Ibercaja sale a bolsa: los méritos (o no) de esperar el momento adecuado

El cuento de nunca acabar en los mercados financieros empieza a perfilar su final. Casi una década después de que la normativa bancaria encauzara a las antiguas cajas de ahorro (con escasas excepciones) hacia el ineludible camino de la salida a bolsa, Ibercaja ha puesto ya sobre papel su firme intención de dar el salto al parqué en los próximos meses.

A lo largo de los últimos años han sido cuantiosas las ocasiones en las que Ibercaja ha iniciado trámites para llevar a cabo este movimiento y otras tantas en las que el peso de la coyuntura -una coyuntura especialmente onerosa para el sector financiero- dio al traste con las pretensiones de la entidad de origen aragonés.

Ahora, con la premura que establecen los plazos dictados por el Gobierno, Ibercaja parece más decidida a dar el paso, alentada por unas condiciones de mercado que en los últimos tiempos han tornado mucho más favorables para la industria bancaria. Así lo evidencian los números: en apenas 15 meses, las acciones de la banca cotizada española han protagonizado una escalada media superior al 110%, duplicando en consecuencia sus múltiplos respecto al valor patrimonial.

Las acciones de la banca española se han revalorizado más del 110% en 15 meses

A Ibercaja con frecuencia se le ha asimilado por su modelo de negocio a Unicaja o CaixaBank, aunque por una cuestión de tamaño parece más oportuna su comparación con la caja andaluza que con la entidad que preside José Ignacio Goirigolzarri. De esta manera, Ibercaja puede observar con cierta satisfacción cómo la valoración de Unicaja respecto a su precio en libros se sitúa hoy por encima de las 0,4 veces, frente a las 0,16 que llegó a registrar en el verano de 2020.

Un escenario de fuerte inflación a escala internacional, que está obligando a los bancos centrales internacionales (BCE incluido) a dar marcha atrás en las políticas de estímulos extraordinarios implementadas desde el estallido del coronavirus -con el consiguiente repunte de rentabilidades en el mercado de deuda y de las expectativas de tipos de interés- han creado un ambiente propicio para la inversión en banca como no se daba desde hace mucho tiempo y que se viene notando desde hace meses en las apuestas de las grandes firmas de inversión. No es casualidad que la de Ibercaja pueda ser la primera salida a bolsa de un banco en la eurozona en los últimos tres años.

Con estas referencias, el banco de origen aragonés aspira a experimentar -si no se tuercen las dinámicas- un estreno en el parqué relativamente apacible, con valoraciones que podrían llegar a rondar los 2.000 millones, si bien la referencia de Unicaja hace aparentemente más lógico pensar en cifras en el entorno de los 1.500 millones. Unos números que, cualquier repaso a la hemeroteca permite ver que no se alejan en demasía de los que se han venido planteando recurrentemente en los últimos años cada vez que volvía a surgir la opción de la salida a bolsa de Ibercaja y que dejan muy lejos las especulaciones iniciales, en que se llegaron a barajas cifras de hasta 4.000 millones de euros.

Carlos Rodríguez

Estos números representan un claro recordatorio de la realidad que enfrenta hoy la banca en España y el verdadero significado de su buen tono reciente, que, en gran medida, no es más que una recuperación de los daños que aún venía arrastrando desde el inicio de la pandemia y que no son sino una parte limitada de los problemas a los que se ha tenido que enfrentar el sector en los últimos años y que tan honda huella ha dejado en sus cotizaciones.

Ahora los vientos parecen soplar a favor. Pero ni el cambio de sesgo de la política monetaria se puede considerar apuntalado ni pueden obviarse que muchas de las circunstancias que han lastrado al sector bancario en la última década se pueden dar por superadas. Además, las señales de debilitamiento del crecimiento económico y el fin de muchas de las medidas extraordinarias de soporte de gobiernos y bancos centrales a familias y empresas podrían dar pie a nuevos desafíos en forma de menor actividad y mayores tasas de impago que acaben anulando los beneficios de un entorno de tipos menos perjudicial.

Es por todo eso que se puede considerar que Ibercaja prepara su salto a la bolsa en un momento de tendencia favorable para el sector, pero que viene tras mucho sufrimiento al que Ibercaja no ha sido ni mucho menos inmune, pese a no contar con una cotización que reflejara en tiempo real la pérdida de valor de sus activos. Los méritos de la espera hasta llegar al puerto bursátil pueden ser discutibles. A partir de ahí el juicio de los méritos del negocio de Ibercaja queda en manos de los inversores.

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