“Los padres tienen miedo”: NY celebra unas elecciones marcadas por el crimen

El pasado martes 26 de octubre, Taquan Jones, de 17 años, fue asesinado de un tiro en el pecho. Sucedió a las tres y media de la tarde, poco después de salir del instituto de Harlem en el que estudiaba. Días antes, dos adolescentes, de 13 y 16 años, fueron tiroteados mientras cenaban pollo frito y helado en el restaurante Mama’s Fried Chicken, en el mismo barrio. Uno recibió un balazo en la cabeza y el otro en la espalda. A pocos bloques de allí, un conductor de Uber cayó de un disparo en un intento de robo. Otro altercado, en East Harlem, dejó dos heridos y un muerto. Y así hasta alcanzar los 31 tiroteos registrados. Solo en Harlem, solo en 2021.

El aumento de la violencia callejera durante la pandemia, que no se limita ni a Harlem ni tampoco a Nueva York, se ha convertido, según las encuestas, en una de las razones por las que el demócrata Eric Adams será hoy previsiblemente elegido alcalde neoyorquino. El excapitán de policía afroamericano ha prometido restaurar el orden en las calles de una ciudad sacudida por estos incidentes.

“Los padres tienen miedo de dejar que sus hijos salgan a jugar a la calle”, dice Alpheaus Marcus, organizador comunitario de Harlem y candidato al consejo municipal de Nueva York en estos comicios. “Si tienes drogas, tienes bandas; si tienes bandas, tienes robos y camellos”, añade.

Argemino Barro. Nueva York

Estamos en la calle 124 con Lenox, una de las esquinas más problemáticas, y a la vez más concurridas, de Harlem. Si uno eleva la vista, verá un bloque de cristal y cemento recién construido, empapelado de publicidad y con dos enormes puertas mecánicas que dan paso al esplendor consumista de Whole Foods, el supermercado de Amazon que también se conoce como Whole Paycheck, porque parar a comprar allí un cartón de leche le cuesta a uno la nómina del mes. A ras de acera, sin embargo, se ha instalado una bulliciosa postal de la droga. Hay gente mendigando, personas en claro declive físico y mental y las sospechosas siluetas de jóvenes encapuchados controlando el perímetro. “Mira por lo que tienen que pasar las familias”, dice Marcus.

El origen de la violencia en esta esquina parece estar relacionado con la apertura de una clínica de desintoxicación en la calle 124. La ecuación es la siguiente. Las clínicas, naturalmente, atraen a víctimas de la drogadicción, por lo general de la heroína, que van allí a intentar curarse; las víctimas atraen a los camellos, que rondan las clínicas tratando de aprovechar la convergencia de posibles clientes; finalmente, los camellos compiten por el territorio y es ahí donde se multiplican los tiroteos. Esto, con el terrible añadido de que en la misma calle 124 hay un colegio y un instituto, cuyos alumnos se pueden encontrar en la línea de fuego o en la tentación de dedicarse al trapicheo.

El caso concreto de esta esquina solo es una pincelada más del paisaje. Los tiroteos en Harlem han aumentado más de un 60% desde 2020, año en el que, a su vez, ya habían experimentado una formidable subida. Las cifras son particularmente graves entre los menores de edad. En toda la ciudad de Nueva York, entre enero y septiembre, los asesinatos de adolescentes crecieron un 136% con respecto a 2019.

“En Harlem, un apartamento de una habitación cuesta 1.600 dólares. Si ganas 15 la hora, después de impuestos son 27.000 al año. Solo el alquiler vale 19.500 dólares”

Alpheaus Marcus tiene dos propuestas para acabar con la violencia, una a largo y otra a corto plazo. A largo, una reforma educativa que termine con la segregación en las escuelas, reparta más igualitariamente los recursos económicos y, en definitiva, rompa el ciclo de la pobreza y la exclusión, que es de donde emanan, en última instancia, el tráfico de drogas y la violencia callejera.

“Hay que volver a traer los programas para ayudar a estos chicos a dejar las calles”, dice Marcus, natural de Harlem. “Tú no puedes decirle a un chaval que le pagarás 15 dólares la hora [el salario mínimo de Nueva York], porque seguirá ganando dinero en las calles. En Harlem, un apartamento de una habitación cuesta 1.600 dólares. Si ganas 15 la hora, después de impuestos son 27.000 al año. Solo el alquiler vale 19.500 dólares. Y a partir de 25.000 [la alcaldía] ya no te da muchos vales de comida”.

El plan a corto plazo es más sencillo. Consiste en volver a constituir la unidad de policías de paisano, desmovilizada el verano de 2020 como consecuencia de las protestas contra la violencia policial y el racismo, a raíz del asesinato de George Floyd. “Quitar esta unidad del departamento de policía y no poner nada en su lugar ha hecho daño a la comunidad”, dice Marcus. “No tenemos suficientes policías de paisano para detectar qué está ocurriendo. Le echo la culpa al simbolismo de la política”.

EFE

La postura de Marcus respecto a la polémica unidad de paisano es parecida a la del favorito a ganar la alcaldía, Eric Adams, que promete volver a constituirla. “Tenemos que tener una unidad de paisano adecuada, bien entrenada y especializada en la resolución de conflictos que se centre en la violencia de las armas”, dijo Adams en su segundo debate con su oponente, el republicano Curtis Sliwa. “No los ‘cowboys’ del pasado, cuando cualquiera salía a parar y a registrar a todo el mundo”.

Adams hila fino cuando se refiere a la unidad de paisano. Si bien era responsable de cortar el flujo de armas en las calles neoyorquinas y de reducir así los tiroteos entre las bandas, su desempeño estuvo jalonado de abusos y comportamientos cuestionables. A pesar de su pequeño tamaño, esta unidad ha estado implicada en casi un tercio de las muertes a manos de la policía neoyorquina desde el año 2000. Adams, que abogaba por la reforma cuando vestía el uniforme, planea actualizar el departamento de policía para hacerlo más transparente ante la opinión pública.

Su promesa general de orden, sin embargo, ha resonado entre los votantes. Durante las elecciones de verdad, que fueron las primarias demócratas del pasado junio, el 33% de los encuestados por NY1/Ipsos vio en Adams al candidato mejor preparado para lidiar con el aumento de la violencia, una proporción muy superior a la de cualquier otro aspirante. Más de siete de cada 10, el 72%, dijeron estar de acuerdo con el despliegue de más agentes de policía en las calles.

Este clima de opinión contrasta con los eslóganes que causaron furor el año pasado, durante el verano de la ira contra lo casos de abuso policial y racista. La presión en las calles y en los medios de comunicación, con el famoso mantra de “desfinanciar a la policía”, hicieron mella. El alcalde, Bill de Blasio, deshizo la unidad de paisano, prohibió la capacidad de los agentes de inmovilizar a un sospecho presionándole en la espalda y prometió recortar casi un 20% el presupuesto del departamento.

Las protestas, los disturbios y la percepción, por parte de muchos policías, de que la alcaldía y los medios de comunicación les habían culpado de todo, impactó en la moral del cuerpo. Muchos agentes, como confirmó uno de ellos a El Confidencial, dejaron de exponerse a riesgos y de cumplir con su responsabilidad. “No queremos meternos en problemas”, dijo este policía. “Que revienten todo lo que quieran reventar porque no podemos hacer nada, desgraciadamente. Porque todo nos lo impugnan y todo lo que hacemos está mal”.

Aquí está una de las posibles causas del aumento de la violencia en el último año y medio. Por un lado, el recorte de recursos y margen de acción de la policía; por otro, su baja moral como consecuencia de estos recortes y de la retórica antipolicial. Una reforma del sistema de fianzas también ha podido, según los conservadores, contribuir al empeoramiento. Y, de fondo, claro, la debacle económica que llegó con el virus, sobre todo a los vecindarios más pobres, la incertidumbre y el hecho de que los organismos públicos tenían las manos llenas apagando el incendio del covid.

Argemino Barro. Nueva York

Ya entonces, los representantes de esos barrios humildes —y de mayoría de color, a los que se quería proteger de la violencia policial— habían protestado, precisamente, contra los recortes al departamento. “No quieren ver un uso excesivo de la fuerza. No quieren ver a los agentes poniendo sus rodillas en nuestros cuellos”, dijo la demócrata Vanessa L. Gibson, representante de West Bronx en la alcaldía, el año pasado. “Pero quieren estar seguros cuando van a la tienda”.

El eslogan ‘desfinanciar a la policía’ parecía brotar de las alturas, de las universidades, de las redacciones; no de la masa de votantes. Los principales candidatos a la alcaldía se desmarcaron de estas posturas, pese a haber simpatizado con ellas unos meses antes. El más claro fue Adams. “Esto realmente está siendo liderado por un grupo demográfico diferente”, dijo el candidato. “Hay mucha gente blanca, joven y pudiente que viene y establece los términos de la conversación”.

Las crudas acusaciones de Adams resaltan una de las grandes paradojas de la política estadounidenses. Según uno de los estudios más ambiciosos que se han hecho sobre la polarización política en EEUU, con base en entrevistas con 8.000 ciudadanos del país, los activistas de extrema izquierda, autores de este tipo eslóganes y de la constante narrativa de opresión racial, tienen dos particularidades. Una, son el segmento político que más dinero ingresa anualmente, y, dos, más del 80% de ellos son blancos.

Argemino Barro. Nueva York

A eso se refiere Alpheaus Marcus cuando habla del “simbolismo de la política”, a la coreografía retórica. “En lugar de a gente centrándose en las políticas, tenemos a gente gritando eslóganes como ‘desfinanciar a la policía’ y ni siquiera saben lo que significa eso”, dice el organizador comunitario. Esos eslóganes “vienen de gente que no vive aquí, pero que dice estar a favor de la comunidad negra”.

Pese a que están de acuerdo en restaurar la unidad de policías de paisano y en hacer una reforma que permita hacer a los agentes responsables de sus actos, Alpheaus Marcus no está, técnicamente, del lado de Adams. A sus 51 años, ha pasado toda su carrera trabajando para los demócratas. Pero ahora que, por primera vez, se presenta a un cargo público, lo hace como republicano.

“Creo en inyectar la agenda de mis comunidades en ambos partidos, porque ahí está el problema”, dice Marcus. “Vi que [los republicanos] no tenían una agenda para las comunidades urbanas, así que quería darles una. Hemos votado de la misma forma durante tanto tiempo y no hemos logrado nada. Si tenemos a candidatos locales presentándose con demócratas y republicanos, si uno pierde, aún sigue habiendo una oportunidad”.

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