José Antonio Sáenz de Santamaría, geólogo: “Tras el fin de semana hay más accidentes mineros, lo llamamos el ‘efecto lunes’”

El geólogo José Antonio Sáenz de Santamaría estuvo veinte años en el sector de la minería e investigó el brutal accidente del pozo Nicolasa de 1995, que costó la vida a 14 mineros. Aquello, dice, se debió a un derrabe de carbón que liberó gas y explotó por una chispa en una turbina que aspiraba el aire por una conducción. El accidente fue tras el fin de semana, como en Degaña (Asturias). “Lo llamamos el ‘efecto lunes’”, dice el geólogo, que apunta a un “reajuste” del macizo rocoso. En cualquier caso, la acumulación de grisú debería haberse detectado.

-Recuerde el Nicolasa.

-Aquello fue debido, lo primero, a un derrabe de carbón en la capa ocho. Era una galería que tenía como 180 metros. Estaban colocando un pánzer, porque íbamos a hacer subniveles. Era una capa muy derrabable y entonces se podía explotar sin las formas normales o clásicas. Tras el derrabe, la galería se llenó de grisú. Y al día siguiente, se empezó a airear con una tubería aspirante con una turbina al final. En esa turbina había un hierro que topetaba con uno de los álabes de la turbina y provocaba una chispa. Cuando la concentración de grisú en la galería bajó del 14 por ciento, explotó. La pipada de monóxido de carbono (CO) salió por el circuito de ventilación hasta la calle y fue matando a todo lo que encontró. Hubo cuatro muertos por la explosión inicial y luego diez por el CO que subió por el circuito de ventilación.

-¿Les costó descubrirlo?

-Lo descubrimos a lo largo de los siguientes 12 o 14 meses que estuvimos investigando el accidente. Construimos una galería en una de las naves de Turón para reconstruirlo. Fuimos capaces de establecer el punto donde había sido la explosión, unos 20 metros más atrás del frente. Lo pudimos establecer porque unos cuadros estaban hacia la salida y otros hacia el frente.

-Ya entonces era un accidente poco común.

-La última gorda de este estilo había sido en el Grupo Santo Tomás de Turón, en el año 67 o 68, justo cuando se iba a crear Hunosa. Hacía casi 30 años que no pasaba algo así. Y la anterior, la de María Luisa, en el 49.

-¿Y qué ha ocurrido en Cerredo?

-Pues lo mismo que en Nicolasa. Es decir, ha habido una concentración de grisú, que se ha quedado en algún sitio, probablemente en una campana, que es un sobreancho en la clave de la galería. Los túneles no son regulares. Tienen sobreancho. Y si hay un sobreancho en la parte de arriba, pues ahí se concentra el grisú, que es un gas más ligero que el aire. Es metano en un 98 por ciento. El resto es etano, propano, algo de CO2…

-¿Y por qué se concentró?

-Porque el fin de semana la ventilación no estaba funcionando, por la razón que sea. A mí no me gusta nada hablar de bolsa, sino de acumulación. El grisú no está en bolsas, está dentro de las capas de carbón. Y esa acumulación se forma cuando se desprende del carbón. Pues no sé, se habrán puesto a ventilar. Y en algún momento en que la concentración era del 14 o el 13%, se ha producido una chispa, que también tiene casualidad, en una máquina que está en el interior, y ha provocado la explosión. Se verá con la investigación.

-¿Un cigarrillo?

-No, no, un cigarrillo, ni en broma. Hace cientos de años que no se fuma en la mina. Nadie en su sano juicio, minero de profesión, fuma en la mina. Desde que yo estoy en la minería, que entré en el año 80, para acá, vamos, fumar en la mina yo creo que los propios paisanos te cuelgan del palo mayor. No te digo que no haya algún inconsciente, pero no puedo ni siquiera pensar en esa posibilidad. Es que tú coges a un minero con una cajetilla de cigarros dentro de la mina, aunque no fume, y lo expulsas. Le metes tres meses de empleo y sueldo solo por llevar el cigarro en el bolsillo.

-¿De dónde pudo venir la chispa?

-Pudo venir de una máquina. También, porque dicen que estaban arrancando un cuadro para aprovecharlo, de tirar los palos de un cuadro y haya saltado una chispa. También puede ser. Habrá que revisar toda la maquinaria que había dentro, la que haya sobrevivido, porque la explosión tuvo que ser espectacular.

-La de Nicolasa lo fue.

-Es que una explosión en una mina es algo inenarrable. Yo me acuerdo de la de Nicolasa. A la hora y media de la explosión estábamos entrando con Javier Fernández, el que fue presidente del Gobierno regional, que era el actuario del Pozo San Nicolás en aquella época. El espectáculo era dantesco. A los paisanos los aventó, la máquina pasó por encima, los destrozó, a los cuatro que estaban en la galería. Y luego los demás, pues bueno, ya fueron más tranquilas las cosas. Es tremendo, una explosión es tremenda.

-¿Y por qué pasan estas cosas después del fin de semana?

-Bueno, eso es lo que llamamos en minería el “efecto lunes”. Porque, cuando paras la mina, la mina se reajusta. Es muy difícil de explicar. Cuando estás explotando de continuo, no le das tiempo a la mina, a descomprimirse. Haces un agujero a 500 metros de profundidad, o a 300, a 400, tienes una presión de 10 megapascales, es decir, de 100 kilos por centímetro cuadrado en la roca. Y claro, si no lo sujetas, si no sigues avanzando y estás parado, por la razón que sea, pues la roca se tiende a descomprimir y a crear fisuras, y por esas fisuras, que están a presión atmosférica, empieza a salir gas de capas que están todavía metidas dentro del macizo rocoso. Entonces, es como si se fuera deteriorando todo. Lo mejor en una mina será organizarse y no parar los fines de semana, y que funcione las 24 horas, 7 días. Pero pasan muchas cosas, hay averías, hay que parar, mañana hay fiesta, en fin. Y entonces, en esos momentos en que la actividad para, se empieza a deteriorar el medio ambiente rocoso. El macizo rocoso es un medio muy agresivo con el ser humano. Si haces un agujero, la montaña tiende a rellenarlo. ¿Y cómo lo rellena? Pues dilatando todas las fracturas, cayéndose todo. Se lucha permanentemente por mantener las cosas en su sitio. La roca no quiere tener un hueco dentro de ella.

-¿Y no se puede detectar?

-Después del fin de semana entran los encargados. Empiezan a mirar, empiezan a sanear los cortes, empiezan a repostear cosas que se hayan salido de sitio. Esas son las labores que se hacen, sanean la labor. Claro que hay detectores, ¿cómo no va a haber detectores en el siglo XXI? En 1980 había dos, detectores de metano, detectores de CO, detectores de oxígeno, de CO2, detectores de sulfídrico. Y hay detectores que permiten cortar la energía eléctrica de las máquinas, con el 1,5 por ciento de metano en la atmósfera. La Dirección General de Minas tiene que dar el visto bueno a la maquinaria para ponerla en marcha. Poner en marcha un tajo, en la mina, necesita un informe para Minas, el actuario lo va a ver, ve que la máquina está, y al final hay un papel que te dan permiso para continuar, o para montar un taller nuevo, pero esto es de hace 50 años. Luego el ingeniero actuario va a la puesta en marcha y revisa todo.

-Se sospecha que la mina tenía permiso para buscar grafito y en realidad explotaba el carbón.

-De la parte ilegal no se nada. Sólo sé que para ver si hay grafito, hay que sacar carbón, y obviamente habrá que venderlo. El grafito natural es estratégico y crítico, definido como tal por la Unión Europea, y hoy día es muy importante tener grafito en la Unión Europea, que no tenemos. China hace un par de meses prohibió exportar grafito natural.

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