Una España recreativa y con personalidad tumbó a la Francia de Mbappé, la Francia a la que desde 2014 nadie había mandado a la lona en noventa minutos de una eliminatoria. Lo hizo la Roja de Lamine, Nico, Cucurella, Olmo, Fabián, Rodri… Una España coral, con muchos registros, que intima con la pelota y sabe apiñarse sin ella. Una selección de récord: nadie jamás había encadenado seis victorias en una Euro. La séptima, si llega, será ante Países Bajos o Inglaterra. De darse el brindis final, España será la única con cuatro Eurocopas.
Comenzó España con soltura. Una España reconocible, expansiva. Todo lo contrario que Francia, también identificable. Una Francia a la que le gusta a jugar a que no se juegue, chata salvo cuando cita en el horizonte a Mbappé, en Múnich un Mbappé desenmascarado. Como el fútbol es una catarata de imprevistos, al primer estirón galo su capitán calzó la pelota en la cabeza de Kolo Muani, desatendido por Laporte y Cucurella.
Un azote. Momento para la madurez ante la adversidad, con un rival acreditado por su telón defensivo, con solo un gol en contra en todo el torneo (y de penalti). Francia encantada, con todos refugiados tras el balón. La Roja notó la sacudida del emboque francés. Se activó Mbappé y Navas, a sus 38 años ante una faena mayor frente al madridista, se cargó rápido con una amarilla.
El balón rescató al grupo de Luis de la Fuente. Al frente, Rodri, que ya debería ser una celebridad, pero le faltan dotes para el vedetismo y la demoscopia popular tiene otras preferencias. Rodri, que da juego y no se arruga en ningún asalto, tiró de escuadra y cartabón y Lamine, Nico y Olmo empezaron dar avisos en la periferia de Maignan. Con la zaga de los de Deschamps adosada en su área, Lamine, cada vez con más juego interior en su repertorio, peritó a los brigadas galos y como tiene una zurda con tralla estampó un balinazo en la escuadra derecha del meta del Milan. No fue un gol. Fue un do de pecho del chaval, que estaba a 25 metros de Maignan.
A hombros del azulgrana, la Roja a lo suyo, con el balón por bandera y todos mancomunados. No le falta gregarismo. Ni optimismo. Caso de Olmo, que tiene una asombrosa capacidad para buscarse la vida dentro del área, donde abundan los tiburones. En un parpadeo, se giró, hizo un ovillo a Tchouameni y su disparo cruzado lo selló Koundé. Sin el rebote del barcelonista, el gol era gol o gol, así que la UEFA se lo apuntó al futbolista del Leipzig. De repente, Francia frente a un partido de los que aborrece. Forzada a remar, con una desventaja en el marcador a la que no acostumbra. Llevaba 668 minutos sin encajar un tanto que no fuera de penalti.
La Francia abrochada debía coger vuelo, vía Mbappé y por la ruta de Dembélé. A España le tocaba medirse con un contrario poco cosmético, pero con mucho chasis. En realidad, un equipazo que no lo parece por su indisimulada contención. Una Roja más obligada a la contra, pero no le faltan alas. Los dos equipos en su versión b.
De la Fuente tuvo que intervenir ante la lesión del infinito Navas. El técnico riojano se inclinó por Vivian, con Nacho como alguacil de Mbappé. Tal es el cesto que tiene Deschamps que ante el abismo pudo dar carrete a Camavinga, Griezmann y Barcola. Poco a poco, Francia subió el volumen. A España le costaba tertuliar con la pelota. Hay encuentros que se vuelven pendulares, lo que no es casual con adversarios como Alemania o Francia. En las rampas finales de los grandes torneos conviene adaptarse a distintos atajos.
El conjunto del gallo tenía más empuje que metralla. Transitaba cerca de Unai Simón, pero sin muchos avisos urgentes para el portero del Athletic. Dembélé como agitador y por el camino Mbappé y Griezmann, que por mucho que no estén algos deslustrados, siempre intimidan. De la Fuente buscó un respiro con Merino y Oyarzabal por Olmo y Morata. Esta vez mantuvo a los extremos, uno de los principales rasgos distintivos de esta selección, casi hasta el último suspiro.
Deschamps le dio mil vueltas al taque. En el tramo terminal, el ariete grúa de toda la vida (Giroud), con Mbappé ya centrado y Barcola por el costado izquierdo y Griezmann por el derecho. Mientras se reorganizaba Francia, Lamine, a unos días de los 17 años, casi calca su golazo. Y poco después, Mbappé angustió a España un remate que le salió por las nubes. Y por las nubes acabó la Roja, plantada contra pronóstico en la gran final del domingo en Berlín. Otra España para gozar.
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