Cientos de ciudadanos furiosos, gritando con ira frente a la sede de una empresa, exigiendo que les devuelvan su dinero. Pasó en Shenzhen frente a la sede de Evergrande, pero se ha repetido en otras ciudades a lo largo de China. Las imágenes son más chocantes porque rara vez nos llegan noticias de protestas desde el país, y porque según los analistas internacionales que llevan años anticipando el colapso de la burbuja inmobiliaria china, este parecería ser por fin el punto de inflexión hacia una crisis. Pero si Evergrande es demasiado importante para dejarla caer, ¿a qué viene entonces la parsimonia del Gobierno ante su debacle?
Evergrande no es Lehman Brothers, pero si has venido a este artículo buscando un análisis minucioso de sus finanzas, te aconsejo preguntar a los vecinos de Cotizalia. Sin embargo, si te interesa entender cómo encaja Evergrande en la nueva política de Prosperidad Común o New Deal Rojo que ya está transformando China y, por ende, el mundo, pasa y ponte cómodo.
Evergrande, historia del Sueño Chino
Xu Jiayin era un huérfano de una zona rural empobrecida y empezó como obrero en una fábrica de acero. Motivado por la brutal aceleración que trajo la Apertura y Reforma, en 1992 se mudó a Shenzhen con la idea de prosperar. Y al igual que en veinte años Shenzhen pasó de pueblo de pescadores a megaurbe y corazón financiero chino, Xu se convirtió muy pronto en el rey del desarrollo inmobiliario, un personaje político de peso y un magnate con caprichos lujosos.
Como su fundador, la misma Evergrande encarna a la perfección el Sueño Chino que ha llevado al país de la pobreza a la opulencia en pocas décadas. A finales de los 90, la liberalización de los mercados hizo que, por primera vez, poseer y vender tierras fuera posible en la China moderna. Los gobiernos municipales se vieron de la noche a la mañana sentados sobre un tesoro de tierras que ahora podían vender a las promotoras inmobiliarias y obtener dinero rápido para invertir en infraestructuras ciudadanas.
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A su vez, las incipientes familias de clase media fueron dejando de interesarse por los pisos gratuitos que las compañías estatales solían ofrecer como parte de los beneficios laborales, para pasar a comprar y luego especular ferozmente con la vivienda. Si al principio confiaban en ahorros, enseguida empezó a aumentar la demanda de hipotecas. Y por su parte, nuevos bancos fueron naciendo y enriqueciéndose a través de préstamos a cada vez más compradores.
De hecho, la fiebre por invertir los ahorros familiares en segundas y terceras casas ha llegado a tal punto que incluso el Gobierno se ha visto en apuros para domeñarla. Con el objetivo de facilitar el acceso a la primera vivienda para gente joven, a lo largo de los años se han probado diferentes leyes que limitaban que una misma familia pudiera acumular casas. ¿El resultado? Hubo incontables parejas que se divorciaron para engañar al sistema y comprar una segunda vivienda, de modo que se hizo necesario introducir multas y nuevas restricciones si se demostraba que la pareja seguía viviendo junta o el divorcio no era auténtico. Entre tanto, el precio de las propiedades no ha parado de subir y el acceso a la vivienda para jóvenes se ha hecho imposiblemente caro.
“Los árboles no pueden crecer hasta el cielo”
Los árboles no pueden crecer hasta el cielo y la deuda tampoco. Así lo ha ido apuntando el gobierno chino a lo largo de los últimos años.
En 2018, para domar el caballo desbocado de la deuda, se introdujeron tres estándares de sanidad fiscal que las desarrolladoras inmobiliarias debían cumplir para poder pedir más créditos a los bancos. Resultó que Evergrande no cumplía ninguna. En 2019 la compañía anunció resultados negativos por primera vez en años, y de ahí corrió a invertir en coches eléctricos para diversificar su negocio.
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Aun así, ya antes del verano de 2021, muchos contratistas empezaron a levantar la voz para quejarse de impagos. Luego vinieron las protestas aterrorizadas de incontables personas que han invertido sus ahorros en los productos financieros de Evergrande y que de pronto dejaron de cobrar sus beneficios. Muchos empleados de la empresa vieron peligrar sus puestos y hasta dejaron de recibir salarios. Y enseguida, los compradores de vivienda con casas a medio construir por todo el país comenzaron a temer por el futuro. Ante esta situación de deuda galopante, ¿cómo es posible que el Gobierno central no se haya lanzado a intervenir y rescatar a la compañía?
El New Deal Rojo
Desde hace años, el gobierno chino ya ha avisado de que el país va a centrarse en un desarrollo menos rápido pero más equitativo. El objetivo es evitar esa China llena de deudas, torres de edificios vacías y desigualdad que hasta ahora habían encarnado Xu y los gustos extravagantes que le han hecho carne de memes en internet.
En otras palabras, el hecho de que Evergrande se esté desplomando poco a poco sin reacción estatal no es algo que suceda en el vacío, ni una medida contra una compañía en concreto. Es solo una pieza más en un complejo tablero donde se están adoptando numerosas políticas para aliviar la pobreza generalizada, distribuir los centros industriales del país, compensar el balance entre las riquísimas ciudades costeras como Shanghái o Shenzhen frente al empobrecido mundo rural del interior y, en general, obtener estabilidad social.
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La masiva campaña por la “Prosperidad Común” o New Deal Rojo también está relacionada con otras medidas contra compañías e individuos que hasta ahora parecían intocables. Empresas ‘fintech’ como Alibaba han sido sancionadas por prácticas de monopolio; Jack Ma desapareció del ojo público unas semanas tras ser llamado a dar explicaciones de sus inversiones; las compañías de comercio electrónico han sido obligadas a mejorar la protección de sus repartidores; se han puesto límites a las prácticas hasta ahora predatorias de compañías aseguradoras y de préstamo online; campañas anticorrupción económica y “moral” han alcanzado desde políticos a estrellas de cine pilladas evadiendo impuestos, e incluso se han tomado medidas para frenar la cultura fan más extrema relacionada con superfamosos en internet.
En este esfuerzo por la regulación del poder y las fortunas, no hay que olvidar que uno de los objetivos fundamentales de China hoy es animar a que las familias tengan muchos más hijos. Y rápido. Para ello, además de frenar la especulación con las viviendas, al gobierno no le ha temblado la mano a la hora de clausurar de la noche a la mañana lucrativas industrias por los gastos excesivos que suponían para muchas familias. En concreto, la reestructuración completa de las leyes que regulan los estudios extraescolares, ha puesto fin a toda una industria privada de educación, ha llevado a pique a varias compañías y dejado a muchos padres confusos sobre cómo hacer que sus “pequeños emperadores” compitan con sus compañeros.
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Más aún, incluso el anuncio que China acaba de hacer en la Asamblea de las Naciones Unidas respecto a que el país dejará de participar en la construcción de plantas de carbón en el extranjero, tampoco está desligado de este giro político. En un país donde los planes quinquenales se elaboran con vistas a cincuenta años o un siglo de futuro, todo converge para evitar la distopía de un futuro con deuda, contaminación y una población paralizada por la vejez.
Evergrande no es Lehman Brothers
Evergrande no es Lehman Brothers. Para empezar, la compañía china posee una fortuna en bienes tangibles y propiedades, mientras que la firma estadounidense vendía bonos y un entramado de puro aire. El desplome de Evergrande puede causar un gran impacto global y en el futuro de todos aquellos angustiados por ver paradas las grúas que antes construían sus casas, pero sería probable que este golpe se reparta entre bancos y gobiernos provinciales, dejando a los inversores extranjeros con la peor parte.
Entre tanto, Fantasía Holdings ya se ha declarado en impago y sería de esperar que más gigantes de la construcción entren en crisis próximamente. Un final épico que simboliza el final de una era de desarrollismo y el comienzo de otra, donde China busca convertirse en líder no ya solo económico sino de estilo de vida.
source Historia del gran sueño chino: Evergrande no es Lehman Brothers, pero sí el fin de una era