La secuencia de los hechos contra el Real Madrid es siempre improbable. El destino invita a no dominar, porque el equipo blanco, eterno Rey de Europa, es un púgil al que cada golpe le enerva. Juega con la presión del rival. Sabe que con todo a su favor es previsible, pero después de todo lo sucedido en la pasada edición tiene miles de comodines. Es un trabajo psicológico depurado, donde el veneno se va insertando en el cuerpo del contrincante cuando este cree tenerlo controlado. Pero esta vez, la maquinaria blanca naufragó. Un proceso de destrucción que afectó a todos los baluartes.
Bernardo Silva, el ‘Messinzinho’ que derrocó al Real Madrid
La vida del campeón tiene estas etapas. Noches en las que quemarse hasta las entrañas para volver y entender que la debilidad no escapa nadie. Los cambios finales de Ancelotti demostraban la claudicación: Tchouaméni, Ceballos y Lucas Vázquez. En el banquillo, extasiados, viendo el hundimiento los jerarcas Toni Kroos y Luka Modric. Lo intentaron con la calidad que les acostumbra. Sin embargo, la constelación de héroes que la pasada temporada construyeron un relato inigualable, no aparecieron frente al desarrollo de la idea futbolística del City. Con su renovación en el aire, este puede ser su último gran baile con el Real Madrid.
Guardiola ha aprendido a trasnochar. Después de darle tantas vueltas a los encuentros y tener pesadillas con la irracionalidad que plantea el conjunto blanco apostó por el conservadurismo más puro. Los cambios, mínimos, como si el City fuera un castillo rígido. El equipo del español no entró al cuerpo a cuerpo y resultó mucho más maduro. Dominó todos los registros, guiado por jugadores como Bernardo Silva. Ese tipo de futbolistas que escapan a la lógica. No en vano le apodaban el ‘Messizinho’ en su época como estrella emergente del Benfica. Destripó el entramado de un equipo al que se le escapó el tempo, la posesión y hasta la fuerza para reaccionar.
La prudencia de Guardiola y un Vinicius desnudo
En Europa, frente al Real Madrid hay que estar constantemente entre el gafe y el contragafe. Dos realidades que rodean la vida de un club que se ha olvidado de perder finales y que ha convertido las semifinales en una rutina mágica. Una anormalidad para LaLiga, organización modesta que solo cuela equipos en las fases finales cuando se trata de espíritu e historia, como sucede con los blancos o con el Sevilla. Es lo que le queda al campeonato de los límites salariales, tan comedido como erróneo en la piscina de tiburones que es el fútbol actual.
“Me lo he pasado de puta madre”, aseguraba Guardiola en la previa, poniendo la venda en una herida que esta vez no apareció. Los detalles le acompañaron en el partido de ida y en la vuelta, la magia blanca se quedó en intentos. Ese larguero de Kroos escupido con violencia y sobre todo la impotencia de un Benzema cuya debilidad invocó la derrota. El ariete francés, sobre el que pivotaba todo el juego el curso pasado, nunca ha sido él mismo. Debía ser Vinicius su relevo. Sin embargo, fue frenado en seco. Ni por dentro ni por fuera. Un extremo explosivo al que le cortaron los cables.
Los campeones siempre vuelven, pero necesitan corazón
En el rostro de Modric se veían las arrugas del paso de un tiempo glorioso. Su recuerdo permanecerá más allá de esta noche trágica donde un club pensado única y exclusivamente para ganar -como el Real Madrid, pero con otro método- ha superado con mérito al campeón. Porque esta condición no se pierda en una única eliminatoria. El abultado resultado es el fruto de un camino hacia la excelencia más allá de la enorme inversión: en millones y talento. No en figuras, como el PSG, una fórmula que, por suerte para la salud de este deporte, ha fracaso una y otra vez.
El hecho de derrocar a los jerarcas refuerza el paso del tiempo y la gloria del, hasta el momento, único proyecto moderno e inversionista. Para cualquiera que ha crecido con esta generación, ver el ritmo ahogado de Kroos es una dura asunción. Sin embargo, dejó cinco minutos en plena libertad donde hizo daño para el golpe que pudo cambiar la película. Mismo gesto descorazonador el de Modric, desactivado por completo. Es tiempo de cambio en el Real Madrid. Las transiciones solo se producen con caídas abruptas. La del Etihad es un decreto contra la tradición, pero la historia demuestra que los campeones con corazón siempre vuelven.
Enlace de origen : ¿Es el último gran baile de Modric y Kroos con el Real Madrid?