Charlar con el indigenista brasileño Sydney Possuelo deja poso, te cambia el día. Es un hombre de 85 años que aparenta 20 menos y tiene una vitalidad enorme. Su mundo es otro, el de la selva del Amazonas. Su gente también ha sido otra: exploradores, aventureros y, sobre todo, indígenas aislados. Él dedicó buena parte de su vida, en los años setenta y ochenta, a entablar relación con algunos de ellos. Estableció siete contactos en 15 años con tribus remotas.
Luego se dio cuenta de que entrometerse en el mundo de aquellos hombres y mujeres libres, pero también peligrosos, a la defensiva, no era una buena idea. Los que llevaban a la ciudad para integrarlos acababan tristes, “encorvados”. Se dedicó entonces a promover que el Gobierno brasileño aumentara las zonas reservadas de selva para su disfrute. Pero los garimpeiros (buscadores de oro), pescadores o madereros seguían generándoles problemas.

19.03.2025. MADRID. El indigenista, explorador y activista brasileño Sydney Possuelo, en Madrid. / Alba Vigaray
EL PERIÓDICO DE ESPAÑA habla con Sydney Possuelo (São Paulo, 1940) en Madrid sobre cómo son los pueblos no contactados, cómo protegerlos y la vida en la selva.
Usted se ha dedicado a buscar tribus que nunca han contactado con otro ser humano occidental. ¿En qué consiste ese trabajo? Comenzó en 1910 con el mariscal Cándido Rondón, militar y explorador estadounidense. Él desarrolló una doctrina positivista de respeto a las culturas indígenas: todos los hombres son hermanos. Él creía que lo mejor era contactar con ellos, para que esos seres humanos vinieran a disfrutar de los beneficios de la civilización. Nosotros seguíamos su método: se va a la selva, se ponen ofrendas a su alcance, ellos se acercan… En ocasiones se conseguía contactarlos rápido, en otras se tardaba hasta diez años. Si habían sido atacados por occidentales antes, entonces el contacto era más difícil.
Digamos que mañana tiene que salir a contactar con una tribu. ¿Qué hace? ¿Qué lleva? ¿Cómo se organiza? Lo primero, claro, es descubrir dónde están. Para ello hacemos muchas horas de vuelo sobre la selva. Encuentras desde el aire sus casas o sus plantaciones. Luego debes prepararte para la aproximación por tierra. Antes de nada, hay que explorar la zona, saber si hay ríos con agua para beber y animales para cazar y poder subsistir. Solo esas misiones de reconocimiento duran dos o tres meses, caminando por la zona.
¿Solo para preparar la expedición? Sí. Y a veces hay que ir varias veces. Para desvelar la topografía, la geografía y cuanta “munición de boca” hay, es decir, cuánta comida.
¿Y después se acercan a los indígenas? No llegas directamente a donde ellos están. Te mantienes en un lugar lejos de su poblado, pero en el que ves rastros de que es un sitio de paso para ellos. Asumes que un día pasarán por donde tú estás. Ahí se construye una pequeña casita, que se llama tapirí. Y dentro les dejas regalos. Es lo que hacía Cristóbal Colón durante el descubrimiento.
¿Qué tipo de regalos? Espejos, cosas que brillan, bisutería, algún cuchillo o machete. A veces cacerolas para cocinar.

El explorador e indigenista Sydney Possuelo en la Amazonia con indígenas / Archivo de Sydney Possuelo
¿Y después? Ese tapirí funciona como una suerte de termómetro de la tribu. En ocasiones lo ven, lo golpean y lo destrozan. Eso revela que son grupos que en su historia vivieron violencia o recibieron disparos de los blancos; que han sufrido por el contacto con otros grupos humanos. Esos se van huyendo hacia el interior de la selva. Otros simplemente llegan, miran, no hacen nada y se van. La tercera opción es que se interesen por las cosas.
¿Qué hacen ustedes entonces? Esperamos en el campamento. Ellos nos observan constantemente.
¿Y no les atacan? Sí, es muy habitual. He perdido compañeros muertos por disparos de flechas o machetes. Siempre se va en expediciones de muchos hombres, de 15 a 30, para disuadir. Cuando nos ven, nos respetan por el volumen. Los indígenas solo atacan si están en proporción igual o mayor.
Parece peligroso… Siempre es peligroso acercarse a indios aislados. No por ellos mismos, sino porque muchas veces fueron asaltados por los blancos. Siempre que llegaban los blancos les hacían daño: secuestraban a las mujeres, los hijos, robaban la comida.
¿Van armados? Íbamos armados, pero son armas, en primera instancia, para cazar. Se trata sobre todo de que las vean. No necesitamos dispararles. Allá por 1910, al mariscal Rondón le dispararon una flecha unos indígenas, y se salvó porque dio con el cinto del que le colgaba el fusil. Entonces dijo: “Morir si es necesario, pero matar, nunca”. Ese fue el lema que colgué en el Departamento de Indios Aislados de Brasil que creé.
¿Y los riesgos de la selva? Son menores. Los compañeros que morían era por los ataques de los indígenas.
Decidió dejar de hacer contactos con los indios aislados, ¿por qué? Llevé a cabo siete contactos con grupos aislados distintos, desde el primero en 1972 hasta el último en 1987. Fui entendiendo su situación. Llegué a la conclusión de que no es bueno para ellos. Muchas comunidades indígenas desaparecieron por enfermedades de blancos. Llegas con buena voluntad, pero les llevas un virus que los mata.
También presidió la Fundación Nacional del Indio, la entidad que se encarga de ellos en Brasil. Sí, y con el tiempo hice una modificación en la política del Estado brasileño hacia los indígenas: debíamos dejar de intentar contactar con ellos. Teníamos simplemente que demarcar sus zonas para que pudieran vivir. Y que ellos decidieran si querían contactar con nosotros o no.
¿Cómo están los indígenas ahora? Hay tres tipos de indígenas: el indígena aislado; el indígena en contacto intermitente, que sabe ir a la ciudad, hablar con los blancos de sus necesidades, y vuelve; y el integrado, que vive en la ciudad. Este último en realidad no existe, porque nunca se integran. Hay tribus que llevan siglos de contacto pero se mantienen distantes de la sociedad, y la sociedad no les respeta, a ellos y a sus tradiciones.
¿Cómo es encontrarse con uno de esos indígenas aislados? Es muy interesante. El último grupo que yo contacté, los Korubo, conocían a los blancos, de lejos. Pasaban los barcos, les disparaban. Pero estar cara a cara frente a ellos no lo había hecho nadie. Cuando lo hice, me empezaban a tocar la cara, a mirarme los dientes. Quieren ver si eres igual que ellos. Te ponen la mano en los genitales, también las mujeres.
¿El primer acercamiento cómo lo hace? ¿Sonríe? En el caso de Korubo, el primer acercamiento fue con sonrisas. Eran los indígenas que más atacaban a los blancos, pero entramos en su poblado.
¿Y cómo se comunicaba? Con mímica. Es más o menos universal. Por ejemplo, tocándome la tripa si tenía hambre. Para el dolor, poniendo mala cara. Para hablar de un día, dibujaba en el aire una semicircunferencia de lado a lado.
En su mentalidad no entra la idea de la ciudad con millones de personas. No. Cuando los llevé a conocer la ciudad y vieron la aglomeración, se estresaron. Empiezan un comportamiento que llamamos “la quiebra”, encorvan la columna vertebral, y se vuelven más tristes, destrozados personalmente. Uno, cuando llegó a la ciudad, dijo: sois tantos que nos podríais aplastar como una hormiga.
¿Cómo son los indígenas? Son ágrafos, no tienen tradición escrita, solo oral. No tienen dinero. No acumulan cosas. Ni siquiera comida. En nuestro mundo de blancos nunca estamos satisfechos con lo que tenemos o somos: siempre tenemos que tener más o ser mejores, más fuertes, más poder. Allí no existe esto: cada indígena que nace tiene un lugar en la sociedad. Será lo que fueron sus padres y sus abuelos. No tienen la ansiedad de pensar qué va a ser de ellos o de sus hijos. Además, físicamente son superiores a nosotros. Corren más. Tienen los sentidos más agudizados: ven y escuchan más lejos. Y son más resistentes al dolor.
¿Cuántos indígenas hay en Brasil? El censo nacional habla de más de un millón de indígenas en Brasil, y la FUNAI de unos 700.000, de 210 millones de brasileños.
¿Están bien protegidos? Sé que hay violencia de pescadores, terratenientes, mineros… Este momento histórico es el peor para los indígenas, porque todos los poderes de la República están directa o indirectamente unidos contra los indígenas.
¿Incluso con la salida de Jair Bolsonaro y la llegada al poder de Luiz Inácio Lula da Silva? Incluso con Lula. Tiene buena intención pero, ¿por qué no saca a los invasores de la tierra de los indios yanomamis? ¿Por qué los garimpeiros permanecen en su tierra?
¿Qué son los garimpeiros? Los que explotan el oro. Destrozan la selva totalmente. Es una desgracia ver las zonas por las que han pasado.
¿Por qué? Cortan los árboles, cazan, contaminan el agua con mercurio. Lula tiene un Congreso en contra que se comporta como enemigo de los indígenas. Y el Tribunal Federal Supremo no defiende la voluntad de los indígenas. Están desandando el camino.
¿Cómo eran las cosas con Bolsonaro? Era incomparablemente peores, un desastre. Se negó a demarcar tierra alguna para los indígenas. Y sin tierra no pueden vivir.

El explorador e indigenista Sydney Possuelo en la Amazonia / Archivo de Sydney Possuelo
Usted se dedicó a aumentar la tierra demarcada protegida para ellos… En el primero de los dos años que presidí la Fundación de Indios, con el presidente Fernando Collor de Mello, duplicamos esos territorios, hasta 164 nuevas tierras asignadas. Luego entró Itamar Franco como presidente. Él no quería ampliar las zonas. Dimití de la presidencia. Pero seguí trabajando en la FUNAI, dentro del Departamento de Indios Aislados de Brasil hasta 2006.
¿Cuánto tiempo habrá pasado en la selva? La mayor parte del tiempo estaba con mis compañeros en la selva.
¿Cuándo dejó de ir? Cuando me jubilé, durante el primer gobierno de Lula.
¿Qué aprendió allí? Es muy personal. Hay gente que vive siempre en la selva y dice que es una desgracia porque hay serpientes y mosquitos. Para mí no. Viví muchos años dentro, con comunidades indígenas, aprendiendo de ellas. Por la mañana salía, me iba a caminar tres o cuatro kilómetros de ida y otros tantos de vuelta. Como el suelo por la mañana está húmedo, al caminar no haces ruido, y los animales no te oyen, así que puedes verlos: monos, pájaros… No me sentía un extraño, estaba integrado. Mi vida con la selva fue armoniosa.
Enlace de origen : Sydney Possuelo, explorador brasileño: “Los indígenas aislados primero te tocan la cara o los genitales para ver si eres como ellos”