La historia trágica que esconde es Capdellà: los presos de Franco en un campo de concentración

Es Capdellà (Mallorca) se le aparece al visitante como un oasis de paz en el interior del turístico municipio de Calvià. Abundan las casas de planta baja con huerto. Los vecinos se dan los buenos días al salir de casa. El paisaje es bucólico. Tiene pinta de ser un lugar detenido en el tiempo, como un sitio que esté a años luz de las localidades turísticas del municipio. 

Sin embargo, a veces los sitios bonitos esconden en su pasado historias terribles. Y es Capdellà tiene una que contar. 

Hubo un tiempo no muy lejano en que en una zona de foravila conocida como sa Coma hubo mano de obra esclava. Hombres en un limbo administrativo obligados a trabajos forzados. Hombres en estado de reclusión que carecían de lo más básico. Comida, higiene, atención sanitaria. 

Entre 1937 y 1938, sa Coma albergó un campo de concentración dirigido por el Ejército franquista. Fue uno de los muchos que levantaron las tropas nacionales durante la Guerra Civil. Lugares donde se les obligaba a trabajar de sol a sol, en condiciones penosas.

Memoria de Mallorca

Su historia es poco conocida y, para acabar con ese desconocimiento, la entidad Memòria de Mallorca y la Obra Cultural Balears (OCB) en Calvià organizaron el pasado domingo un paseo hasta este lugar, para recordar lo que allí se vivió. A la actividad asistieron más de 30 personas, que pudieron escuchar las explicaciones del calvianer Manel Suárez, especialista en memoria histórica, quien estuvo acompañado por el líder de Més per Calvià, Rafel Sedano. Suárez detalló que este campo de concentración llegó a tener capacidad para 150 personas y estuvo operativo entre principios de 1937 y finales de 1938.

Allí malvivieron sobre todo presos gubernativos, que, como explicó a los presentes, habían sido enviados por el gobernador civil durante un periodo de tiempo totalmente discrecional, sin haber sido juzgados todavía. Explicó Suárez que existen indicios que acreditarían que, previamente, el campo de concentración funcionó como prisión provisional, en los primeros días de enero de 1937. Y, para reforzar esa hipótesis, mencionó el caso de ocho calvianers que fueron recluidos allí en esas fechas tras ser detenidos por los nacionales.

Este tipo de instalaciones estaban concebidas para prisioneros de guerra y también albergó a muchos maestros, como Juan García, señaló este especialista en memoria histórica.

Dormían en establos

En es Capdellà, los prisioneros dormían en establos de animales. Tenían que dormir en el suelo, “sin condiciones higiénicas, con una alimentación pésima y sin medidas sanitarias”, relató Suárez. El jefe era un alférez de la Guardia Civil, que, curiosamente, ya estaba jubilado. Una circunstancia que se explica por el hecho de que había tantos centros de reclusión en aquellos años que al Ejército franquista no le bastaba el personal y tenía que recurrir a jubilados. Suárez contó que esos presos se dedicaban a realizar trabajos forzados. “Todo era trabajo manual, con pico, pala y martillo”, relató. Se dedicaron a la construcción de carreteras de la zona por las que hoy en día transitan despreocupadamente conductores y ciclistas.

“Ellos eran mano de obra esclava. Era habitual en aquella época que cualquier empresario pudiese pedir al departamento de Prisiones una asignación de presos”, apuntó Suárez, quien recordó el caso de un empresario de zapatos de Menorca que se llevó a 70 reclusos de la colonia penitenciaria de Formentera, para trabajar en su compañía. Según relató, se tiene constancia al menos de una víctima del campo de concentración de es Capdellà, Josep Miró, quien supuestamente fue liberado en febrero de 1937, pero que nunca llegó a su casa. A finales de 1938, el lugar se cerró y seguramente a los presos los trasladaron a otro campo de concentración.

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