Sigue siendo el rey: el Sevilla gana en los penaltis su séptima Europa League

Dicen que nunca se rinde y es cierto. Toda relación amorosa requiere de pequeños reveses para forzar que la tenacidad se sume al sentimiento y el vínculo se robustezca. Eso le sucede al Sevilla con la Europa League, siete matrimonios ya, los cuatro últimos sellados con el desliz de iniciar la final con el marcador en contra. Y ni José Mourinho, tan inmaculado hasta ahora en finales europeas como el propio Sevilla, logró que el romance se quebrara, volviendo el conjunto hispalense, casi 150 minutos de juegos y tanda de penaltis mediante, adonde siempre acaba regresando, al altar divino de la Europa League.

Tras Unai Emery y Julen Lopetegui (de Juande Ramos fueron las dos primeras), José Luis Mendilibar se sumó este miércoles al santoral sevillista, glóbulos guipuzcoanos en la sangre de Nervión, ‘Ocho apellidos vascos’ puesta frente al espejo y aplicada al fútbol. Si el Sevilla vivió una noche más para incorporar a su colección de siete (la tercera por penaltis), para Mendi fue su bautismo de gloria tras toda una vida picando piedra por los banquillos de España. Pocos técnicos se lo merecían más que él. O ninguno.

Montiel marcó el penalti definitivo

Montiel, el hombre que dio a Argentina el Mundial, fue el héroe del Sevilla, autor del penalti definitivo que lleva la Séptima a las vitrinas del Sánchez-Pizjuán. Y que, de paso, concede billete al equipo para la próxima Champions, un premio extra que pasa desapercibido ahora que el champán sigue disparando espuma, pero cuya importancia es capital para el club, en lo económico y también en lo emocional.

Estaba más que anunciado que Mourinho apostaría por la defensa de cinco hombres, la habitual de su Roma ante partidos de enjundia. Y esta final sin duda lo era. Con seguridad, Mendilibar trabajó con sus jugadores en los días previos el trabajo de presión alta, una de las señas de los equipos del vasco, pero el Sevilla fracasó a la hora de ejecutarla.

Los atacantes hispalenses no tenían claro cuál era su par en esas situaciones, mientras vivían la frustración de que la Roma no les dejara ni el más mínimo espacio para correr. Este Sevilla crece conforme lo hace la intensidad de sus partidos, la ida y vuelta frenética, y eso era algo que Mourinho sabía y no iba a permitir.

Dybala adelantó a la Roma en la final

El partido, en fin, se iba poniendo de color granate; es decir, como Mourinho quería; es decir, estaba siendo un espectáculo deportivo insufrible. La Roma buscaba una mínima oportunidad para morder y la encontró en una pérdida de Rakitic en el centro del campo. Mancini apareció para quedarse con el balón y servírselo a un Paulo Dybala que llegaba presuntamente tocado a la final. Control orientado y disparo cruzado para salvar la salida de Bono. Pura magia de ‘La Joya’.

Despertó el Sevilla antes del descanso a base de colgar balones al área y buscar segundas jugadas. Rakitic llegó a estrellar un balón en la base del poste, rozando un empate que en absoluto habría sido injusto, pero el Sevilla se fue a vestuarios en inferioridad. La mejora en esos minutos no llevó a engaños a Mendilibar, que decidió arrancar la segunda parte con Lamela y Suso en el campo.

Mancini, en propia puerta, marca el empate

Y acertó al técnico vasco, pues dotó a su equipo de la determinación y la verticalidad que le habían faltado hasta entonces, especialmente a través del argentino. El gol del empate, no obstante, llegó en el minuto 55 desde los pies de Jesús Navas, eterno él, quien puso un centro en el área tan envenenado que Mancini ya lo había metido en su propia portería cuando quiso calcular su trayectoria.

Las cosas mejoraron aún más para el Sevilla cuando el cuerpo Dybala levantó la bandera blanca y se encaminó hacia el banquillo en el minuto 68, pues era el argentino quien dinamizaba a la Roma, a través de balones al área. Rozó incluso el éxtasis el equipo de Mendilibar a 15 minutos del final, pero el árbitro corrigió en el monitor su decisión inicial de sancionar como penalti una acción de Ibañez sobre Ocampos. No lo era.

Mano salvadora de Bono en el descuento

Siguió apretando el Sevilla, pero no puedo evitar la prórroga. Y hasta dando gracias, por ello, pues la mejor ocasión en ese tramo la firmó Belotti en una falta ensayada. Un dedo mágico de Bono frustró al delantero romanista y después en el descuento Rui Patricio no permitió concretar a Suso la que tuvo.

Fue bastante mejor el Sevilla en la prórroga, aunque sin ocasiones verdaderamente claras, mientras iban apareciendo los calambres en las piernas de los futbolistas. Especialmente, y de forma sospechosa, en las de Matic, perro viejo. Y después de que Smalling estampara un balón en el larguero, ¡tras 12 minutos de descuento!, llegaron los penaltis que encumbraron a Montiel. Otra vez. Qué año el suyo. Qué siglo el del Sevilla.

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