar que fue en medio de esta maniobra cuando sufrió el infarto –así lo sugiere la autopsia– que precipitaría su muerte por ahogamiento.
Contando la parada de descompresión de seguridad y desde el inicio del ascenso, José Luis estaría a bordo de la lancha –patroneada por el barquero, César– en poco más de tres minutos. “De sufrir el infarto arriba tal vez tuviese posibilidades de sobrevivir, pero abajo, un ataque así es letal”, dice un amigo.
Todavía impactados, allegados y admiradores del legado gráfico solo encuentran consuelo en la forma de despedirse de este mundo de “el Asturias”. Rodeado de la vida subacuática que plasmó en espectaculares imágenes, “se murió como él quisiera morir”.
Piden un grupo GEAS en Vigo para cubrir el sur de Galicia
La muerte de José Luis González ha reabierto el debate sobre la necesidad de que el Grupo Especial de Actividades Subacuáticas de la Guardia Civil que opera en Galicia desde su base en A Coruña cuente con un equipo permanente en Vigo para cubrir el sur de la comunidad. Cada vez que ocurre un accidente en el mar o en el río, los GEAS viajan por carretera a cualquier parte del territorio gallego. Un desplazamiento que resta agilidad a urgencias realizadas a más de 160 kilómetros, como la del domingo en Moaña. El cuerpo del fotógrafo fue localizado muy rápido –y por una empresa privada–, sin embargo, hasta que llegaron los buzos de la Benemérita para izarlo pasaron horas. Para el presidente de la Federación Galega Subacuática (Fegas) “ya es hora de cambiar esto”. Guillermo Ferreiro apoya que Vigo acoja a ese retén de los GEAS. “Entre otras razones, porque así se evitaría a las familias esas largas esperas por recuperar a sus seres queridos”, incide.
Enlace de origen : El corazón de José Luis falló al iniciar el ascenso a superficie