La última vez que vi a mi antigua jefa María Ressa, hace unos tres años en Nueva York, no le preocupaba que la detuvieran a su regreso a Filipinas. Sus amigos y familia le habían dicho que considerara la posibilidad de quedarse en Estados Unidos, ya que tiene doble nacionalidad tras haber crecido en Nueva Jersey. Pero ella creía que era su deber volver a Manila y seguir haciendo su trabajo como directora general del portal de noticias independiente ‘Rappler’.
Aquella vez no la detuvieron por su participación en la actualización de ‘Rappler’ de un artículo antiguo que un juez consideró difamatorio de manera retroactiva. Pero sí fue detenida en febrero de 2019 por la misma acusación, y de nuevo un mes más tarde por violar supuestamente la prohibición sobre la propiedad de medios de comunicación por parte de extranjeros. María salió en libertad bajo fianza en ambas ocasiones, pero sus problemas con la justicia no terminaron ahí.
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En junio de 2020, fue condenada por ciberdelincuencia, y ahora se enfrenta a hasta 100 años de prisión en virtud de una interpretación muy laxa y retroactiva de la ley, que ha sido calificada como un ataque a la libertad de prensa.
Durante años, María ha luchado contra docenas de casos judiciales diseñados para silenciarla a ella y a ‘Rappler’ por exponer la verdad sobre la sangrienta guerra contra las drogas del presidente Rodrigo Duterte y la corrupción dentro de la administración. Casi siempre consigue imponerse, pero a ella y a ‘Rappler’ les cuesta energía, tiempo y dinero, por no hablar del sacrificio personal.
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Lo cierto es que tiene una energía casi ilimitada. Cuando trabajaba en ‘Rappler’ hace una década, decíamos en broma que María era como el famoso conejo de Energizer de los anuncios de televisión. No importaba lo duro que fuera el día, siempre estaba en su pequeño escritorio, charlando con su jefa de redacción de confianza, Glenda Gloria, tecleando furiosamente en su portátil o hablando con una fuente por teléfono, y consumiendo su habitual dieta de pandesal y Coca-Cola light. Siempre está sonriendo. Y riendo, sobre todo cuando se deja llevar un poco en las fiestas de ‘Rappler’. Pero también puede ser muy dura.
Hay que tener muchas agallas para desafiar a un aspirante a dictador que ha ordenado a sus policías y soldados matar a miles de personas. Especialmente cuando lo ha convertido en algo personal. Duterte afirmó una vez que María formaba parte de un complot de la CIA para desalojarle del poder. Ha convertido las redes sociales en un arma y sigue incitando a sus seguidores en Facebook a que la amenacen con violarla y matarla.
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Pero lo más importante es que Maria es justa. Ella y ‘Rappler’ dieron una oportunidad a Duterte, incluso cuando parecía que un alcalde de provincias bocazas no tenía ninguna posibilidad de llegar a la presidencia en Manila. Pero la relación se agrió cuando empezaron a acumularse los cadáveres acribillados en las calles, y Patricia Evangelista, de ‘Rappler’, se encargó de escribir sobre todo ello.
Trabajando en un país reconocido durante mucho tiempo por su libertad de prensa, ‘Rappler’ ha hecho con el régimen de Duterte lo mismo que con su predecesor. Y lo que hará con la próxima administración filipina: exigirle que rinda cuentas y denunciar cuando no cumpla o abuse de su poder. “Mi ejemplo sirve como lección para los periodistas”, dijo María a Ian Bremmer poco después de su condena en GZERO World. También es una inspiración, y ahora una ganadora del Nobel.
La pregunta es: ¿dejará Duterte que viaje a Oslo para recibir el premio?
*Este artículo fue publicado originalmente en inglés en GZERO Media. Si te interesa la política internacional, pero quieres que alguien te la explique, suscríbete a la ‘newsletter’ Signal aquí.
source María Ressa fue mi jefa antes de recibir el Nobel y la he visto luchar contra gigantes