Después de la muerte, el necrobioma recicla el cuerpo humano para alimentar nueva vida: son los mismos microbios que nos ayudan en vida a digerir los alimentos, producir vitaminas esenciales, protegernos de infecciones y desarrollar muchas otras funciones críticas del organismo humano. Luego del cese de la función biológica, siguen viviendo y “escapan” del cuerpo para reciclarlo y adaptarse a un nuevo ambiente: cooperan con otros microbios presentes en el suelo para que los nutrientes y otras sustancias que puedan aprovecharse permitan crear nueva vida a partir de la muerte.
Dentro del cuerpo humano hay billones de organismos microscópicos: bacterias, virus, hongos y arqueas, conocidos colectivamente como microbiota. Estas comunidades microbianas ayudan a moldear nuestra fisiología y contribuyen a nuestro bienestar: ahora, un nuevo estudio publicado en la revista Ecological Processes ha explicado cómo estos microbios sobreviven a la muerte del organismo en el cual habitaban y se adaptan a las necesidades del suelo para producir nuevas expresiones vitales.
La vida continúa
En un articulo publicado en The Conversation, la autora principal de la investigación, la científica Jennifer De Bruyn, de la Universidad de Tennessee, en Estados Unidos, explica que junto a su equipo de especialistas hallaron evidencias de que los microbios del cuerpo humano no solo continúan viviendo después de la muerte de la persona, sino que además desempeñan un papel clave en el proceso de reciclaje del cuerpo, para que el mismo pueda aportar sus nutrientes en el desarrollo de nuevas formas de vida, por ejemplo vegetal.
Al concretarse la muerte, los microbios que conviven con nosotros y nos ayudan a desarrollar múltiples funciones y procesos orgánicos, escapan hacia el exterior por el propio mecanismo de putrefacción y porque ya no encuentran en nuestro cuerpo el alimento necesario para vivir. Ya fuera, se mezclan con otros microorganismos presentes en el ambiente, por ejemplo en el caso del suelo.
Los microbios que pertenecían a nuestra microbiota no solo viven en el suelo, sino que también cooperan con los microbios nativos de ese ambiente para ayudar a descomponer el cuerpo humano, pasando a constituir el llamado necrobioma. En el laboratorio, De Bruyn y su equipo demostraron que la mezcla de suelo y fluidos de descomposición llenos de microbios asociados al ser humano aumentaba las tasas de descomposición, más allá de la actividad que podían concretar las comunidades microbianas del suelo en forma independiente.
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Una enorme cantidad de microorganismos nos acompañan durante toda la vida en diferentes zonas de nuestro cuerpo. Crédito: Nature Video / YouTube.
Impulso para la nueva vida que llega
Además, revelaron que los microbios provenientes del cuerpo humano mejoraron el ciclo del nitrógeno. El nitrógeno es un nutriente esencial para la vida, pero la mayor parte del mismo en la Tierra está atrapado en forma de gas atmosférico, que los organismos no pueden utilizar. Los descomponedores desempeñan un papel fundamental, al reciclar formas orgánicas de nitrógeno, como las proteínas, en formas inorgánicas, como el amonio y el nitrato, que los microbios y las plantas pueden aprovechar para su desarrollo.
En los ecosistemas terrestres, la descomposición de animales muertos alimenta la biodiversidad y es un vínculo importante en las redes alimentarias. En este caso, los hallazgos sugieren que las comunidades microbianas que sobreviven a la muerte del ser humano probablemente estén desempeñando un papel en este proceso de reciclaje al convertir tienen la capacidad para convertir grandes moléculas que contienen nitrógeno, como proteínas y ácidos nucleicos, en amonio. Posteriormente, los microbios nitrificantes del suelo pueden transformar el amonio en nitrato, clave en el desarrollo vegetal.
En consecuencia, podría decirse que la microbiota humana nos ayuda a seguir viviendo luego de la muerte: aporta sustancias y elementos que crean las condiciones necesarias para que el ciclo de la vida siga su curso.
Referencia
Microbial community coalescence and nitrogen cycling in simulated mortality decomposition hotspots. Sarah W. Keenan, Alexandra L. Emmons and Jennifer M. DeBruyn. Ecological Processes (2023). DOI:https://doi.org/10.1186/s13717-023-00451-y
Enlace de origen : Nuestros microbios sobreviven a la muerte