El ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, aprovechó la primera entrevista con su homólogo francés, Jean-Yves Le Drian, el pasado mes de octubre para plantearle un tema del que ya venía quejándose cuando era el embajador español en París: el cierre de hasta 16 puestos fronterizos a lo largo de los Pirineos. En ese encuentro, Albares pidió la reapertura de 11 carreteras secundarias que conectan ambos países y que todavía permanecen cerradas, confirmaron fuentes diplomáticas.
En enero, el ministro del Interior francés, Gérald Darmanin, ordenó el cierre de esos pasos pirenaicos. Por el momento, las autoridades francesas han reabierto solo cinco de esos puertos de montaña —que estaban cerrados con bloques de hormigón o montículos de tierra—, aunque no está claro si por las quejas diplomáticas españolas o las numerosas protestas del vecindario. Sin embargo, es poco probable que se dé luz verde a abrir el resto de pasos cuando faltan apenas cinco meses para las presidenciales francesas, en las que la inmigración está en el centro del debate.
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La clausura sigue afectando a cinco pasos en los Pirineos Atlánticos, frente al País Vasco español, y cuatro en Rosellón (Pirineos Orientales), frente a Cataluña, uno en los Altos Pirineos y otro en Alta Garona, colindantes con Aragón. Son puestos en los que solo había controles policiales muy esporádicos, pese a que desde noviembre de 2020 las fuerzas de seguridad francesas dedicadas a la vigilancia de esta zona se duplicaron de 2.400 a 4.800 efectivos.
Para justificar la clausura, los prefectos de los departamentos fronterizos (delegados del Gobierno) alegaron en sus comunicados que la medida provisional estaba destinada a neutralizar la amenaza yihadista y, especialmente, frenar la inmigración irregular. “Es la primera vez desde la creación del espacio Schengen, en 1985, y los consiguientes acuerdos de libre circulación, que las fronteras de Francia se cierran a tan gran escala”, recalcó entonces el diario parisino ‘Le Monde’. Francia fue precisamente uno de los fundadores de Schengen.
Puerta de entrada clandestina
Los Pirineos son, después de los Alpes italianos, la segunda puerta de entrada de la inmigración clandestina en Francia, según cifras de las autoridades galas. En los ocho primeros meses del año, el país vecino rechazó la entrada de 31.213 personas procedentes de España, según el ministerio de Darmanin. La cifra supone un aumento del 146% con relación al mismo periodo del año pasado. En los cinco departamentos fronterizos con España, las fuerzas de seguridad arrestaron a 5.222 extranjeros en situación irregular hasta agosto, un 73% más que en 2020.
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El desglose por nacionalidades de los inmigrantes irregulares detenidos en Francia cerca de la frontera coincide a grandes rasgos con el de los ‘sin papeles’ que llegan a España. Marroquíes y argelinos son los más numerosos, seguidos a continuación por los malienses. A las autoridades francesas les preocupan sobre todo los argelinos porque, de los que desembarcan en las costas españolas, son los que más empeño ponen en cruzar la frontera pirenaica.
En lo que va de año, la inmigración irregular aumentó en España un 41% con relación a 2020 —unos 34.325 migrantes irregulares, en su gran mayoría llegados por mar— y los argelinos (10.430) rebasan por varias centenas a los marroquíes (10.150), según datos que el Ministerio del Interior español rehúsa hacer públicos. Los subsaharianos, sumando todas las nacionalidades, superan a ambos grupos magrebíes (11.075). La opacidad de Interior y la no renovación del contrato del gasoducto Magreb-Europa, que expiró el domingo, han eclipsado el auge del desembarco de argelinos en las costas españolas.
La alarma que expresaban los prefectos ante los ‘sin papeles’ ha adquirido recientemente tintes específicamente argelinos. Ocho traficantes de seres humanos argelinos, con permiso de residencia en España, fueron detenidos y juzgados en septiembre, según anunció la prefectura de Alta Garona en un comunicado en octubre. Recogían a numerosos inmigrantes en Lleida y los conducían, a través de diversos puestos fronterizos, hasta la estación ferroviaria de Toulouse-Matabiau, según el prefecto Étienne Guyot. Les cobraban “entre 200 y 500 euros por trayecto”.
Una treintena de los ‘sin papeles’ que confiaron en estos traficantes fueron devueltos a España. Otros compatriotas suyos corrieron peor suerte. Un tren arrolló a un puñado de inmigrantes argelinos cerca de Ciboure (País Vasco francés) y mató a tres de ellos el pasado 12 de octubre, mientras el grupo seguía el trazado de las vías hacia el norte para no perderse de noche. En Cerbère (Cataluña), hasta 60 inmigrantes intentaron pasar a Francia a través del túnel ferroviario poniendo así en riesgo sus vidas.
“Estamos hartos”
El cerrojazo fronterizo ha provocado manifestaciones de ribereños y quejas de los alcaldes, que escribieron cartas colectivas a los prefectos franceses. En marzo, unos 500 habitantes de ambos lados de la frontera se concentraron en el puente Riu Major de Costoja (Pirineos Orientales) para pedir su reapertura. Un mes antes, sus vecinos se atrevieron a despejar por su cuenta y a hurtadillas la carretera. El prefecto Étienne Stoskopf ordenó, por fin, en mayo la retirada de los bloques de hormigón. Pero Costoja es una excepción en la región.
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Las radios (France-Info, France-Bleu) y la televisión pública francesas (FR3) han multiplicado los reportajes sobre los inconvenientes que el cierre causa a una población acostumbrada a cruzar para hacer sus compras de uno a otro lado y también para trabajar. “No podemos visitar a algunos de nuestros proveedores”, se lamentaba Jean-Louis Berta, viticultor de Banyuls de la Marenda. A causa de las restricciones, la facturación de su bodega “cayó un 20%”, aseguraba.
“Al principio hicimos un esfuerzo, pero ahora estamos hartos”, declaró Denise, vecina de Banyuls, ante los micrófonos de la emisora France-Bleu. Jean-Pierre se lamentó, por su parte, de que “para ver a su familia, que reside del otro lado de la frontera”, ha de hacer ahora “un largo rodeo y pasar por Port-Bou o le Perthus”. “Es una pérdida de tiempo y de dinero”, se quejó.
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La suspensión del tráfico fronterizo en una decena de carreteras pirenaicas es una de tantas medidas adoptadas por París para frenar la inmigración irregular. La más drástica fue, a finales de septiembre, la decisión del presidente Emmanuel Macron de reducir en un 50% los visados de viaje Schengen expedidos a marroquíes y argelinos y en un 30% los otorgados a tunecinos. Pretende así presionar a estos tres países para que readmitan a sus ciudadanos en situación irregular en Francia, pero se resisten a aceptarlos de vuelta.
La decisión unilateral de Macron, tomada sin consultar a sus socios europeos, no ha suscitado ningún comentario de las autoridades españolas. Es previsible, sin embargo, que tenga consecuencias para España. El número de solicitantes de visados Schengen en los consulados españoles en el Magreb aumentará y muchos jóvenes magrebíes renunciarán además a hacer ese trámite ahora que las posibilidades de obtener el preciado documento se han reducido. Algunos optarán, directamente, por embarcar en patera rumbo a las costas españolas.
source Francia se resiste a reabrir todos los pasos de frontera con España por temor a la migración