¿Vuelta al pasado o persecución de ideas ultraconservadoras? El neodebate del fascismo en Italia

El pasado lunes por la mañana, tras la bomba social y política que estalló en Roma con los gravísimos altercados provocados por manifestantes que destrozaron la sede del principal sindicato del país, CGIL, el primer ministro, Mario Draghi, advertía: “El pasado no debe volver”. El romano, un líder tecnócrata que aparenta hacer política mejor que los verdaderos profesionales del gremio justamente porque simula no hacerla, sentenciaba con una frase el sentir de una sociedad que se pregunta si en realidad el pasado en Italia sí está volviendo.

Algunos apuntan a ese ‘retorno del pasado’ con algo más extenso que los radicales de Forza Nuova, formación que exigen legalmente disolver, detrás de un fascismo prohibido por ley desde 1952. Otros, sin embargo, temen una caza de brujas de ideas ultraconservadoras que hoy son las que encabezan de largo las encuestas de intención de voto. ¿Está la extrema derecha camuflada intentando demoler el sistema desde dentro o usa y abusa la izquierda del fantasma del fascismo para ganar electorado señalando ideas?

Javier Brandoli. Roma

El debate en Italia ha entrado en el polémico campo de las prohibiciones. La primera medida tomada por las Fuerzas de Seguridad ha sido cerrar la web del partido de Forza Nuova, principal formación responsable de los ataques del sábado, mientras se decide si además se ilegaliza el grupo. Para entender la extrema ideología detrás de este partido, un romano, viejo miembro y simpatizante de esta formación, los definía así a El Confidencial con ironía: “Para nosotros, la Meloni es una comunista”. Giorgia Meloni es la líder de Fratelli d’Italia (FdI), formación heredera del partido neofascista Movimiento Social Italiano, reconvertido a final de los noventa en Alleanza Nazionale y finalmente rebautizado como el actual FdI.

Esa mujer no les parece suficientemente ortodoxa a los integrantes de FN, que el sábado encontraron su tarde de gloria con un plan medido y deseado desde hace semanas. Su idea inicial era atacar el Palacio Chigi, sede del Gobierno, como hicieran sus ‘hermanos mayores’ el pasado 6 de enero en Washington con la toma del Capitolio. No hay mucha originalidad en el mundo ultra, las ideas y motivos se copian, pero en este caso la policía repelió el ataque y se tuvieron que contentar, pasaban por allí, con destrozar la sede del principal sindicato del país. La conexión entre el ‘green pass‘, las vacunas y la CGIL no es del todo clara, pero destrozar una sede sindical de izquierdas se contagió entre los ultras como el virus.

Javier Brandoli. Roma

Los principales líderes de FN, Roberto Fiore y Giuliano Castellino, han sido ya detenidos, junto a algunos miembros de organizaciones antivacunas o anti ‘green pass’, como el propietario de varias pizzerías y líder del movimiento Yo Abro, Biagio Passaro, por su participación en los altercados a cara descubierta y retrasmitiéndolo en sus redes sociales. Eso también pasó en Washington, donde la gente presumió alegremente de reventar cristales haciendo patria.

¿Extremismo camuflado?

Sin embargo, el debate de fondo, el que realmente afecta a nivel global en Italia, no es si Forza Nuova, una formación extremista residual, tiene cabida en la Constitución, sino si se asiste al renacer de una ideología, el fascismo, detrás de formaciones que abominan de ser bautizadas como tales pero tienen estrechos lazos con ese mundo.

Irene Savio. Roma

“Ayer, Meloni tuvo una oportunidad: cortar lazos con el mundo cercano al neofascismo. Pero no lo hizo. El lugar elegido, el palco neofranquista de Vox, y las palabras empleadas sobre la matriz perpetúan la ambigüedad que la sitúa fuera del arco democrático y republicano”, declaró Peppe Provenzano, vicesecretario del PD.

Sus palabras se refieren a las declaraciones que Meloni hizo el domingo en Madrid, cuando participaba en un acto del ultraderechista español Vox, sobre los incidentes ocurridos horas antes: “Ciertamente es violencia grupal, pero no conozco la matriz. Será un fascista, no será un fascista, ese no es el punto. El caso es que es violencia, son escuadrones y esto siempre hay que combatirlo”, manifestó ella.

Por su parte, Matteo Salvini, líder de la Lega, el otro partido considerado de extrema derecha italiano, al menos ese es el ámbito que la formación ha asumido en sus alianzas en Europa, ha declarado: “Soy antifascista, anticomunista, antiextremista. Quienes atacan a un policía, quienes atacan a un sindicato, son delincuentes. Condeno todo el extremismo de izquierda y derecha. Pero no es justo hablar de las pocas decenas que han sido detenidas y no de los miles que han expresado sus ideas”.

Salvini y Meloni, en un acto el 1 de octubre. (EFE)Salvini y Meloni, en un acto el 1 de octubre. (EFE) Salvini y Meloni, en un acto el 1 de octubre. (EFE)

Y muchos ven en esa ambigüedad de Meloni y Salvini, a los que exigen una condena sin peros, la cortina de humo en la que está creciendo el fascismo en Italia. “Un resurgimiento del fascismo del que los primeros en tener interés en distanciarse claramente deberían ser Giorgia Meloni y Matteo Salvini, dos líderes que aspiran a gobernar Italia. También, porque es precisamente esta falta de claridad la que autoriza a los rivales a evocar los fantasmas de un pasado trágico”, escribía el miércoles el analista político Marco Imarisio en ‘Il Corriere’.

El analista, en todo caso, apuntaba, porque así ha sucedido de nuevo, que tanto Meloni como Salvini han condenado siempre los actos de violencia y se han desmarcado de la pesada carga del fascismo, que especialmente apunta a FdI. “En el ADN de FdI no hay lugar para nostálgicos fascistas”, había declarado recientemente ella.

Javier Brandoli. Roma

Meloni siempre, taxativamente, ha condenado cualquier agresión de carácter racista u homófobo, a la vez que mantiene una posición muy beligerante contra la inmigración y las familias ‘no tradicionales’. Ese sí pero no, que muchos vinculan a tirar la piedra y esconder la mano, los colectivos de izquierdas denuncian que fomenta las agresiones de las que luego ella se desmarca.

“Se trata de ambigüedades recurrentes que alimentan la duda habitual: ¿por qué los dos partidos de la derecha institucional italiana no se distancian definitiva y firmemente de la galaxia —italiana e internacional— de inspiración neofascista?”, se preguntaba la web Fanpage, que recientemente ha publicado dos muy sonados reportajes que relacionan a FdI, y algo a la Lega, con el fascismo más añejo.

El saludo fascista de FdI

Una cosa es el mensaje de la líder de FdI, muy contundente y sin traspasar ninguna línea roja, y otra que dentro de la formación heredera del neofascismo existe lo que la web Fanpage ha presentado como fascismo en un reportaje titulado “Lobby negro”.

Javier Brandoli. Bolonia (Italia)

El escándalo saltó justo a dos días de la primera vuelta de las elecciones municipales de este octubre. La web de información publicaba un vídeo grabado por un periodista de Fanpage que se había hecho pasar durante meses por posible benefactor de FdI y con cámara oculta había registrado diversos encuentros con altos dirigentes de la formación de extrema derecha.

Entre los protagonistas de las imágenes están el europarlamentario de FdI Carlo Fidanza, una candidata en la lista a la alcaldía de Milán, Chiara Valcepina, que de hecho ha sido elegida concejala de la ciudad, y personajes oscuros como Roberto Jonghi, apodado el barón negro, que presume con sus campañas de “recogidas de fondos” de influenciar a los partidos conservadores italianos para virar sobre posiciones de la extrema derecha. En los vídeos, donde salen los responsables de FdI, se ven saludos nazis y fascistas, bromas sobre Hitler, conversaciones donde se dice que para acabar con la inmigración hay que poner bombas en las pateras, peticiones de pagos en negro para la causa o ideas para conseguir el voto de las prostitutas de Milán a cambio de regalarles maquillaje.

Meloni dijo que el vídeo era un ataque buscado a su partido antes de los comicios, “porque somos libres y nos tienen miedo”. Pero tras una tormenta que continuará porque Fanpage ha dicho que tiene más vídeos, la dirigente mantiene su confianza en su europarlamentario y se ha limitado a echarle una bronca semipública, en la que tras poner él su cargo a su disposición, ha recibido un tirón de orejas: “Sabes que con estas cosas yo enloquezco. ¿Cómo se te ocurre frecuentar cierta gente por 30 o 40 votos?”, ha dicho ella.

Irene Savio. Roma

El problema sería certificar cuánto porcentaje de los afiliados, simpatizantes y votantes de su formación es en realidad esa “cierta gente” de la que habla Meloni. Han sido varios los escándalos de cargos electos de FdI que han rendido homenaje a Mussolini, se han burlado de homosexuales, hecho comentarios marcadamente racistas… ¿Eso hace culpable a la cúpula del partido de delitos de odio o de lo ocurrido el sábado? Absolutamente no, así lo reconocen todos los analistas e incluso el propio Peppe Provenzano, el vicesecretario del PD, que después de relacionar a Meloni con los incidentes del sábado en los que parecía apuntar a la posible ilegalización de FdI, escribió en su cuenta de Twitter: “Una batería de ataques contra mí desde FdI. Aclaremos. Nadie soñaría decir que FdI está fuera del arco parlamentario o que debería disolverse. Pero con la ambigüedad de condenar la matriz fascista, evade la necesaria unidad de las fuerzas democráticas”.

¿Qué ideas deben prohibirse?

Lo del sábado para algunos es algo más que una turba de antivacunas e integrantes de la extremísima derecha italiana destrozando una sede sindical. Otros recuerdan que hace poco fueron movimientos de extrema izquierda antivacunas los que en diversas ciudades destrozaron escaparates, quemaron coches y atacaron a los agentes sin que se montara el mismo escándalo. “La galaxia comunista que incita a la revuelta pero nadie se indigna”, publicaba el martes 12 FdI en sus redes sociales junto a una foto ardiendo de Draghi sujetada por manifestantes ultra de izquierdas.

Paula Corroto

En ese ‘y tú más’ en que se mueve la política, y desde luego la sociedad, se juega de alguna manera su papel la democracia italiana del siglo XXI, que cumple justo ahora 100 años de la explosión de una ideología, el fascismo, manoseada por todos. Parece evidente que la polarización está llevando cada vez más a elecciones extremas. Si FdI y Lega son extrema derecha, incluso fascistas como dicen muchos, hoy hay en Italia según las encuestas un 42% de votantes fascistas.

Diferenciar formaciones como Fuorza Nuova de Lega y FdI parece lógico, pero algunos recuerdan eventos pasados y actuales de renombre en que algunos partidos aceptaron el juego democrático y camuflaron sus ideas hasta tomar el poder y demoler el sistema. ¿Está pasando eso en Hungría o Polonia ahora mismo?

Miguel Á. Gayo Macías. Cracovia

El problema es genérico, global, y darle una respuesta parece complicado. ¿Se deben prohibir las formaciones de extrema derecha que sean racistas, ataquen libertades, promuevan el odio…? ¿El anarquismo y comunismo son equiparables al fascismo y por tanto deberían prohibirse? ¿Quién decide qué ideas promueven valores válidos y valores que no lo son? ¿Una formación de ideología totalitaria que se presente a unas elecciones expondría abiertamente sus ideas antes de llegar al poder? ¿Se camuflan los extremismos en ideologías de sistema para entrar en el sistema y demolerlo desde dentro?

Estas son algunas de las cuestiones que Italia va a tener que responder los próximos meses para definir su futuro. Para muchos, al enemigo de la democracia se le está permitiendo de nuevo, como pasara con los fascistas hace 100 años, entrar en el sistema para transformarlo; para otros, la denuncia es ridícula e interesada, y la democracia es una libertad de ideas donde no puede haber límites.

Un único límite, ahí parecen casi todos de acuerdo, es no destrozar la sede de una central sindical porque no te gustan sus ideas o no quieres vacunarte. Hasta ahí llega, por ahora, el casi único consenso en el país.

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