Gatopardismo ‘made in Japan’: por qué el país siempre elige al mismo partido

Sin atisbo de sorpresa, los resultados de las elecciones japonesas celebradas este domingo coronaron por enésima vez al Partido Liberal Democrático (PLD) con una holgada mayoría absoluta en la cámara baja, junto a sus socios budistas conservadores del Komeito. A pesar de haber perdido algunos escaños y alejarse de la cota de dos tercios de la cámara, con 261 y 32 escaños respectivamente de un total de 465, la coalición gubernamental liderada por el primer ministro, Fumio Kishida, ha salido muy airosa de unas elecciones que veían muy complicadas hace tan solo tres meses, en plena pandemia olímpica.

Este verano, en el PLD saltaron todas las alarmas al ver que los índices de popularidad del anterior primer ministro, Yoshihide Suga, y el partido experimentaban las cifras de popularidad más bajas desde la Segunda Guerra Mundial. El desplome en las encuestas se producía después de que Japón viviera el pico más importante de casos de covid-19 y el gobierno quisiera celebrar los Juegos Olímpicos a cualquier precio, a pesar de la oposición mayoritaria de la opinión pública del país. El anuncio de la liberación en el mar de las aguas residuales contaminadas tratadas químicamente tras el accidente nuclear de Fukushima de 2011 tampoco ayudó a remontar en las encuestas y provocó la dimisión del primer ministro en ejercicio.

Lucas Proto

La oposición liderada por el Partido Constitucional Democrático (PCD) de centro-izquierda se había puesto las pilas, iniciando una plataforma conjunta anti-PLD con gran parte de los partidos opositores que, además de sellar diversos pactos políticos, buscaba presentar un candidato único en los distritos con un solo escaño en juego y sumar fuerzas en otras circunscripciones. Sin embargo, todo fue en vano. De hecho, los esfuerzos parecen haber sido contraproducentes para el PCD, que ha visto reducida su presencia en la cámara.

Los japoneses han vuelto a apostar de nuevo por los liberales-demócratas, olvidando las polémicas del pasado ante la nueva realidad de un país en el que, hoy por hoy, las cifras de infectados de covid-19 registran mínimos históricos, el gobierno ya ha levantado gran parte de las restricciones y más del 71% de la población ya está vacunada. La sorpresa de la noche electoral llegó de la formación conservadora y neoliberal Partido de la Innovación (Restauración), que ha casi cuadriplicado sus resultados de 2017.

Yu Uchiyama, profesor de la Universidad de Tokio y experto en política japonesa, ya había vaticinado en un encuentro con corresponsales extranjeros organizado por el Centro de Prensa Extranjera de Japón que el PLD reduciría ligeramente su representación, pero ello no impediría que la coalición gobernante mantenga su mayoría absoluta. La promesa de Kishida de “un nuevo capitalismo” y su compromiso de dar ayudas a los más vulnerables y alejarse de las medidas más neoliberales del ex primer ministro Shinzo Abe —las famosas ‘Abenomics’ que consiguieron doblar el índice del mercado de valores japonés y elevar hasta un tercio los beneficios de las grandes empresas, pero sólo elevar poco más de 1.100 yenes (unos 8,40 euros) el salario medio en una década— ha dado su fruto: que todo cambie para que todo siga igual. Gatopardismo ‘made in Japan’.

Europa Press

La ‘maldición de Fukushima’

Con esta fórmula, el PLD —con diversos nombres y coaliciones— se ha mantenido casi ininterrumpidamente en el poder desde el final de la guerra, salvo en dos breves períodos en los años 90 y entre 2010 y 2012. Una historia que recuerda al Partido Revolucionario Institutucional (PRI) de México, cuyo mandato casi ininterrumpido durante 70 años fue calificado por Mario Vargas Llosa como una “dictadura perfecta”. El excorresponsal del diario Akahata en Washington y Londres, actual vicepresidente de la comisión internacional del Partido Comunista japonés (PCJ) y miembro de la ejecutiva del partido, Kimitoshi Morihara, asegura no tener suficientes conocimientos de la historia y política de México como para trazar una comparativa. “Pero creo que el PRI tiene una especie de historia relacionada con la revolución mexicana en sus inicios; el PLD, por el contrario, fue creado por gobernantes y políticos de la era anterior a la guerra con dinero de la CIA”, explica a El Confidencial.

A las puertas del centenario de su fundación, el PCJ, con unos 400.000 militantes, es uno de los mayores partidos comunistas de los países democráticos del mundo y nunca ha tenido al alcance el poder, a pesar de haber sido principal partido de la oposición a nivel local y de que en las últimas contiendas electorales hayan obtenido sus mejores resultados en términos absolutos. Morihara, que fue el único representante político que atendió a este periódico durante la semana electoral, asegura que a pesar de los datos aparentes, “el PLD sigue reduciendo su apoyo popular en las elecciones nacionales” en datos absolutos.

“La sociedad japonesa puede ser muy despiadada contra quien comete un error”.

Respecto a la preeminencia casi absoluta del PLD en la política japonesa, el prestigioso periodista colombiano Gonzalo Robledo, residente en Japón desde 1981, excorresponsal de El País, TVE, la Agencia EFE y colaborador en medios locales como el ‘Mainichi Shimbun’ o la propia NHK, relata a El Confidencial que los partidos de la oposición en Japón viven en estos años bajo la ‘maldición de Fukushima’. “El manejo que hizo de la triple tragedia de 2011 el entonces recién llegado al gobierno Partido Democrático (cuyo portavoz era Yukio Edano, candidato actual del PCD), quedó en la memoria del electorado japonés como una constancia de que este país no se maneja con éxito sin el apoyo del PLD”, explica Robledo. “El entonces primer ministro, Naoto Kan, quedó anulado políticamente y aquí podríamos hablar de la cultura de no dar segundas oportunidades que caracteriza a esta sociedad, que puede ser muy despiadada contra quien comete un error”.

Robledo recuerda que tampoco antes de 2011 el votante japonés había tenido la oportunidad de ver a un partido diferente del PLD gestionar con éxito el poder. Según el veterano periodista, “las plataformas de la oposición han sido oportunistas, creadas más como campañas publicitarias de temporada que como programas sólidos con soluciones y retórica capaz de convencer al electorado”. “Cuando he preguntado a la gente que hubiera pasado si el PLD hubiera estado en el poder en 2011, algunos me dicen que su entramado político le hubiera permitido una mejor gestión de la crisis, mientras que otros comentan que el ocultamiento de información hubiera sido peor dado el contubernio del partido hegemónico con las industrias, en este caso la nuclear”, relata el corresponsal.

Agustín Rivera. Iwaki (Fukushima)

El periodista colombiano destaca otro factor para explicar la primacía del PLD en la política nipona: la diversidad interna dentro del partido. Esta heterogeneidad ideológica “daba al electorado una sensación de alternancia a pesar de estar gobernado por un partido hegemónico”, argumenta. El ejecutivo tokiota Shota Kinoshita coincide con Robledo en que el origen actual de la desconfianza en la oposición japonesa yace en la pésima gestión tras la tragedia de Fukushima y añade que otro factor importante es también la “falta de políticas atractivas para poder competir con el PLD”.

Este ejecutivo japonés, gran conocedor de la política española, asegura que “a diferencia de Europa, aquí no hubo un boom del populismo ni existen partidos emergentes potentes (como C’s, Podemos, etc.), y a la población japonesa a menudo nos da la sensación de que no hay otro partido mejor que la actual, que no hay otra opción, aunque mucha gente piensa que es necesario cambiar la situación política del país de alguna manera”. El dominio del PLD, concluye, “podría ser por la falta de colaboración entre los partidos de oposición, pero también por la mentalidad de los japoneses, que son normalmente conservadores y muy resistentes a un gran cambio”.

En cualquier caso, las urnas han validado la candidatura de Kishida, que aboga por un cambio de paradigma económico. Este político de raza —tanto su padre Fumitake Kishida como su abuelo Masaki Kishida fueron diputados de la cámara baja—, parlamentario desde 1993, exministro de Defensa y de Asuntos Exteriores y miembro de la organización revisionista Nippon Kaigi, inicia una nueva era pospandémica con grandes promesas de cambios esperando garantizar con ellos que todo, como desea el PLD, siga igual en la política japonesa.

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