Trumpismo con otro nombre: ¿qué muestra el Aukus sobre la geopolítica del Indopacífico?

El 16 de septiembre debería haber sido un momento de celebración para todos los defensores —incluidos los estadounidenses— de una política exterior de la UE más asertiva. Ese día, el alto representante de la Unión Europea, Josep Borrell, lanzó la Estrategia de Cooperación de la UE en el Indopacífico. Aunque se basa en un consenso entre las distintas posiciones de los 27 Estados miembros, el nuevo documento representa un paso cualitativo hacia una verdadera inversión de la UE en la región indopacífica, que es cada vez más el epicentro de la política mundial. La estrategia de la UE prevé aportar nuevos medios financieros a cuestiones clave como la conectividad. En términos más generales, constituye un marco estratégico útil para la afirmación de los intereses europeos en la zona, incluso en el ámbito de la seguridad.

Sin embargo, los titulares de prensa del día fueron acaparados por el anuncio de Aukus, el nuevo acuerdo de seguridad entre Estados Unidos, Australia y el Reino Unido. El objetivo de Aukus es profundizar la cooperación entre los tres países firmantes en una serie de capacidades de seguridad y defensa. Planean lograrlo mediante la transferencia de tecnología relacionada con las capacidades cibernéticas, las tecnologías cuánticas, la inteligencia artificial y los submarinos de propulsión nuclear. Este último punto fue el que atrajo la mayor parte de la atención de los medios de comunicación, y su consecuencia inmediata fue la anulación de un contrato entre Australia y Francia para la construcción de 12 submarinos diesel-eléctricos de propulsión convencional. La perspectiva estratégica más amplia, y la dimensión europea dentro de ella, se perdieron en la crisis diplomática resultante entre París, por un lado, y Canberra y Washington, por otro.

Á. F. C.

El alcance y la duración de esta crisis están aún por confirmar, pero los europeos se equivocarían si creyeran que esto es sólo un problema para los franceses y que no tiene consecuencias para Europa. Aukus nos dice mucho sobre la política exterior de la administración Biden y plantea dos cuestiones fundamentales: ¿qué significa ser un aliado de Estados Unidos? ¿Y cuál es la visión de Washington sobre el Indopacífico?

En primer lugar, el pretendido multilateralismo de la administración Biden no es más que unilateralismo con otro nombre. Como han observado de forma acertada algunos analistas estadounidenses, Aukus no ha señalado una divergencia entre EEUU y la UE, aunque la fecha, la forma y el contenido del anuncio del nuevo pacto de seguridad —el mismo día de la publicación de la estrategia de la UE— sí han señalado un profundo desprecio, si no un desdén absoluto, hacia los europeos. Sus consecuencias, sin embargo, son mucho más profundas.

Álvaro F. Cruz

La rescisión del contrato del submarino era un asunto bilateral y no afectaba directamente a otros Estados miembros de la UE. Pero la ruptura de la confianza ha debilitado la asociación estratégica entre Australia y Francia y, en consecuencia, la fuerza de la ya frágil conexión entre Europa y la emergente arquitectura de poder indopacífica. La UE ha quedado relegada de facto a la posición de potencial proveedor de fondos sin poder intervenir realmente en las decisiones relativas a la región. Las contribuciones de la UE al esfuerzo colectivo serían bienvenidas, pero no esperadas realmente, una situación que apunta a la marginación. La forma en que se concibió y anunció Aukus indica que las cosas sólo pueden hacerse bajo la bandera de Estados Unidos.

América baila sola

La maniobra de EEUU revela, en última instancia, la contradicción fundamental de la política estadounidense en el Indopacífico, que acentúa la hostilidad hacia China al tiempo que debilita la cohesión de las alianzas estadounidenses. En ese sentido, la política exterior de Biden se parece claramente a la de Donald Trump.

Curiosamente, la situación no es muy diferente para otros aliados de Estados Unidos, incluyendo, de forma irónica, a Australia y el Reino Unido. Las garantías de seguridad estadounidenses para Australia se producen a costa de un retraso considerable, en el mejor de los casos, de cualquier perspectiva de que los australianos desarrollen una industria de submarinos propia, lo que aumenta su dependencia de EEUU. Mientras tanto, la contribución del Reino Unido al proyecto y sus beneficios son inciertos, más allá del golpe político a corto plazo de Boris Johnson frente a Europa. En términos militares reales, Estados Unidos no necesita ni a Australia ni al Reino Unido. La nueva administración estadounidense está aplicando de facto una política de ‘América sola’ en el Indo-Pacífico. Sus socios serán auxiliares, en el mejor de los casos, y las decisiones relativas al compromiso militar serán, sin duda, estadounidenses, independientemente de la acogida abrumadoramente positiva de los propios australianos.

Josep Solano. Tokio

En segundo lugar, la visión estadounidense del Indopacífico está inextricablemente ligada a la forma en que Estados Unidos gestiona sus alianzas y asociaciones. El pacto de seguridad de Aukus muestra la intención de estadounidense de abordar el problema de China con mayor contundencia. Por ello, es bien recibido por la mayoría de los países del Indopacífico, incluido Japón. Sin embargo, esos mismos países observan que la abrumadora superioridad militar de Estados Unidos no ha impedido a China alcanzar la posición de la que ahora disfruta, sobre todo mediante el uso de medios no militares para obtener beneficios geopolíticos. Es poco probable que el aumento de las capacidades militares estadounidenses en la región disminuya la influencia resultante del peso político de China. Por ello, el anuncio —inmediatamente después de que saliera a la luz Aukus— de la solicitud de China para adherirse al Acuerdo General y Progresivo de Asociación Transpacífico es política y estratégicamente significativo, independientemente de que finalmente forme parte o no del tratado.

Los aliados de Estados Unidos se ven cada vez más arrastrados al juego de suma cero creado por la rivalidad entre Estados Unidos y China. Sin embargo, para Washington tampoco hay beneficios claros, aparte de los políticos, ahora que la administración Biden considera que se ha asegurado la contribución australiana. Es poco probable que Aukus genere mucho entusiasmo en la UE, cuyos Estados miembros se muestran a menudo ambivalentes respecto a la estrategia indopacífica que acaban de adoptar, y cuyo objetivo inicial de limitar el poder chino por medios pacíficos parece haberse olvidado. Puede que Borrell y la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, hayan reclamado una mayor autonomía estratégica europea, pero es probable que la mayoría de los Estados miembros de la UE se conformen con una situación con la que se sienten cómodos, es decir, con la esperanza de que Estados Unidos siga comprometido con la seguridad de Europa. Pero esto puede resultar una lectura errónea. El trato recibido por Francia demuestra que incluso el activismo en el Indopacífico, del que Francia ha hecho gala en gran medida, no interesa a un presidente estadounidense supuestamente favorable a la alianza transatlántica. En todo caso, es probable que la iniciativa de Aukus conduzca a los europeos a una pasividad aún mayor cuando se trata de asuntos de seguridad en el Indopacífico.

*Análisis publicado en el European Council on Foreign Relations por Frédéric Grare y titulado ‘Trumpism by another name: What AUKUS tells us about US policy in the Indo-Pacific’

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