Amaneció Manchester este jueves con un sol tibio propio de ese periodo de primavera en el que uno se cruza con una chica con un gorro de lana recogiendo su melena o con un tipo en chanclas y pantalón corto. En las portadas de los tabloides del kiosco de Portland Street, frente al destartalado Hotel Britannia, Bernardo Silva robaba protagonismo al príncipe Harry y a Megan. Los dos goles de portugués le hacían merecedor de ello, precisamente ahora que se rumorea que es el hombre elegido por Al-Khelaifi para ocupar el puesto que dejará Messi en el PSG. ‘The Guardian‘ hacía uno de esos juegos de palabras tan habituales en la prensa británica utilizando el nombre del rival: “Real thrashing” (Una verdadera paliza).
En el Madrid no hay reproches. Han sido unos años excepcionales que han superado las expectativas del propio grupo y, aunque quede mal decirlo, hasta de Ancelotti, “que ha tirado para adelante con lo que tenía”. El milagro de la Champions del año pasado, la más increíble que veremos, tapó deficiencias que ahora se han visto. Un Guardiola eufórico se revolvía en la rueda de prensa ante las preguntas de lo que él llamó en su día ‘la Caverna’. Deseo, eso sí, buen regreso a los periodistas “españoles” y luego se fue a celebrarlo haciéndose una inoportuna foto con el gesto de los 4 goles junto al jeque y al bostero Macri. Imagen que colgó Manel Estiarte en las redes y con la que despertó la expedición madridista, donde ni cayó bien ni extrañó. “Ya sabemos cómo es Pep”, advertía un whatsapp de alguien empotrado en el corazón de la expedición blanca habitualmente.
Los periódicos ingleses señalaban más a Ancelotti que a los jugadores, pero lo hacían desde el elogio a Guardiola, sin menospreciar al italiano. Carletto, que se mostró muy incómodo en la sala de prensa al ser preguntado por su futuro, volvió a evidenciar que no le hace gracia ser el eterno cuestionado cuando algo no sale bien. “Es una ley del deporte, a veces se puede perder”, advirtió destemplado. Sin embargo, la forma fue dolorosa. Un atropello en toda regla con un equipo que sufrió como nunca en la primera parte. Pep atacó el flanco de Camavinga, donde el francés improvisaba como lateral sin mucho ayuda de un Alaba francamente mejorable, la indolencia de Vinicius y un Kroos más pendiente de tapar los disparos al borde del área que de caer al costado, donde De Bruyme caía con insistencia.
Guardiola lanzaba besos a un Grealish del que dijo Guti tras la vuelta dijo que “no se iba de nadie”. Pero el protagonista era Bernardo. Al que Pep le pedía percutir, percutir y percutir. El portugués estaba exultante al acabar el partido. Hasta De Bruyne sonreía pese a haber abroncado al mismísimo Guardiola tras una corrección del catalán, que prefirió templar gaitas y contar hasta cien en el banquillo tras el incidente.
La afición señala a Florentino
La noche de los madridistas terminó en el centro de Manchester entre las dos hamburgueserías que hacían la caja del mes y los sandwiches fríos del único autoservicio que quedaba abierto pasada la medianoche. “Carletto ha hecho lo que ha podido, pero o Florentino se rasca el bolsillo o perdemos el tren en Champions. Vamos a tener el mejor estadio de Europa, pero más valdría que vaya pensando quién van a fichar para ponerlo de pie”, apuntaba en la cola del autoservicio un jiennense con un sándwich de queso y jamón con nueces al que en España ni le abría prestado atención.
Carvajal, el primero que salió a rueda de prensa, tiró de galones: “Cabeza alta y los balances el 4 de junio”. Modric, que fue el primer sustituido, salió tocado por la goleada. Se señaló a sí mismo como culpable en el vestuario y tuvieron que ser sus compañeros los que trataron de levantarle el ánimo. Síntoma, sin duda, del cambio generacional que el Madrid tiene pendiente desde hace un par de temporadas en la medular. No fue el único enfadado, Florentino ni siquiera se dirigió al equipo cuando bajó al vestuario. El presidente prefirió no hablar en caliente y parece que se avecina un verano movido.
“Ni éramos tan buenos tras meterle cinco al Liverpool en Anfield ni ahora somos tan malos tras encajar cuatro ante el City”, se lamentaba una chica de León sentada en el andén del Metrolink, el metro de Manchester, que en realidad es un tranvía. Y su novio apuntaba con alguna pinta de más: “No pasa nada. La vida es lo que pasa entre título y título de Champions del Madrid”. El madridismo se acostó dolido por el “meneo” sufrido en el Etihad, pero agradecido a unos jugadores que les han hecho muy felices. Casi tanto como lo que esperan los del City que les hagan Guardiola y Bernardo Silva. Y Haaland, al que Courtois le dio la noche. “Estambul queda para otra. Pero me da que nos vamos a patear Inglaterra en los próximos años”, despedía un arquitecto turolense que había venido a Liverpool, Londres y Manchester. See you soon.
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