“Tiene una luxación en el hombro que soldará en un par de días. Ha sido un niño muy grandote, es normal”. Silvia Conejo recuerda las palabras que le dijeron después de dar a luz, en Badajoz, como si se las acabaran de decir hoy.
Mateo nació 4,440 kilos de peso y 55 centímetros de alto. Se lo enseñaron a Tomás, el papá. “Mira que niño tan gordote, por eso le ha costado salir”. Tras varias pruebas de control, pasaron todos a planta. “Cuando el niño llegó a la habitación, tenía el brazo inerte, colgando”, recuerda Silvia, su mamá. “Era un brazo de trapo, tal cual”.
“Estuvimos ‘tranquilos’ hasta el momento del alta, cuando un pediatra se llevó las manos a la cabeza”, denuncia Silvia. No era una luxación. “Nos dijo: lo que tiene vuestro bebé se ha producido en el momento de sacarlo, se llama ‘Parálisis Braquial Obstétrica (PBO) y es grave. No sé si su hijo va a volver a mover el brazo alguna vez”.
Seis operaciones
Se llama Mateo, tiene cinco años y ha pasado ya por seis operaciones. Necesita rehabilitación diaria, cuidados continuos, fisioterapia, neuromodulación. Su PBO es completa, no hay ningún nervio sano, tiene un 45% de discapacidad. Qué, quién, cómo. Su familia quiere saber. Judicialmente lo único que han descartado es que se trate de una enfermedad genética. Ocurrió en el parto, es lo único que ha quedado demostrado.
Su familia lucha desde sus primeros días por obtener respuestas: “el juzgado de lo contencioso número 2 de Mérida concluyó que no se puede acreditar que hubiera mala praxis, pero nadie nos explica por qué le ha sucedido eso a nuestro hijo”, lamenta Silvia. Han llegado al Tribunal Supremo y al Tribunal Constitucional, donde sufrieron un revés, “ni siquiera nos escucharon“. Como la sentencia es firme, la familia de Mateo no puede recurrir al Tribunal de Estrasburgo, como quisiera, pero han lanzado una campaña para que el caso del pequeño llegue al Congreso: “Necesitamos 1.500 firmas para que nos escuchen. Desde su nacimiento ha sido una lucha constante y no podemos parar”.
Diabetes gestacional
“El 27 de octubre de 2017 me pongo de parto”, arranca Silvia. “Poco antes de las ocho de la mañana llegamos al Hospital Materno Infantil de Badajoz. Tengo contracciones… todo normal”. Deciden ingresarla, Mateo va a llegar. “Me hacen un reconocimiento, pero no me hacen una ecografía. Yo les digo que he tenido diabetes gestacional, por lo que me han dicho que el niño va a ser grande. Ellos me dicen que el ecografo es antiguo, que no funciona bien, pero que da igual. No importa el peso que tenga porque todos los niños nacen”.
Comienza la preparación, la dilatación es correcta, todo sigue el curso normal. “Me dicen que si quiero ponerme la epidural, les digo que sí. Y me dicen que empiece a practicar los pujos (movimientos para empujar) para cuando llegue el momento de expulsar al bebé.
“Empuja más fuerte”
Pasaron las horas y Mateo no se encajaba (se colocaba). Los pujos no eran suficientes para que naciera, pues no estaba en el plano que tenía que estar. “Yo escuchaba: el niño no puede encajar bien la cabeza por lo grande que es. Fue cuando el matrón llamó a sus compañeras para que dieran su opinión”. Empezó el caos.
Silvia, relata, de la misma manera que lo hizo en su demanda judicial, los momentos que vivió. “Me tumban, me ponen las piernas en el potro y me dicen que tengo que empujar más fuerte que si no me quitarían la oxitocina para que sienta más contracciones. Yo les dije que hicieran lo que tuvieran que hacer, que eran las siete de la tarde, que llevaba empujando desde las dos o las tres”. Mateo no se colocaba y Silvia no podía dar a luz.
La lesión
Mateo no salía. A las 19:30 horas deciden usar instrumental, una ventosa. “Desde las cuatro de la tarde hasta las siete y algo… yo ya no podía más. Tuve hora y pico al matrón subido encima de mí, apretándome las costillas, intentado colocar al niño, (maniobra Kristeller que la OMS no recomienda)”, denuncia Silvia. “El problema de Mateo es que no quería encajar la cabecita, no quería salir por él mismo, no podía, no cabía…”, cuenta su madre.
“Con la ventosa tiran de él y lo encajan. Al niño lo colocan con la ventosa, como prueba el partograma, y el instrumental no se debe utilizar para colocar al bebé, fue otra mala decisión”, opina la mujer.
Una vez que sale la cabeza, se produce una distocia de hombros (no entran por el tamaño, y chocan, no puede salir). “Y a partir de ahí, tienen diez minutos para realizar la maniobra correcta, siempre que el niño no tenga sufrimiento fetal. A Mateo le miran y no lo tenía, estaba bien -la ginecóloga lo confirmó en su declaración ante el juez-. Así que tiraron del niño entre dos personas. Había que sacarlo, pero como Mateo estaba bien, había que sacarlo haciendo que el niño tuviera el resultado lesivo de menor grado. A veces, y esto pasa, incluso le rompen la clavícula al bebé. Cualquier cosa que no sea lo que ha pasado: un arrancamiento de todos los nervios del plexo y una parálisis irreversible“.
Silvia también sufrió: “acabé con más de sesenta puntos, un prolapso y un desgarro que aún sigue abierto”.
“Lo de Mateo es grave”
“Nos dijeron que le habían hecho un poquito de daño, pero que era normal”. Tras el parto, llegaron familiares y amigos. Todos evitaban comentar que el bebé tenía algo en el brazo.
Sin mover el brazo ni la mano, sin recuperar la posición, y mostrando dolor, Mateo abandonó el hospital el lunes, junto a sus padres. Poco antes de hacerlo, un pediatra les paró. Les habló de parálisis, minusvalía, operaciones, rehabilitación. “Lo que tiene Mateo es grave, no me puedo creer que no se lo hayan contado en el paritorio. Llamó a un traumatólogo y nos lo explicó”.
La primera operación llegó con seis meses. “Al abrirle vieron el alcance. Me dijeron que era una lesión de las pocas que habían visto. Que iba a necesitar muchas intervenciones. No para que quede bien, sí para darle la mayor funcionalidad posible. Nos dijeron: ‘hazte a la idea de que hasta que el niño tenga cinco a o seis años esto va a ser una lucha constante y permanente’. Así ha sido. No me mintió el cirujano en el Hospital de La Paz (Madrid)”.
Lucha judicial
La familia de Mateo afrontó dos luchas, la sanitaria y la judicial. “Empezamos con una reclamación en Atención al Paciente, nadie nos contestó”. Tratamientos, rehabilitación, viajes… las necesidades de Mateo supusieron un esfuerzo humano y económico extra para sus padres. “Llevamos gastados más de 30.000 euros”.
La seguridad social no cubría todo lo que el niño necesitaba. “Fue cuando iniciamos una reclamación patrimonial para que Mateo, ya que venía completamente sano, y esto se produce sin duda alguna en el momento del parto, tenga cubierto todo lo necesario. Solo queremos que Sanidad costee el tratamiento de Mateo. Sabemos que hay resoluciones parecidas o iguales, con resultados estimatorios”.
En el juzgado de Mérida no les dieron la razón, “alegando que estas cosas pueden pasar”. En el Tribunal Superior de Justicia de Extremadura “perdimos el caso y nos condenaron incluso a pagar las costas del procedimiento, 20.000 euros“. Y en el Tribunal Supremo y el Constitucional “no admiten a trámite nuestro recurso y nos condenan a han hecho pagar otros 2.000 euros más”.
“No se puede acreditar el resultado dañoso, como consecuencia directa de las decisiones adoptadas”, concluye la sentencia del Tribunal Superior de Justicia, a la que ha accedido CASO ABIERTO, portal de sucesos e investigación de Prensa Ibérica.
Sin respuesta del hospital
CASO ABIERTO se ha puesto en contacto con el hospital donde nació Mateo para recabar su versión, sin respuesta. También ha enviado un correo electrónico al Servicio Extremeño de Salud (SES), sin que haya sido contestado.
Los profesionales que asistieron a Silvia alegaron durante el juicio que “actuaron correctamente en todo momento” y que pudo ser la propia madre, empujando, quien provocara la lesión. En el informe aportado por la doctora que atendió el parto, consta que la madre de Mateo “cerró fuertemente las piernas tras expulsar la cabeza del bebé”. Algo que Silvia desmiente: “Es algo imposible, puesto que yo tenía puesta la epidural”.
Mateo es un niño feliz, pero su lucha es constante. “Ha sido siempre luchador. Su papá estuvo cinco años con quimioterapia. Fue un milagro quedarme embarazada, con fecundación in vitro, pero llegó”. Es él quién les da fuerza para seguir. “Soy la primera que sabe que esto ha sido sin querer, el momento de rabia ya lo superé. Sé que nadie quería que esto pasase… pero pasó. Mi niño estaba sano, y no solo no recibe ayuda, sino que le vamos a pagar cerca de veinte mil euros al hospital que le produce la lesión”.
Enlace de origen : Mateo, el niño de 5 años con una parálisis producida en el parto, al que la justicia dice que no