“¿Es usted familiar de Alejandro? Le llamamos porque dos viandantes han encontrado su mochila, su teléfono, cartera y su documentación en la Playa de los Alemanes (Zahara de los Atunes, Cádiz)”. Eran las tres de la madrugada del 14 de julio de 2020, cuando Esther, hermana de Alejandro, descolgó el teléfono y al otro lado se encontró con la voz de un agente de la Guardia Civil. “Están todas sus cosas, pero su hermano no está“.
Han pasado casi tres años desde entonces. No lo han vuelto a ver. No hay pistas, indicios, que lleven a su paradero. “La verdad”, lamenta Esther, una de sus hermanas -en total son seis-, “tenemos la misma información desde aquella llamada, desapareció, no hay nada más”. Los días posteriores se sucedieron batidas terrestres, marítimas y aéreas. Participaron voluntarios, drones, helicópteros, submarinistas y los GEAS de la Guardia Civil, “fue un gran despliegue en el que todo el mundo se volcó, y lo agradeceré siempre, pero no hay rastro de Alejandro”. No está.
Se llama Alejandro Martín Guijarro y desapareció con 41 años, hace casi tres. Madrileño, divertido y sociable; aventurero y activo, “el más deportista de los seis”. Le gusta el boxeo, el atletismo y le apasiona el mar. Técnico mecánico de Airbus, su carrera arrancó en Getafe, donde vivió siempre, pero los últimos nueve años los pasó en Sevilla, pidió irse allí.
La costa, el mar, tuvieron parte de culpa, “allí tenía más cerca Cádiz para nadar, surfear…”. “No sorprendió a nadie que sus cosas aparecieran en la playa. En cuanto tenía un par de días, iba a la costa”. Que no apareciera, que no pudieran reconstruir sus pasos, sí.
Toalla y mochila “abandonadas”
“Las personas que entregaron sus pertenencias”, retrocede Esther, “contaron que a mediodía, exactamente la hora no la sé, vieron las cosas de mi hermano en la orilla. Al anochecer esa pareja seguía en la playa y, viendo que esa toalla y esa mochila seguían ahí, que parecían abandonadas, decidió avisar a la Guardia Civil”. Los agentes, de inmediato, avisaron a su familia en Madrid.
“Era raro”, revive. “Recuerdo que cuando me llaman, aviso al resto de hermanos, pero a mi madre no. Pensé: lo mismo está por ahí, se ha ido con alguien… Era madrugada, no la quería asustar”. Hicieron un pacto, no decirle nada de momento. “Pero, no sé porqué, me dio un mal presentimiento y al final se lo conté. Mi hermano no es así, nunca había pasado nada de esto. Así que horas después habíamos quedado para desayunar y se lo dije.” La alarma saltó de forma definitiva cuando recibió la llamada de una compañera de su hermano: “Alejandro no había ido a trabajar”.
Interpusieron la denuncia y se activó el protocolo de búsqueda, participó Salvamento Marítimo “y llegaron submarinistas voluntarios, porque claro, según se han encontrado las cosas de mi hermano, todo apunta a que él se bañó en el mar y bueno, pues del agua no salió…“. No todo encaja. La investigación continúa y se impone el secreto de sumario. La búsqueda no ha cesado aún.
No estaba haciendo surf
En el arranque, los investigadores enfocaron al mar. Salvamento Marítimo alertó de las corrientes de la zona. “Nosotros somos de interior, no entendíamos mucho, pero al parecer esa playa, por lo visto, es una playa virgen. Tiene muchas corrientes y puede confundir, no parece agitada, parece que está el mar en calma, pero por debajo no. Es traicionera”.
Descartaron que Alejandro estuviera haciendo surf: “nos han dicho que esa playa no es de surf y, además, su tabla apareció en su casa”. Esto acotó un poco el margen de búsqueda, “nadando no se aleja tanto de la orilla como si hiciera surf”. Batieron, a pie, también los alrededores. “Miraron en el faro, las rocas… y nada, sin rastro de él”.
Dos días antes
Sin rastro, sin noticias, sin avances, en paralelo a las batidas, la Guardia Civil interrogó a su entorno. Esther lo hizo también. “Al vivir fuera, quizá había algo que no sabíamos. Pregunté a su entorno y aseguraron que no tenía problemas. Nadie destaca nada, tanto los del trabajo como su grupo de amigos. Todo estaba bien”.
Soltero, aventurero y feliz. Supieron que Alejandro tenía unos días libres cuando desapareció. “Sabemos que aprovechando ese par de días que tenía se fue para Zahara, lo hacía siempre que podía, no nos extrañó”. El análisis del móvil permitió confirmar que Alejandro salió de su casa en Bormujos (Sevilla) un par de días antes. “Pero, desde que llega hasta que desaparece, esos dos días, ¿dónde se quedó?”. Desde que sale hasta que llama la Guardia Civil todo se funde a negro. “No hemos podido saber si durmió en un hostal, si durmió con alguien… No hay registro ni nadie nos ha dicho nada. Es lo raro, porque dormir en el coche, no creo, de verdad, él no era así”.
Faltan piezas. Nada encaja. “¿Con quién estuvo? ¿Dónde durmió?”. La reconstrucción de sus pasos se antoja imposible. “Al haber secreto de sumario, quizá la Guardia Civil tengo más datos, nosotros no… Si alguien sabe qué pudo ocurrir el día que mi hermano desapareció”, ruega, “que por favor lo diga. Si tiene alguna pequeña información sería importante porque nosotros no sabemos ni donde durmió”.
“Todo indica que mi hermano se baña y no sale del agua, pero hay cosas que no encajan”
“Todo indica que mi hermano se baña y no sale del agua”, se rompe Esther, “pero… no sé”. Desde hace casi tres años ella, su madre, sus hermanos, viven para encontrar. “Me cuesta creer que ha pasado ya todo este tiempo. Seguimos adelante porque no nos queda otra opción“. Viven con la eterna pregunta: ¿qué pasó?
Se agarra a la ley del mar: “tendría que haber salido, porque todo lo que coge, este lo devuelve... Nos dicen que son tres años, que quizá ya no quedé nada de él, no sé… no ha aparecido ni el bañador”.
Alejandro tendría hoy hoy 44 años. Complexión atlética, ojos marrones, 78 kilos, mide 1,82 m. Esther, en nombre de todos, agradece cada minuto dedicado para encontrarlo: “la búsqueda fue muy amplia, no puedo quejarme, pero ha pasado mucho tiempo y no quiero que el caso de mi hermano se quede ahí, en el olvido, sin resolver”. Inteligente, sonriente, pero tímido “aunque por las fotos no dé esa sensación”. Inquieto, viajero y con un gran círculo de amigos. “Necesitamos que si alguien sabe algo, por mínimo que sea, nos cuente por favor”. Amante -mucho- del ajedrez. “Mi padre nos compró el tablero de pequeños solo por él”. Recuerda cada partida… Las fichas están colocadas, el tablero listo, falta él.
Enlace de origen : Técnico de Airbus, deportista y surfero: Alejandro, desaparecido cuando pasaba unos días en Cádiz