Desde que el presidente de Irán, Ebrahim Raisi, asumió el cargo en agosto, su administración ha retrasado su participación en las conversaciones para reanudar el acuerdo nuclear abandonado por Donald Trump. Las capitales occidentales esperaban que Teherán se reincorporara a las negociaciones en Viena, pero el nuevo gobierno iraní ha aplazado el asunto alegando consultas internas y procesos de revisión.
Por ello, periodistas y diplomáticos europeos y estadounidenses han declarado la muerte del Plan Integral de Acción Conjunto (JCPOA). En un acto público organizado por la Fundación Carnegie la semana pasada, el enviado de Joe Biden a Irán, Rob Malley, explicó su pesimismo: “Cada día que [los iraníes] no vuelven a la mesa… nos indica que este equipo puede no estar preparado para volver [al acuerdo nuclear]”, dijo. Del mismo modo, la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de Francia, Anne-Claire Legendre, declaró que “Irán debe demostrar con actos su voluntad de volver a la mesa de negociaciones y concluir un acuerdo”.
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Sin embargo, Teherán cree que ya lo ha hecho. El director político del Servicio Europeo de Acción Exterior, Enrique Mora, visitó la capital la semana pasada pero, tras sus reuniones, un funcionario de la UE reconoció que Irán “aún no está preparado” para reanudar las negociaciones en Viena sobre el futuro del JCPOA. Sin embargo, también dijo que el gobierno de Raisi había “decidido absolutamente volver a Viena y completar las negociaciones”. El lunes, el alto representante de la Unión Europea, Josep Borrell, fue más allá y declaró que era “más optimista hoy que ayer” y que “las cosas están mejorando” en lo que respecta a la reanudación de las negociaciones del JCPOA.
¿Cómo es posible que Borrell se muestre confiado y Malley dudoso? Parte de la explicación es que el estado de ánimo en Teherán es muy diferente al de las capitales occidentales; y Borrell parece tener una mejor percepción de lo que ocurre dentro de Irán. Mientras que los retrasos y la escalada nuclear han contribuido a aumentar el pánico entre los diplomáticos occidentales, en Irán han tenido el efecto contrario. Aunque Teherán no puede dar por sentada la paciencia de los gobiernos del P5+1 (el grupo de potencias mundiales que negocia con los iraníes desde hace dos décadas), para que las conversaciones nucleares tengan éxito a nivel interno, el gobierno de Raisi debe hacer que su enfoque de negociación parezca totalmente diferente al de su predecesor. Sobre todo si se tiene en cuenta que una modificación sustancia del acuerdo está descartada debido a las limitaciones políticas tanto en Washington como en Teherán. Por lo tanto, el gobierno de Raisi se ha centrado en el proceso de las negociaciones, que tiene que ver con su ritmo, sus principios y sus dinámicas políticas.
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Al mismo tiempo, las realidades y responsabilidades de gobernar un Irán atenazado por una crisis económica que avanza lentamente acabarán empujando a su gobierno a reabrir las negociaciones. Un nuevo informe de la Organización de Planes y Presupuestos, dependiente de la Presidencia, presenta proyecciones para la economía de Irán con y sin alivio de las sanciones. Por un lado, las estimaciones reflejan la confianza iraní en que las sanciones no llevarán a la economía a una crisis más profunda. Aparte del primer año, hay poca diferencia en las proyecciones de crecimiento presentadas para los escenarios en los que se mantienen o se levantan las sanciones. Pero en otros aspectos, el impacto previsto del alivio de las sanciones es profundo. Uno de los principales retos del gobierno de Raisi es controlar las tasas históricas de inflación: el aumento de los precios, incluidos los de los alimentos, está provocando descontento y malestar. Si se mantienen las sanciones, el informe advierte que la inflación anual se disparará hasta el 65% en cinco años. Pero si las sanciones disminuyen, la inflación se reducirá al 25% en el mismo periodo.
La diferencia de 40 puntos porcentuales entre los dos escenarios refleja de forma contundente lo que está en juego para esta administración: la resistencia a las sanciones es posible, pero perseguir el alivio es políticamente conveniente. Como escribió el observador Ali Reza Eshraghi en febrero, existe un ‘consenso general’ en Irán a favor del restablecimiento del JCPOA. “Las élites iraníes de todas las tendencias políticas quieren reducir la presión sobre la economía, y reconocen que las sanciones de Estados Unidos tienen un papel que desempeñar en esto”. El propio Raisi confirmó esta opinión en su toma de posesión, cuando prometió un “compromiso inteligente” como vía para el restablecimiento del alivio de las sanciones.
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Si los argumentos económicos a favor de la vuelta de la diplomacia son tan claros, ¿por qué Irán ha actuado con tanta lentitud en la reanudación de las negociaciones? Para el gobierno de Raisi, ir despacio es parecer inteligente. Los rivales políticos del gobierno de Rouhani utilizaron el JCPOA y su fallida implementación para sugerir que los negociadores iraníes habían sido crédulos en sus tratos con Occidente, demasiado dispuestos a creer que se podía confiar en que Estados Unidos cumpliría sus compromisos. En su discurso final dirigido a los funcionarios de la administración Rouhani, el líder supremo de Irán, Alí Jamenei, declaró que sus fracasos dejaban “claro que confiar en Occidente no es útil”. Imploró a la administración de Raisi que no cometiera el mismo error. Los principales diplomáticos de Irán han captado el mensaje.
Raisi nombró a un nuevo ministro de Asuntos Exteriores, Hossein Amir-Abdollahian, y a un nuevo director político y principal negociador nuclear, Ali Bagheri Kani. Son partidarios de la línea dura, pero el prestigio del que gozarán si consiguen restablecer el JCPOA es probable que les incentive a hacer funcionar la diplomacia. Y, si el acuerdo se desmorona, serán el chivo expiatorio. En una reciente declaración, Amir-Abdollahian explicó que Irán estaba “manteniendo la vista puesta en la cuestión de la verificación, para recibir las garantías necesarias de la aplicación de los compromisos por las partes occidentales”. El retraso en la vuelta a las negociaciones en Viena es una forma de parecer menos crédulo y mejor preparado para la reanudación de las conversaciones.
La nueva administración también ha navegado por aguas turbulentas para evitar la censura del Organismo Internacional de la Energía Atómica. A principios de otoño, Teherán invirtió un importante capital político para mitigar las consecuencias diplomáticas de su impulso a la energía nuclear cuando invitó a Teherán al director del OIEA, Rafael Grossi. Después de que llegaran a un acuerdo para permitir que el OIEA mantuviera sus equipos de control y vigilancia en Irán, los parlamentarios de la línea dura acusaron a Raisi de incumplir una ley que obliga a tomar medidas de escalada en el programa nuclear iraní, una acusación que también se lanzó contra Rouhani.
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Por último, Irán ha dejado que el JCPOA se debilite al dejar de cumplir sus compromisos. Muchos diplomáticos occidentales han interpretado esto como una apuesta para obtener poder de negociación, pero también forma parte del esfuerzo por parecer más “inteligente” que el anterior equipo negociador. Sin embargo, existe el riesgo de que la administración de Raisi se pase de frenada en su esfuerzo por aumentar su influencia y al mismo tiempo tener en cuenta la política interna. En opinión del secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, los retrasos iraníes significan que el P5+1 se está acercando a un punto en el que “volver a cumplir el JCPOA no recuperará por sí mismo los beneficios del JCPOA”. Con razón o sin ella, la buena voluntad de Occidente se está agotando y Raisi no puede demorarse eternamente. Tiene que demostrar de forma concreta que quiere restablecer el acuerdo nuclear.
Los gobiernos occidentales aciertan en su valoración de que Irán puede vivir sin el acuerdo nuclear, otro factor que les lleva al pesimismo. La reimposición de sanciones secundarias a Irán por parte de la administración Trump provocó tres años de contracción y empujó a millones de iraníes a la pobreza, pero la economía ha seguido resistiendo a duras penas. Irán ha pasado la mayor parte de una década bajo el programa de sanciones más intenso jamás ideado y la economía ha sobrevivido hasta ahora al colapso. Los dirigentes iraníes creen que pueden seguir gestionando la crisis económica al tiempo que mantienen una postura asertiva en la región que garantice la seguridad del país.
Pero ser capaz de vivir sin algo no es lo mismo que no desearlo. El gobierno de Raisi es muy consciente de que el pueblo iraní quiere un alivio de las sanciones, y en los últimos dos meses no ha hecho ningún esfuerzo por dirigir los anhelos del electorado hacia otra parte. La administración querrá satisfacer las esperanzas del pueblo iraní sobre su futuro económico. Por ello, las capitales occidentales deberían seguir siendo optimistas sobre el futuro del acuerdo nuclear
*Análisis publicado en el European Council on Foreign Relations por Esfandyar Batmanghelidj y titulado ‘Nuclear talks under Raisi: Iran’s diplomats are going slow to appear smart’
source Las negociaciones nucleares con Irán no están muertas, están hibernando… y eso es bueno