“¿Desde el balcón alienta la revolución?“, se preguntó la revista bogotana Semana después de que el presidente Gustavo Petro decidiera acelerar los tiempos de su gestión. Esa nueva velocidad ha sido interpretada como el fin de la moderación y el comienzo de un camino más inclinado hacia la izquierda. La patronal colombiana , el llamado Consejo Nacional Gremial pidió al mandatario que respete el equilibrio de poderes. El partido Conservador anunció su salida de la coalición de Gobierno. Y se esperan más sorpresas.
“Me pregunto si ha llegado la hora de que el pueblo trabajador tome decisiones, que no solo proteste como cada primero de mayo, sino que gobierne obviamente con mayorías”, dijo Petro antes de partir hacia España y comenzaron a proliferar las advertencias apocalípticas. El sufijo “azo” permitió aumentar la sensación de peligrosidad. Se ha hablado por estas horas de “balconazo” y “timonazo” para explicar el giro anunciado desde el mirador del Palacio Nariño, la sede del Ejecutivo. “¿En qué queda, entonces, el Acuerdo Nacional?“, quiso saber la influyente analista María Jimena Duzán después que se partiera en dos la alianza de partidos que venía gobernando desde agosto, y en la que el centro político funcionaba como una suerte de contrapeso programático.
“Ningún cambio se puede presentar en una sociedad si no hay un respaldo popular, esos cambios no se pueden imponer y el llamado a la presencia de la población, en las calles, a las plazas no es un llamado a la violencia, todo lo contrario”, dijo Petro apenas aterrizado en Madrid y sus expresiones ganaron los primeros planos noticiosos. Se convirtieron en un previsible motivo para extender la discusión y agitar temores.
Algo más que una cuestión semántica
Lo que está en juego por estas horas es el mismo significado de la palabra “cambio” en un país con 40% de sus habitantes sumergidos en la pobreza. Durante las elecciones de 2022, estuvo en boca de Petro y su contendiente en la segunda vuelta, el magnate Rodolfo Hernández, pero también de otros competidores. Para cada aspirante, el sentido del “cambio” era distinto, y eso es lo que se ha vuelto a verificar desde el momento en que el presidente llamó a llevar adelante ese anhelo reflejado, subrayó, en el “mandato popular”.
Las interpretaciones de la alocución del 1 de mayo volvieron a ser cargadas de viejos fantasmas amenazantes. Nada que no conozca una Colombia históricamente polarizada, donde la narrativa conservadora tiene un arraigo cultural más allá de las elites. “Furia del déspota“, dijo el caricaturista Lorenzo Madrigal en una columna publicada en el diario El Espectador, al comentar el viraje presidencial que se materializó con la salida del gabinete de siete de sus 19 ministros, todos pertenecientes a su efímera ala moderada. La crisis sobrevino después de que los aliados de Petro encontró resistencias en el liberalismo y el partido de la U a acompañar sus estratégicas reformas.
Los riesgos en el horizonte
“Sé que con esta decisión estoy caminando por el filo de la navaja, pero cuándo en mi vida no ha sido así”, se le escuchó decir a Petro tras el reordenamiento interno, de acuerdo con la revista Cambio. Para el portal La Silla vacía, la crisis ministerial es un “parteaguas”. La “tranquilidad” que había exhibido el mandatario en sus primeros meses de gestión “se agotó”. El liderazgo ha vuelto a ser “impaciente” y decidió “atrincherarse” como lo hizo durante sus días al frente de la alcaldía capitalina cuando “demostró ser un líder audaz” y con “con capacidad de introducir nuevos temas en la agenda”.
El presidente quiere avanzar con sus reformas de Salud, laboral y su programa de Desarrollo. También con la “paz total” que involucra a las insurgencias, los grupos de extrema derecha y el narcotráfico. De hecho, este martes comenzó una nueva ronda de negociaciones en La Habana entre el Gobierno y la insurgencia del ELN, de corte guevarista. Y, además, quiere ser un eslabón vital en el complejo proceso de negociaciones entre el madurismo y la oposición venezolana. Petro no quiere más pausas innecesarias, como lo dejó en claro en el tema agrario. El Estado, se ha quejado, apenas ha podido comprar cerca de 17.000 hectáreas de tierra productiva y dicen necesitar tres millones que están en manos de “un sector privilegiado“.
Sergio Guzmán, de la firma Colombia Risk, considera que a Petro le está costando comprender dinámicas intrínsecas de la política, como es ceder o desistir ante ciertas intenciones, lo que lo lleva a tropezar con la misma piedra de sus años de alcalde, entre 2012 y 2015. “El mandato popular permite que una persona proponga y adelante una serie de reformas por la vía legislativa y los canales oficiales, pero no es un cheque en blanco”, recordó Guzmán a la revista Cambio.
Diferencias y semejanzas
Petro, cuya aprobación popular es de casi el 50%, se ha diferenciado de otras experiencias de la izquierda regional por su concepción de la democracia y la centralidad que tiene en su horizonte político la cuestión climática. Pero también se separa de lo que ha ocurrido en países vecinos como Venezuela y Ecuador, o los casos de Bolivia y la Argentina kirchnerista en que la relación de fuerzas no le permite avanzar solo: necesita negociar con otros partidos. Cuando todavía no ha cumplido un año de Gobierno, la política de los acuerdos le ha resultado insuficiente. Para el exguerrillero del M-19, las reformas deben ganarse en el espacio público para incidir en el Congreso. En Colombia parecen concluir los meses de relativa amabilidad política.
Enlace de origen : El giro a la izquierda de Petro reordena el mapa político colombiano