El encuentro anual del Fondo Monetario Internacional normalmente apenas recibe atención más allá de los obsesionados con las políticas económicas. Pero, en esta ocasión, todos los ojos estaban puestos en el destino de la directora ejecutiva Kristalina Georgieva, ampliamente elogiada por la rápida respuesta del FMI para evitar una crisis económica global alimentada por la pandemia, y también enredada en el último fuego cruzado entre Estados Unidos y China.
Georgieva finalmente mantuvo su puesto tras ser confirmada por la junta del FMI el pasado lunes, pese a las fuertes objeciones de los estadounidenses y los japoneses, los accionistas mayoritarios del Fondo. Pero ¿de qué iban todos estos aspavientos?
EEUU y Japón querían cesar a Georgieva por alegaciones de que, cuando era directora ejecutiva del Banco Mundial, presuntamente intervino para dibujar a China como ‘favorable a los negocios e inversión’ en dos informes clave, justo cuando el banco quería recibir más capitales desde Pekín.
La gran mayoría del resto de la junta del FMI, sin embargo, querían que se quedara. Eso incluía a los europeos —que están de acuerdo con Georgieva en muchos temas y creen que la directora ejecutiva está siendo un chivo expiatorio por el sentimiento anti-China de Estados Unidos—, así como a la mayoría de los países en desarrollo y, por su puesto, China. Georgieva ha negado en anteriores ocasiones haber actuado mal en esos dos informes.
Aun así, el escándalo puede arrojar dudas sobre el FMI. La credibilidad de las clasificaciones económicas del Fondo —y potencialmente otras decisiones clave— puede verse menoscabada si la gente acaba creyendo que las distintas contribuciones de los países las manipulan o afectan constantemente.
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El FMI, cuya tarea principal es mantener al mundo a salvo de las turbulencias financieras y monetarias, ha sobrevivido otras crisis internas, incluidas la caótica salida de dos de sus directores generales en los últimos 15 años. Pero la controversia que rodea a Georgieva tiene lugar en un contexto más amplio de China queriendo un asiento más importante en la mesa.
La nueva China
En los últimos años, China ha intentado convertirse en un jugador más poderoso en las instituciones globales, conforme ha ido aumentando su influencia económica y política. Pero esta ambición casi siempre se ha encontrado con un fuerte rechazo por parte de Estados Unidos, quien durante mucho tiempo ha dominado los mismos órganos, la mayoría creados cuando China era pobre y económicamente aislada.
Hoy día, China es la segunda economía más grande del mundo, y ya mayor que Estados Unidos en términos de poder adquisitivo de sus ciudadanos. Es el principal socio comercial de más países que Estados Unidos. Aun así, a pesar de todo su poder económico, Pekín tiene solo un tercio del poder de voto de Washington, y sin opción de veto, en el FMI.
China se ha mostrado en muchas ocasiones como una alternativa al FMI para préstamos a países muy endeudados que no tienen a dónde acudir y no quieren ataduras políticas en partes de África, Asia y Latinoamérica. Ahora, sin embargo, Pekín preferiría gastar ese dinero en gestionar el inminente colapso de su sector inmobiliario debido a demasiados préstamos.
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Mientras tanto, las disputas entre EEUU y China están dificultando la eficacia de otras instituciones internacionales. La Organización Mundial del Comercio (OMC) no ha podido revisar las apelaciones de sus decisiones desde diciembre de 2019, porque Washington aún no ha permitido el nombramiento de nuevos jueces para su organismo de resolución de disputas, que la Administración Trump consideró parcial a favor de China.
En 2020, Donald Trump sacó a EEUU de la Organización Mundial de la Salud por las afirmaciones de que su director Tedros Adhanom, respaldado por China, había minimizado la gravedad del brote inicial de covid en Wuhan. Joe Biden se reincorporó de inmediato, pero los estadounidenses todavía creen que la OMS les dio a los chinos un pase en blanco en la investigación sobre los orígenes del virus, y el caso se ha polarizado tanto que probablemente nunca sabremos qué sucedió realmente.
La polémica llega en el peor momento posible para el Fondo. Se espera que el FMI reduzca su pronóstico de crecimiento económico mundial debido a la desigual recuperación pospandemia entre las naciones ricas y las en desarrollo, muchas de las cuales asumieron una deuda adicional con el FMI debido al covid. Es más, lo último que quiere el Fondo es que se cuestione su imparcialidad cuando pronto tendrá que hacer llamamientos muy políticos para otorgar más préstamos a países en dificultades financieras, incluidos los que ya están en números rojos como Argentina o Túnez.
De cualquier forma, mientras EEUU y China continúan luchando por la influencia dentro del FMI, hay que esperar que el Fondo continuará haciendo su trabajo… que ya es mucho que hacer.
*Este artículo fue publicado originalmente en inglés en GZERO Media. Si te interesa la política internacional, pero quieres que alguien te la explique, suscríbete a la ‘newsletter’ Signal aquí.
source Primero la OMS, ahora el FMI: ¿debería China tener más poder en el Fondo Monetario Internacional?