“No voy a ser mascota del poder por ninguna candidatura”. Cristina Fernández de Kirchner volvió a decir lo que todos sus seguidores saben, pero, desde hace seis meses, se niegan a escuchar: por razones políticas, judiciales y familiares no quiere presentarse a las elecciones del próximo octubre en las que el peronismo, el partido en el poder, marcha hacia una derrota histórica. La inflación, de más del 100% anual, una pobreza que amenaza horadar el espeluznante techo del 40%, la crisis del dólar, y el desencanto que ha provocado la gestión de Alberto Fernández, el jefe de Estado ungido por su dedo providencial, habían convertido a la figura de la dos veces mandataria y actual vicepresidenta en el único instrumento capaz de despertar entusiasmo de cara a la contienda.
Esas ilusiones de los kirchneristas nunca se correspondieron con la realidad. De hecho, Fernández de Kirchner ha dicho ‘no’ tantas veces a la proposición formulada a través de cantos, consignas, pintadas callejeras, que los memoriosos han perdido la cuenta de la cantidad de renunciamientos públicos a toda candidatura.
La palabra “renunciamiento” tiene peculiares resonancias en el movimiento fundado en 1945 por el entonces coronel Juan Perón. Seis años más tarde, su esposa, Eva Perón “renunció” a los honores pero “no a la lucha” cuando, por presiones castrenses, debió desistir de su candidatura a vicepresidenta como acompañante de su esposo. Poco después, fallecería fulminada por un cáncer.
Los jóvenes y no tan jóvenes kirchneristas quisieron revivir esa escena mítica. Habían preparado para el 25 de mayo, cuando se cumplen 20 años de la asunción presidencial de Néstor Kirchner, una gran manifestación con el propósito de convencer a su líder de que cambiara de opinión. No había ningún indicio de que fuera a hacerlo. El 6 y el 27 de diciembre, el 29 de marzo y el 27 de abril ya descartó toda posibilidad de presentarse a los comicios. Su argumento principal es la controvertida sentencia en primera instancia en una causa por corrupción en la gestión de la obra pública durante sus dos gobiernos anteriores. El Tribunal le impuso seis años de cárcel y la inhabilitación perpetua a ejercer cargos públicos. Si bien se trata de un dictamen en primera instancia, la vicepresidenta asegura que ese juicio ha sido armado para sacarla del juego electoral. Después vino el atentado en su contra. Los abogados no se cansan de impugnar a la jueza María Eugenia Capuchetti. Aseguran que no investiga. Evita ir al fondo de la cuestión, que incluye los vínculos de los fallidos agresores con el macrismo, el partido del expresidente Mauricio Macri.
Fuerte impacto
Como era de suponer, la noticia impactó como un tsunami en el Congreso Nacional del peronismo, llevado a cabo con la ilusión de que otra noticia iba a ser posible. “Como vengo sosteniendo desde hace mucho tiempo, no se trata sólo de la proscripción de una persona, sino del peronismo“, aseguró Fernández de Kirchner. Sin embargo, parte de los dirigentes de ese espacio no la acompañan como ella esperaría. No se sienten proscriptos sino preocupados por el desastre electoral que se avecina.
Fernández de Kirchner fue más allá del problema de su candidatura y consideró que, al cumplirse este año cuatro décadas de la restauración democrática, son dolorosamente visibles los efectos de sus promesas incumplidas. Raúl Alfonsín, el primer presidente del periodo posdictatorial había sostenido que “con la democracia se cura, se come y se educa“. Esos tres pilares no solo están puestos en cuestión. La vicepresidenta absuelve a sus gobiernos y responsabiliza a la derecha del fuerte ciclo de endeudamiento entre 2016 y 2019 que llevó a pedir 45.000 millones de dólares al Fondo Monetario Internacional (FMI), a cambio de un duro ajuste en la economía.
La situación social es el combustible que alimenta en sectores juveniles y marginales el fuego de la ultraderecha. Es cada vez más cierto y amenazante un escenario electoral en el que la presidencia se dirima en un segundo turno entre el economista Javier Milei y el alcalde capitalino, Horacio Rodríguez Larreta, perteneciente al macrismo. El peronismo, en cambio, no tiene un candidato que “enamore” a sus bases.
Mientras Fernández de Kirchner repetía su ‘no’, Milei anticipaba que, de ganar la presidencia, no le temblaría la mano para clausurar el Congreso si contraviene sus políticas basadas en la dolarización y la disolución del Banco Central. Hasta los anfitriones del coqueto Yatch Club se azoraron ante la vehemencia del émulo argentino de Vox.
Enlace de origen : El peronismo, huérfano tras el nuevo rechazo de Cristina Kirchner a ser candidata a la presidencia