Un país dividido se cita en las urnas: “Tengo miedo si ganamos nosotros y si ganan ellos”

La última vez que Caitlin votó en unas presidenciales, en 2020, en 10 minutos estaba fuera de su colegio electoral de Brooklyn. Este martes, esta maestra pastelera de 34 años aguantaba en su nuevo centro de voto en el East Village, en Manhattan, una larga cola al mediodía, una espera a la que no estaba acostumbrada en Nueva York y a la que quería verle el lado positivo. “Me da esperanza de que aumente la participación“, decía esta votante de Kamala Harris, que explicaba que los principales motores de su apoyo a la candidata presidencial demócrata eran “los derechos de las mujeres y la decencia moral“, igual que para su pareja, Ben, lo era “intentar acabar con la división“.

Poco más atrás en esa misma cola, en una soleada mañana neoyorquina, estaba Milán, de 40 años, criado entre Argentina y Miami y que por primera vez iba a votar a Donald Trump. Él también hablaba de división y decencia moral, pero con una visión radicalmente opuesta. “Aquí en Nueva York mucha gente es republicana a escondidas por la cantidad de demócratas que hay acá y porque el Partido Demócrata está bien lleno de odio“, aseguraba. “Mis amigos demócratas me llaman ignorante, tengo amigas que han cortado relaciones conmigo y amigos que pierden también amigos, novias que están dejando a sus novios… El país entero está dividido”, analizaba.

Los tres encarnaban la polarización de estos Estados Unidos que han llegado a las urnas en una elección trascendental, aparentemente igualada, de resultado incierto y en la que, aunque se mantienen tendencias como el dominio demócrata en las grandes ciudades, se exponen también movimientos tectónicos que obligan a olvidar análisis de bloques prefijados.

Cambios en el electorado

Son cambios que representan también personas de Nueva Jersey como Jude Memeh, originario de Nigeria, que tras conseguir la ciudadanía por primera vez podía votar este martes en unas presidenciales, y lo hacía por Trump. “Yo no voto por color sino por alguien que defiende mis valores cristianos“, explicaba este técnico de 40 años, que para entrar en el centro de votación dejó en su coche la gorra roja de ‘Make America Great Again’ pero luego volvió a ponérsela orgulloso para darse un paseo por Nueva York. 

Jude Memeh, originario de Nigeria y votante republicano, tras votar en Nueva Jersey.

Jude Memeh, originario de Nigeria y votante republicano, tras votar en Nueva Jersey. / IDOYA NOAIN

“Defiendo, como Trump, la inmigración legal”, explicaba Memeh. “Creo que nada de lo que haga Harris me beneficiará pero quizá cosas que haga Trump sí, respecto a la economía, los precios, las guerras…”. Y si se le preguntaba por la retórica xenófoba y racista de Trump, que ha atacado a países como el suyo, él lo justificaba: “Dijo que Nigeria era un ‘agujero de mierda’ pero es que hay que decir la verdad. Es enormemente rico en recursos naturales pero no pintamos nada en el mundo. Y nuestros líderes políticos, cuando necesitan atención médica vienen aquí, o envían a sus hijos para que estudien en las universidades”.

Esperanza y diálogo

Unas horas antes, en el centro de voto instalado en el teatro Filmore de Filadelfia, gran bastión demócrata en el trascendental estado bisagra de Pensilvania, Megan Mazur hacía también algo de cola para emitir su voto a favor de Harris. “Mi razón principal es la falta de carácter moral de Trump“, aseguraba esta pastora de la iglesia episcopaliana de 39 años, que tras ejercer su derecho se dirigía a su iglesia, donde planeaba dedicar su sermón a “hacer una llamada al diálogo“. 

“He visto cómo se han elevado el miedo y la tensión entre mucha gente”, explicaba Mazur. “Si estamos dispuestos a hablar con gente con la que tenemos desacuerdos las cosas pueden cambiar“, decía aferrándose a un mensaje de esperanza. “Hay que hacer ver a la gente que la violencia no tiene por qué ser la única opción ante las diferencias, hay que intentar que quienes la ven como recurso se sientan escuchados y comprendidos”.

El proselitismo lo ha realizado de otra manera también Gabriel Freedman-Naditch, un joven de 20 años de Boston, que votaba por primera vez en unas presidenciales (aunque lleva haciendo voluntariado para campañas demócratas desde que tiene 12 años, cuando empezó a tocar puertas a favor de Hillary Clinton en New Hampshire). Él se mostraba satisfecho porque había contribuido a convencer a un amigo conservador en Georgia, uno de los estados bisagra, a cambiar su voto de Trump a Harris. “Estoy esperanzado pero también ansioso“, decía el joven el lunes por la noche en el mitin de cierre de campaña de Harris en Filadelfia.

Ansiedad

Allí también estaba Jessica Moreno, nacida hace 50 años en Guatemala pero que lleva 45 en EEUU y que trabaja con una organización que ayuda a inmigrantes, en muchos casos indocumentados. Este martes daba “emocionada” su voto a Harris. “Es una mujer de padres inmigrantes, como yo; una mujer de color, una mujer muy competente y preparada. Representa todo lo contrario que Trump“.

Moreno, como la inmensa mayoría de votantes consultados por EL PERIÓDICO, demócratas pero también republicanos, expresaba algo de ansiedad y miedo ante unos comicios que son los primeros que se celebran tras el asalto al Capitolio y cuyos resultados Trump ya ha dejado claro que podría retar si van en su contra . “Tengo miedo, si ganamos nosotros, de que se levante la otra parte del pueblo“, decía. “Pero también tengo miedo si ganan ellos. ¿Qué vamos a hacer entonces nosotros?”.

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